Una gran bretaña de cucarachas
«Aquella mañana, al despertar de un intranquilo sueño, Jim Sams, inteligente pero de ningún modo profundo, se vio convertido en una criatura gigantesca», dice la primera línea de «La cucaracha», la nueva y breve novela de Ian McEwan, en un claro guiño al inicio de «La metamorfosis» de Kafka, aunque, en esta sátira contemporánea sobre el Brexit y los tiempos actuales, lo kafkiano, más que un clima o una atomósfera, es, antes que nada, una excusa para mostrar, sino lo kafkiano, al menos su reverso en todo sentido.
Porque en esta metamorfosis a la inversa, Jim Sams no es un hombre que una mañana se despierta convertido en una cucaracha, sino una cucaracha que descubre que se ha transformado en una inmensa criatura humana. Y no solo en eso: también se da cuenta, mientras reconococe sus extremidades y su cavidad bucal, que es el primer ministro de un Reino Unido que acaba de irse de Europa y, todo parece indicarlo, se encamina hacia un desastre económico y político. En todo caso, es poco lo que Jim Sams puede hacer: los miembros de su gabinete, curiosamente, también son cucarachas que, transformadas en gigantes seres humanos, se mueven a sus anchas por los largos pasillos del poder.
Lejos de sus grandes novelas como «Niños en el tiempo», «El placer del viajero» o «Amor perdurable», obras sostenidas por la inquietud y por la sensación de un temor amenazante, en «La cucaracha» McEwan parece dejar de lado la seriedad y lo kafkiano como un mero adjetivo literario y mostrarlo, en cambio, como una metáfora de la realidad o, en el peor de los casos, como la realidad misma. Porque lo primero que se le ocurre al primer ministro Jim Sams para torcer el destino irreversible del Reino Unido es apoyarse en la soberanía del pueblo y trazar un plan económico inspirado en el «reversionismo», una teoría que consiste en cambiar la dirección del flujo del dinero y pagar por trabajar y recibir dinero por comprar, una fórmula «mágica» que solucionará todos los problemas del país.
Dosis de humor
Pero la trama, más allá de su previsible desenlace, es poco lo que importa en esta novela pergeñada casi exclusivamente como una parodia sobre el presente del Reino Unido. Porque lo que la sostiene, al fin y al cabo, son las pequeñas dosis de humor que McEwan dispersa a lo largo de todo el relato. Bromas sobre el presidente de los Estados Unidos, que no es Donald Trump sino una especie de cocinero de aquél, y chascarrillos sobre el populismo y su retórica, sobre la Prensa sensacionalista y las artimañas que tejen los miembros del gobierno para conservar el poder. Así, la referencia a «La metamorfosis» parece, de algún modo, una parodia más dentro del escenario kafiano que McEwan compone alrededor del Brexit. En ese sentido, como sátira, «La cucaracha» transmite quizá la idea de que el Brexit no es más que una decisión sin sentido, tan descabellada como cambiar el sentido del flujo del dinero, tan kafkiana como una parodia del propio Kafka.
Diego GÁNDARA