Andalucía

Formas dispares de medir

La Razón
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Sobre todo cuando se trata de la vida de u hombre. Diego Díaz, cabo primero de la Guardia Civil, fue encontrado tres días después de desaparecer en un arroyo al que el temporal convirtió en un peligroso río de aguas turbulentas. Murió cumpliendo lo que entendió que era su deber, aunque lo cierto era que su acción de salvar a unas personas arrastradas por la corriente lo sobrepasaba con mucho. Las personas buenas, que son la mayoría, han sentido dolor ante esta heroica muerte, además de saber que la protección de las personas en España está garantizada por muchos Diego Díaz que por un corto jornal, sin medir horas, en condiciones ínfimas, no dudan en poner en peligro su vida para proteger vidas y haciendas de los ciudadanos. Oficialmente se le han rendido honores, que siempre serán pocos. Pero no he visto ningún telegrama ni declaración de aquellos que hace una semana incendiaban las redes que provocarían grandes disturbios en el barrio madrileño de Lavapiés al grito de han asesinado a un mantero, contra el capital y la brutal represión policial. Hasta la propia alcaldesa Carmena decía de estos mensajes que eran unas opiniones. Qué brutal sarcasmo, no sabía todavía que una opinión era mentir deliberadamente y con ánimo de causar daño ante unos hechos concretos y certificados por los forenses. El ciudadano senegalés había muerto de un infarto. Por una enfermedad congénita que al parecer la víctima desconocía. En este suceso también la policía, en este caso municipal, trató de reanimarlo. La enorme diferencia entre los dos casos es que Diego Díaz murió salvando vidas, sirviendo a la ley y en otras ocasiones asegurando que la misma se cumpla, siempre a las órdenes de sus superiores y actuando de acuerdo a las decisiones judiciales . En el caso del joven senegalés , teniendo en cuenta que en la medida de lo posible hay que ayudar a tantas personas que llegan para salvarse del terror y la miseria, no dejaba de ser ante la ley un refugiado ilegal que se dedicaba a la venta de artículos falsificados, delito perseguido en todos los países donde impera el estado de derecho, pero ya se sabe que esto último no se puede decirse, las otras mentiras sí porque es la libertad de opinión.