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¿Hay gente que no puede dejar de correr?

Diane Van Deren es una mujer estadounidense que no puede parar de hacer «running» y no siente dolor ni cansancio
Diane Van Deren es una mujer estadounidense que no puede parar de hacer «running» y no siente dolor ni cansanciolarazon

Y no, no me refiero a la ingente cantidad de amantes del «running» –ese deporte que tiempo atrás era conocido como «footing» y antes aún, como «jogging»– que puebla nuestras calles en verano, incluso en el pico más alto del calor vespertino, y que se supone que proporciona un inmenso placer. No, la verdad es que hay gente que no puede parar de correr, para su desgracia. Todos tenemos alguna referencia de la película «Forrest Gump» en la que Tom Hanks escenifica a las mil maravillas la compulsión del corredor de fondo. Pues resulta que en el mundo existe un personaje como él, que no puede dejar de correr. Es una mujer, Diane Van Deren, que vive cerca de las Montañas Rocosas, en Colorado. Ultramaratoniana profesional, no gracias a sus piernas sino a su cerebro. Cuando era un bebé sufrió un acceso de fiebres muy altas acompañadas de temblores y convulsiones. En la adolescencia, comenzó a sufrir ataques epilépticos cada vez más recurrentes. Los médicos observaron una lesión en el lóbulo temporal y decidieron extirparle parte de la zona dañada. Curaron sus ataques pero le arrebataron algo: la capacidad de percibir el espacio y el tiempo y de memorizar conversaciones y rostros.

Desde entonces utiliza «post-it» para acordarse de cualquier acto cotidiano, desde dónde ha dejado las llaves de casa hasta cómo se llama su marido. Pero lo más sorprendente es que no puede calcular cuánto tiempo ha pasado desde que inicia una actividad. Además, no siente ni dolor ni cansancio. Por eso, a sus 50 años es capaz de correr 482 kilómetros en ocho días sin que su ritmo cardíaco se vea afectado. Correr la hace feliz y la ha ayudado a adaptarse al mundo que le ha tocado vivir. Sólo necesita una cosa: no olvidarse de llevar piedrecitas en los bolsillos cuando sale a correr para marcar el camino de regreso a casa. Puede parecernos una tragedia, de hecho, para la mayoría de nosotros lo sería. O un terrible efecto secundario de una cirugía desafortunada. Pero, a ella como al mismísimo Forrest Gump, su condición le ha dotado de esperanza y ha dado un sentido a su vida. «Yo amo correr porque me da una oportunidad de ir a las montañas, a la naturaleza, sin teléfono ni televisión, sin auto. Es tranquilo y calmado, es mi tiempo de meditación y es mi tiempo con Dios».