Política

Disturbios

Varios circos

Cartel de búsqueda de la desaparecida Natalia Sánchez Uribe / Foto: EP
Cartel de búsqueda de la desaparecida Natalia Sánchez Uribe / Foto: EPlarazon

La historia de Natalia Sánchez Uribe, la estudiante granadina desaparecida el pasado fin de semana en París, contiene demasiados elementos novelescos como para que los medios eviten la tentación de convertir el suceso en «un circo» (el entrecomillado, atinadísimo, es de su padre). Una chica sola que se esfuma un domingo de primavera en tierra extraña habría sido, mediado el siglo pasado, el comienzo perfecto para un noir de Georges Simenon, pero estamos en la era Erasmus y nada hay más frecuente que los desplazamientos por motivos académicos de jóvenes entre naciones vecinas, sobre todo porque no existe ninguna diferencia entre cursar un programa en la Universidad Autónoma barcelonesa, su alma máter, o hacerlo en La Sorbona. Pues váyanselo a explicar a nuestras starlettes de la televisión matutina, que ya han desplegado sus dispensadores de basura en contra del deseo expreso de una familia que sólo desea tratar con gendarmes o guardias civiles y está siendo sometida al tormento suplementario de ver expuesta al gran público la intimidad de su hija, a la que presentan como una flor trasplantada a la fuerza y desvalida en la impersonalidad de una megalópolis hostil. La de conclusiones que saca un tonto repasando dos cuentas en redes sociales... (Por no hablar de los partidos, de todos, que tratarán de sacar ventaja según su posicionamiento ideológico, ora con la cadena perpetua ora con la violencia machista.) Sufre la sociedad lo que algún psiquiatra gaditano definirá pronto como el síndrome del comparsista: cualquier desgracia vale para componer un pasodoble como ése en el que el Yuyu más sarcástico parodiaba, elegíaco, en la muerte de su amigo Manué: «Apláudeme fuerte y sin disimulo / para que el jurado se enrolle, me dé 400 puntos, / ¿y a Manué? A Manué que le den por culo».