Entrevista

Mireia Oriol: "Vivo en contradicción"

Dedicarse al mundo de la interpretación siendo dramática, temiendo al fracaso y despreciando la inestabilidad sin morir en el intento, está siendo complicado para la actriz.

Mireia Oriol para el especial de Navidad.
Mireia Oriol: "Vivo en contradicción"Lifestyle

Ser actriz implica pausas, rechazos, inestabilidad y tropiezos, por lo que hay que ser fuerte para sobrellevar los baches, mantener el ego en su lugar y hacer que los pies no se eleven del suelo cuando las alabanzas funcionan como triptófano. Su papel protagonista en la serie de Netflix Alma fue el responsable de que los medios repitieran incesantemente términos que, de alguna forma, imprimen inmediatamente presión a aquel a quien aluden: nos referimos a ‘la actriz promesa’ o a ‘la actriz del momento’. En un momento en el que las subidas son tan acusadas como las bajadas y en el que hay que triunfar en 3,2,1, siendo los late bloomers repudiados, no ha de ser fácil verse inmersa en una producción de tales características.

Mireia Oriol
Mireia OriolManu BermúdezLifestyle

¿Salió algo desalmada de Alma? “Un poquito. Me costó un tiempo aterrizar de nuevo en mi vida, pero es cierto que creo que los proyectos que suelo hacer tienen algo karmático, como si fueran cosas que tengo que solucionar en la vida. Estaba disociada y tardé en reconectar mente, cuerpo y vida. A la larga, el aprendizaje que obtuve ahí es brutal y ahora, con el tiempo, lo recuerdo como un viajazo increíble”, explica la actriz, que alaba la capacidad del director de la serie, Sergio G. Sánchez, para guiar a los actores de forma precisa, pues la historia era muy personal para él. “Sergio tenía la capacidad de ir directo al dardo; explicaba perfectamente qué es lo que pasaba en cada momento, qué emoción había que transmitir… Sin duda, su conexión con la historia estaba patente. Él sabe transmitir literalmente, y eso es lo más complicado: ir a la raíz. Al compartir de esta forma las cosas, era capaz de hacernos llegar a muchos sitios. Fue increíble rodar con él”, dice.

La importancia de las otras voces

Habla de salud mental con normalidad, pero no recurre a ese lenguaje terapéutico que en la actualidad invade cada discurso, sino que lo hace desde un tono reflexivo en el que refuerza la importancia de contar con espacios y pausas para reflexionar sobre lo que ocurre, para colocar las cosas y las emociones en su sitio y distanciarse para observar de lejos lo que acontece. “He pasado un año extraño, porque esta profesión es tan inestable… Hay momentos en los que estás trabajando a tope y de repente, nadie te quiere… ¡Es todo tan cambiante! Estamos un poco perdidas todas, pero al menos, ahora se habla más de salud mental. Tanto, que tengo conversaciones a menudo con mis amigas, e incluso con mis padres, sobre esta temática, pero es cierto que a veces, de alguna manera, siento que todos necesitamos encontrar respuestas, y por eso hay muchos mensajes y ganas de compartir en redes. Supongo que habrá alguna vertiente de romantización entre quienes hablan de salud mental, pero creo que ha pasado con todo, ¿no? Incluso con el feminismo. Hubo un momento en el que parecía haber una guerra para ver quién era más feminista”, asegura. Le preguntamos a qué referentes y voces ha recurrido ella para encontrar respuestas. “Me encantan los pódcasts Deforme Semanal y Ciberlocutorio. He leído mucho a Virginia Woolf, que aunque es de los años 30, parece que estuviera hablando conmigo. Me he refugiado mucho en el concepto de ‘matar el ángel’ y he sentido que ponía palabras a lo que sentía. También me encanta Cara Delevingne, porque se posiciona en muchos temas, algo que implica tener una fuerte valentía. No es fácil hablar así desde su posición. Y luego está nuestra industria de cine, en la que hay muchas mujeres increíbles a las que admiro, como Ana Rujas y Elena Martín. Hablan de conflictos femeninos, pero desde un sitio valiente y revelador”.

