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Lugo

Jaime Peñafiel, a la espera de que el Rey no abdique

El periodista granadino entregará un nuevo libro en septiembre, mientras sigue en activo hablando de las interioridades de la Familia Real

Peñafiel, que es risueño, lisonjero y educadamente descarado, es el padre putativo de toda la información rosa en España
Peñafiel, que es risueño, lisonjero y educadamente descarado, es el padre putativo de toda la información rosa en Españalarazon

Peñafiel entró en la redacción de la vieja Radio España, se apoyó en el quicio de la puerta, y dijo, después de conocer el fallecimiento de una personalidad: «No somos nadie». Hizo una pausa, me míró y, como si la frase se le hubiera quedado demasiado roma, remató: «No somos nadie y tú menos que nadie, hijo de puta». En aquellos tiempos, a Jaime le habían encargado una biografía de Froilán, que acababa de nacer. Las biografías monárquicas consisten en dar lustre y relieve, en inflar con bimba las aristas, pero facilita la tarea que el protagonista al menos esté escolarizado. Quino, el padre de Malfada, siempre ha dicho que los hombres dejan de ser interesantes cuando cumplen los tres años. Peñafiel escribió unos folios, y como no veía ningún atisbo de continuación, le encargó el libro a un colaborador, que debía ser un negro. No le gustaba lo que escribía el encargado y se decidió a ir corrigiendo el libro según le iba pasando los folios. Al final por coronar el disparate, Peñafiel le acabó dedicando el libro al propio negro. Con los encargos, Peñafiel siempre ha tenido una ramalazo generoso. Para los que estábamos hambreando tareas y sueldo en aquel Madrid de finales del siglo pasado, se ofrecía con algún trabajo, aunque como máximo fueran todas unas 25.000 pesetas. El tipo resiste, y aunque la Familia Real no se habla con él como antaño, quiere que el Rey no abdique, al menos hasta la muerte, porque entre otras cosas ha publicado un libro que se llama «El Rey no abdica». Ya no se trataría tanto de una cuestión de Estado y principios, si no más bien de una consideración comercial. «Yo creo que ni siquiera el Rey es monárquico. El más monárquico de todos sigue siendo Marichalar, un buen muchacho al que afectó tanto en su carácter el ictus que sufrió. En su palacete de Soria, se cuadraba ante el reconocimiento de Alfonso XIII. En la Familia Real no hay ningún monárquico y el peor de todos es Urdangarín, que ha reventado la institución con sus golferías». Es paradójico que Peñafiel hable elogiosamente de Marichalar, al que en otro tiempo tanto criticó. En la presentación del último libro de Camilo José Cela en el Hotel Ritz de Madrid, el ex de Lugo lo llamó a consultas en mitad del gentío y lo llevó a un reservado para cantarle las cuarenta. Eran los días en que los problemas más graves de la monarquía se paraban en los pantalones de paramecios y la estética de wildesiana de don Jaime de Marichalar, quien ha acabado, ya dandy total, yendo a los toros solo.

Peñafiel, que es risueño, lisonjero y educadamente descarado, es el padre putativo de toda la información rosa en España. 22 años en «Hola» lo convirtieron en un periodista negociador, capaz de hablar con la Iglesia para preservar la exclusiva de la boda de Carmen Sevilla, todavía lozana andaluza y Vicente Patuel. Luego se especializó en el Rey, estuvo con él la tarde noche que murió Franco, con una Sofía de ojos tristes y un Borbón que esperaba su turno en la historia limpiando cámaras fotográficas, en presencia de este granadino. Ahora, aunque ya ha cumplido casi todo el servicio, se le acabaría el tajo si irrumpiera la república. Nada más que por eso, repite que es un hombre leal y no un cortesano: «Yo siempre he valido más por lo que callo que por lo que cuento». «Yo estoy especializado. Otros se especializan en el PSOE o en Ronaldo. Este es un siglo de las especializaciones».

Muchos años después de estar con Encarna Sánchez, a Peñafiel lo paraban por la calle y le decían aquello de «señor, Peñafiel, lo escucho a usted todas las tardes». Él, que lo que siempre ha persiguido es la actividad de estar vivo y no la vanidad, se reía y seguía su camino. Quizá iría hacia el Jardín de Serrano, donde aún le gusta ver a los betuneros, dar los buenos días a las señoronas y fumarse un puro.

FICHA DE CONTEXTO

Peñafiel se alegra gentilmente de esta conversación y nos ofrece, por aquellos años que pudimos coincidir en la radio, su casa, una cortesía a la vieja usanza, que viene rematada en el saludo con la dirección, el número y el piso. Hablamos un par de veces por teléfono, cuando el va camino de una boda, hacia tierras de La Mancha. Su hilo de voz sigue siendo el mismo. Ya dictó sus memorias. «Mi mujer es la que hace todo. Está más guapa cada día mientras yo sigo siendo el más torpe del mundo. Ni siquiera, como sabes, conduzco. Pero ni ahora, ni nunca». Jaime es un hombre de taxis y pequeñas notas que va dejando en los bolsillos de las americanas, donde siempre apuntó nombres ya perdidos en algún ropero, Eva Sannun y otros noviazgos centelleantes, amantes o amoríos furtivos, traidores, conspiradores, monarcas saudíes. «En los últimos 100 años sólo han abdicado tres monarcas en Europa. La Reina de Holanda, donde ha cuajado como tradición; el gran Duque de Luxemburgo y Leopoldo III».