Guerra en Siria

Verdades y mentiras del conflicto sirio

Manifestaciones, revueltas, masacres, detenciones, batallas, asedios, bombardeos...Desde que en 2011 se inició la guerra civil más sangrienta de este siglo, la pregunta surge una y otra vez: ¿qué está sucediendo en el país de Oriente Próximo?

Un soldado sirio divisa la devastada Alepo desde lo alto de un edificio en ruinas. Foto: © PABLO OUTERIAL/DESPERTA FERRO EDICIONES
Un soldado sirio divisa la devastada Alepo desde lo alto de un edificio en ruinas. Foto: © PABLO OUTERIAL/DESPERTA FERRO EDICIONESlarazon

Manifestaciones, revueltas, masacres, detenciones, batallas, asedios, bombardeos...Desde que en 2011 se inició la guerra civil más sangrienta de este siglo, la pregunta surge una y otra vez: ¿qué está sucediendo en el país de Oriente Próximo?

Era el 28 de enero de 2011, en Hasaka, una ciudad al nordeste de Siria, actualmente en territorio dominado por los kurdos. El protagonista de aquel día fue un hombre llamado Alí Akle, quien había decidido prenderse fuego en protesta contra el régimen de Bashar al-Asad, heredero de Hafez al-Asad y de un régimen que duraba desde 1971. Sin que saliera apenas en las noticias había llegado a Siria, de manera terrible, la llamada Primavera Árabe. Según Asad al-Achi, uno de los primeros que se unieron a las protestas, en aquella época «la gente comenzó a reunirse en torno a las embajadas tunecina, egipcia y libia en Damasco. La gente viajaba hasta allí desde Alepo y Homs. Empezaron a conocerse entre ellos, y a preguntarse: ¿Por qué no nosotros?». Muchos testigos concuerdan en que lo que nadie se imaginaba entonces era que el régimen iba a reaccionar con tanta violencia. Según Robin Yasin-Kasab y Leila al-Shami, AbdulramanYalud, un activista de entre veinte y treinta años arrestado el primer «día de la ira,» pasó por una ordalía terrible. «Quiero ver sangre en las paredes», dice que fueron las palabras de uno de sus torturadores durante su estancia en prisión por haber participado en las protestas. Palizas con una porra tachonada de clavos, colgado de las muñecas durante horas, despertado con un cubo de agua fría y después electrocutado; tuvo que pasar por todo ello para sobrevivir. Primero fueron torturadas las personas, sin duda por parte de ambos bandos, pues resulta difícil, a pesar del entusiasmo de algunos autores, creer en una insurgencia moral y limpia; luego le llegó el turno a las ciudades. Deraa fue la primera. El 25 de abril de 2011 se inició un asedio de once días en el que carros de combate, soldados de las fuerzas especiales, miembros de los servicios de inteligencia y francotiradores trataron de hacerse con la mezquita Omari, sede de los manifestantes, cosa que consiguieron el 30. Cuando, el 7 de mayo, todo hubo terminado, habían muerto 220 civiles, según la organización de derechos humanos Sawasiah. Es difícil saber, en un conflicto como este, qué afirmaciones son ciertas y cuales son pura propaganda.

Imagen viral

Algo así sucede con la historia de Hamza Alí al-Katib, de 13 años, detenido el 29 de abril y cuyo cadáver fue devuelto a sus padres el 25 de mayo con marcas de quemaduras, tres heridas de bala y los genitales cortados. La imagen no tardó en hacerse viral, las revueltas se extendieron y el muchacho no iba a tardar en convertirse en uno de los símbolos de la insurgencia. Sin embargo, como va a pasar una y otra vez en este conflicto, hay voces que lo niegan, que afirman que el niño murió de un disparo y que lo que se puede ver en los vídeos subidos a internet es un cadáver que lleva un mes en descomposición. ¿Dónde está entonces la verdad? Algunas cosas son innegables. Desde el inicio de la guerra civil, vecindarios enteros han sido arrasados, como atestigua un reportaje de la web de CNN.
«El jardín del edén convertido en infierno» (en referencia a Damasco); «El corazón comercial de Siria, roto» (sobre Alepo); «Destruir la casa de alguien debería ser un crimen tan grave como destruir su alma», afirma Marwa al-Sabouni, arquitecto, sobre el estado en que ha quedado la ciudad de Homs; «Escenas apocalípticas en la capital del Daesh» (en alusión entonces a Raqa). Sin embargo, en un conflicto que enfrenta o mantiene aliados, al albur del momento, a los kurdos, el Gobierno, el Daesh o el Ejército Sirio Libre, todos los bandos se culpan unos a otros.

Para saber más

«El conflicto de Siria»

Desperta Ferro Contemporánea Nº29

68 pp.

7 €

Estilismo galo (según los romanos)

Según Diodoro Sículo, «los galos tienen una considerable estatura, músculos flácidos, piel blanca, cabellos rubios no sólo por naturaleza, sino también porque, por medios artificiales, se dedican a acentuar su propio color natural. En efecto, se lavan constantemente los cabellos con agua de cal y los recogen hacia atrás, desde la frente hasta la coronilla y la nuca, de modo que en su apariencia resultan semejantes a los Sátiros y a Pan. A consecuencia de este tratamiento sus cabellos se hacen más gruesos, de suerte que no se diferencian en nada de las crines del caballo. Algunos se afeitan la barba, mientras otros se la dejan crecer un poco; los nobles rasuran sus mejillas, pero se dejan crecer los bigotes hasta que cubren la boca». Esta imagen viene refrendada por representaciones plásticas como el supuesto retrato de un abatido Vecingétorix, adalid de la resistencia gala vencido en Alesia por César, que adorna el anverso de un denario emitido por Lucio Hostilio Saserna en el 48 a. C.