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Sin embargo, en momentos convulsos de su vida, reconoce haber echado en falta tener voces a las que recurrir. Ese es uno de los motivos por los que se encuentra inmersa en un proyecto muy personal en el que su protagonista, Mimi, es su alter ego. “Aún no tengo título, porque siempre es lo más difícil. No es fácil condensar y reflejar de qué estás hablando. Al ser algo tan íntimo y personal, es cierto que antes me daba algo de pudor, pero llevo años trabajando en esta historia. Realmente ha sido un proceso terapéutico para mí. Siempre lo he pensado como algo que necesitaba compartir por si podía inspirar y ser referente de ciertas cosas, porque hay aspectos de mi vida en los que me he sentido perdida. En esos momentos, me he refugiado buscando vídeos de gente que hubiera pasado por cosas similares y que pusiera palabras a lo que estoy viviendo. El último año he estado haciendo mucha investigación con chicas a través de las que he indagado en el tema que trato en la película, lo que me ha dado una perspectiva mayor que me ha ayudado a salir de mí misma. Eso era importante, porque esto no va de mí, sino de un conflicto mucho más universal que me apetece compartir más desde aquí”. Querida Mireia: que se detenga la intriga. ¿Cuál es ese conflicto? “Hablo de la relación con la autoimagen y del síndrome de la niña buena y la niña perfecta, sobre querer complacer”, responde. Curioso tema a tratar teniendo en cuenta que comenzó su carrera como modelo… “Es que ahora que lo mencionas, en realidad reflejo mucho la parte de la moda. Se trata de una época de mi vida en la que era muy jovencita, por lo que percibía las cosas de manera diferente. Recoge ese momento en el que me construí a raíz de las vivencias. De la moda aprendí muchísimo, enseguida crecí y me hice mayor rápido. Aprendí a estar sola, a sacarme las castañas del fuego sola y a tener un punto de vista en el que poder verla como un arte, como una forma potente de expresarse. Sin duda, me he reconectado”, reconoce. “Siempre he considerado que la moda es arte y una forma de expresión única de cada marca y diseñador. Como tal, no sólo pienso que es importante sino que también es algo que considero indispensable. Sobre todo en una industria como la moda, que poco a poco parece ir cuestionándose, o al menos, me gustaría que así fuera, desde dentro”, comenta cuando hablamos de las propuestas de la colección crucero 2024 de Dior que ha lucido en la sesión y que forman parte de una colección que logra que la ropa sea un medio de encarnación, protesta y afirmación. En sus propuestas hay una clara influencia de Frida Kahlo, cuyo espíritu de independencia invade toda la línea. “Cuando pienso en Frida pienso en ese limbo que existe entre el amor y el dolor. Para mí es una de las artistas que convirtió lo bizarro en algo especial y bello, y que una marca como Dior quiera incorporar estos ideales en sus piezas y en esta inspiradora y preciosa colección, me parece maravilloso”, comenta la actriz.

