Papel

«¿Por qué llora, joven?»

Los pilotos polacos que reforzaron la RAF en la batalla contra los nazis duplicaron en derribos a los británicos

Imagen coloreada de algunos de los integrantes del 303 Escuadrón polaco (Polish Institute and Sikorski Museum London)
Imagen coloreada de algunos de los integrantes del 303 Escuadrón polaco (Polish Institute and Sikorski Museum London)larazon

Los pilotos polacos que reforzaron la RAF en la batalla contra los nazis duplicaron en derribos a los británicos.

Verano de 1940. Tras conquistar media Europa la Alemania de Hitler se aprestaba a doblegar a Gran Bretaña, pero cualquier operación ofensiva exigía el dominio de los cielos. La Royal Air Force (RAF), de la cual en abril de este año se han cumplido 100 años de su fundación, era un hueso duro de roer, pero la Luftwaffe alemana resultaba un oponente implacable. Tras mes y medio de brutales combates aéreos, la suerte de la batalla de Inglaterra parecía favorecer a los alemanes, que el 31 de agosto protagonizaron hasta 1.400 salidas en las que castigaron de forma inmisericorde los aeródromos y estaciones de radar enemigos. Fue ese día cuando el alto mando de la RAF decidió, por fin, emplear al 303 Escuadrón polaco.

Los pilotos polacos habían llegado a Gran Bretaña un año atrás, tras haber combatido a los alemanes primero en la defensa de su patria, y luego en Francia. A pesar de su experiencia de combate (muy superior a la de sus homólogos británicos) fueron relegados a un segundo plano por sus anfitriones (una mezcla de dificultad de adaptación de los primeros y prejuicios y complejo de superioridad de los segundos) e incluso sufrirían la humillación de verse obligados a «pilotar» unos triciclos que simulaban aeroplanos para asimilar las tácticas británicas. Pero tras un año en tierra, ese 31 de agosto el 303 Escuadrón polaco sacó a relucir toda su furia vengadora al anotarse el 15% del total de derribos que padecieron los alemanes esa jornada. En las seis semanas siguientes, en el momento más encarnizado de la batalla de Inglaterra, los pilotos polacos sumaron 126 derribos, más del doble que cualquier otro escuadrón de la RAF, nueve de sus 34 pilotos alcanzarían la categoría de as (5 o más derribos) y uno de ellos, el checo Jozef František, se convertiría en as de ases de la batalla de Inglaterra gracias a sus 19 derribos; y eso a pesar de estar equipados con Hurricanes, aparatos de inferior categoría que los célebres Spitfires. Héroes nacionales de la noche a la mañana, los pilotos polacos eran la sensación del momento: «Son fantásticos; mejores que cualquiera de nosotros. Nos superan en todo», aseguraba un jefe de escuadrón de la RAF.

Los días de menosprecio habían quedado atrás, pero el futuro de los pilotos polacos era incierto. En la Conferencia de Yalta, Roosevelt no tuvo reparos en regalarle Polonia a Stalin ante las impotentes quejas de Churchill y, acabada la guerra, el líder comunista exigió a Gran Bretaña la repatriación de los combatientes polacos que aún permanecían en el país. A pesar de las presiones soviéticas, el Gobierno del nuevo premier, el laborista Atlee, consciente del lúgubre destino que les esperaba a los polacos (en muchos casos, la muerte o el gulag), finalmente les ofreció asilo permanente: la mayoría no volvería a ver su patria. En las celebraciones de la victoria que tuvieron lugar en 1946 y en las que participaron 30 naciones aliadas, no había rastro de Polonia, para evitar mayores ofensas a Stalin. Un veterano del 303 contemplaba desolado el desfile, entre los vítores de la multitud. Sorprendida, una anciana le preguntó: «¿Por qué llora, joven?».

«La isla de la esperanza»

Lynne Olson, Desperta Ferro Ediciones

544 págs.

(26,95€)