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Prostitución, la nueva vecina incómoda

ONG advierten del incremento del alquiler de pisos para este fin, que cambian continuamente, dificultando la localización de redes de explotación. «Se instalan en cualquier barrio de cualquier ciudad», aseguran

La Razón
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ONG advierten del incremento del alquiler de pisos para este fin, que cambian continuamente, dificultando la localización de redes de explotación. «Se instalan en cualquier barrio de cualquier ciudad», aseguran

Un vecino incómodo se está instalando en edificios de viviendas, sin distinción de barrios ni ciudades. Las alquilan conjuntamente varias mujeres para vender sexo o proxenetas para explotar a mujeres extranjeras, aunque también hay ejemplos de quienes usan su propia vivienda como «negocio». Esta práctica que hace una década era residual adquiere cada vez más fuerza, según revela Valentín Márquez, coordinador de proyectos de inclusión de Médicos del Mundo en Andalucía. «Están en cualquier barrio de cualquier ciudad. Suelen cambiar las localizaciones porque acaba habiendo problemas con el vecindario y por eso es muy difícil localizarlos y saber cuántas personas están implicadas», explica. Su organización desarrolla programas de atención en tres provincias, Málaga, Sevilla y Almería, donde el año pasado atendieron a 1.394 personas –95 hombres y el resto mujeres–.

En la capital trabajan desde hace veinticinco años en la prevención de enfermedades de transmisión sexual y facilitando herramientas a quienes quieran abandonar esa práctica, en colaboración con otras ONG. Acuden a clubes de alterne y asisten a prostitutas en la calle. En muchos de esos clubes les impiden la entrada. «Si no quieren que accedamos, no podemos hacer nada. Muchas veces es complicado demostrar si la persona está siendo forzada y los cambios en el código penal han dificultado mucho la persecución de este delito», lamenta. A pisos particulares acuden solo si les llaman. «En los últimos años han proliferado mucho porque en los clubes es fácil que haya una intervención policial, pero en una vivienda es necesaria una orden judicial». El mercado se ha multiplicado con los foros virtuales donde una simple búsqueda muestra un amplio escaparate de chicas que ofrecen servicios sexuales. Cruz Roja sí contacta con pisos que identifican a través de anuncios. Llaman y, si la implicada acepta, van a la dirección indicada. «La respuesta es muy desigual: hay quienes solo aceptan el material higiénico-sanitario que proporcionamos, otras se incorporan a programas de integración y también hay quien directamente se niega a ser atendida. Tienen que venir libremente, no podemos forzar ninguna intervención», admite Rosa Flores, referente de la unidad estratégica de Trata de Seres Humanos de Cruz Roja Española en Andalucía.

Su labor llega a cuatro provincias: 763 personas fueron atendidas el año pasado en entornos de prostitución –prácticamente todas mujeres– y 117 liberadas de mafias que las sometían a algún tipo de explotación, no solo sexual. «El proceso de detección de víctimas de trata es largo, no se ve en un día. Cruz Roja hace un esfuerzo por formar a los equipos para que detecten esos indicadores. Si una persona lleva tres años en España y apenas sabe hablar castellano o no muestra signos de que decida sobre ella, eso nos da pistas de que quizá su vida esté en manos de otras personas», relata Flores.

«El abordaje es distinto para cada zona: en la calle tenemos unidades móviles y el acercamiento se hace ofreciéndoles café. Después de ese primer contacto se pretende generar un vínculo para abordar la situación de una manera más profunda –detalla–. Se hacen acompañamientos, si tiene que ir al médico, o derivaciones a otros proyectos» si el objetivo es cambiar de vida. Coincide en que el uso de pisos para prostitución complica su tarea y favorece la explotación frente a la mayor visibilidad de clubes y «zonas históricas» donde se practica en la calle y polígonos industriales.