Trabajo, fracaso y vida: el complicado triángulo

Aunque estaba en un momento delicado en el que intentaba reconectar con la profesión, desde junio las cosas han cambiado… Para bien, afortunadamente. “He logrado un papel protagonista del que no puedo comentar nada, pero me hace muy feliz, al igual que el hecho de que mi película, ese primer borrador de mi proyecto personal, que estoy desarrollando con la productora Blur, ya haya cogido forma. Lo que diferencia a mi alter ego de mi yo actual es la consciencia. Antes, todo me venía de nuevas, por lo que es fácil generar expectativas de tu vida… Creo que me queda por recibir muchos golpes, pero hay ciertas cosas que ya veo venir o que puedo ir anticipando un poco, por lo que sé poner los pies en el suelo y protegerme”, asegura. “Ahora que tengo texto y guion, siento que este año me he vuelto a enchufar en la profesión. Estaba rarilla… Es que a mí, la inestabilidad de este trabajo me cuesta, porque me incomoda no tener rutinas”, asegura. Curiosa y osada decisión, pues, decidir ser actriz, una profesión en la que además, siempre acecha otro de sus miedos: el fracaso. “Sin embargo, tengo que decir que el concepto del fracaso ha ido variando para mí con los años. Antes asociaba el éxito con lo profesional, por lo que hubo un tiempo en el que a la faceta personal no le daba importancia. Durante los últimos años, con la llegada de la pandemia, empecé a darle más importancia a mi vida personal, y ahí está la clave para no sentirte fracasado… Siempre que tengas ciertos privilegios en la vida, por supuesto. Mi vida personal es la real. Si no estoy cómoda con ella, no tiene sentido nada”, dice con convicción. “Otro tema con el que intento lidiar es la lucha para no empeñarme siempre en complacer. Pero ¿cómo sales de ahí, cuando como mujeres, estamos vinculadas a eso? Aunque cuesta, cada vez es más fácil ir dándose cuenta de los patrones que tenemos. Vivo en contradicción todo el día”, asegura.

Mireia Oriol
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Recapitulemos: está inmersa en su proyecto personal, tiene un papel protagónico en una película de la que todavía no puede contar nada y acaba de estrenar la serie La mirada de Fiona, en la que da vida a Fiona, una mujer que a las puertas de la treintena, no tiene casa y salta de amante en amante con tal de no pasar la noche en la casa de su madre, que sufre una enfermedad mental que ella puede haber heredado. “Aunque es una miniserie, noto un esfuerzo constante por contar cosas importantes que mueven y por explorar nuevos registros. Al comparar la serie con Alma, el contraste es fuerte, porque en esta hay mucho menos dinero, pero me ha venido bien ese contraste. En Alma sentía cierta presión, mientras que aquí, me he sentido muy tranquila y en casa”, comenta. Un apunte en este repaso por algunos de sus trabajos: comenzó en la gran pantalla de la mano de Belén Rueda. “Mi primera película fue con ella. Es una supermami en la ficción y en la realidad. ¡Es una tía tan increíble! Tiene una ilusión constante. Me enseñó a conectar con el optimismo y con la ilusión de las pequeñas cosas”, señala. Hablando de reconexiones, comenta que precisamente ahora se ha reconectado con su pueblo y al hacerlo, se ha dado cuenta de cuánto se glamouriza el mundo del cine. “Me viene bien estar tan en contacto con gente que no trabaja en esto, porque me aporta muchas perspectivas. Me dicen siempre que el mundo del cine tiene una apariencia superglamurosa, y pienso en lo diferente que es la verdad que se percibe y lo que realmente es. Yo ya lo tengo desmitificado”, asegura.

Además de estudiar su próximo papel, ese del que no podemos saber nada (juramos haberlo intentado), está estudiando a distancia Comunicación Audiovisual. “Dejé la carrera hace años y la quiero terminar. De vez en cuando pillo alguna asignatura, por lo que me queda aproximadamente un año y medio”. Estando tan ocupada, ¿ha aprendido a desconectar, a dejar la mente en blanco y a aburrirse? “Puedo decir que he encontrado mis espacios de desconexión. Especialmente ahora, que escribo y estudio, tengo la cabeza como un bombo, por lo que además de pasear a mi perra dos veces al día, intento ir a la montaña a pasear e incluso voy a la playa en invierno. He aprendido a encontrar el placer en lo que hace la gente mayor, que se va a pasear sin rumbo. Eso es lo que más me conecta con el descanso y con estar relajada. He tenido issues de autoexigencia fuertes, porque sentía la presión de la productividad y me castigaba por estar una hora en el sofá. Pero sigo inmersa en esta lucha, porque a veces, cuando se me juntan las cosas, pienso: ‘Mireia, relájate y estructura el tiempo. Nada es tan importante; no le estás salvando la vida a nadie”.

Así consigue una actriz aplaudida por la crítica e inmersa en un buen momento profesional superar (al menos, un poco), sus miedos: no escondiéndose, sino enfrentándose a ellos de cara. Y eso sí es valiente y exige tener alma.