Presidencia del Gobierno

Dialogar, acordar

La Razón
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Diálogo, diálogo y diálogo». Así respondía Salvador Alemany, cuando fue preguntado en un recientemente encuentro en la Cambra de Comerç, sobre qué debía hacerse ante el debate soberanista-independentista. «Dialogo dentro del marco de la legalidad» respondía Juan Maria Nin (CaixaBank) ante un requerimiento similar.

Y tienen razón. Sin diálogo no habrá solución, habrá confrontación.

Porque dos que hablen sin escuchar al otro, no dialogan, «monologan». Sólo serán monólogos hechos con la voluntad de victoria para sí y la derrota para el otro.

El diálogo es siempre un paso previo para la negociación, y ésta, a su vez, es la antesala del acuerdo. Por eso dialogar es un primer paso, necesario, pero no suficiente. Además, hay que negociar y eso requiere voluntad y posibilidad de acordar.

A veces hay voluntad de acordar, pero no se puede, porque entre lo que ofrece una parte y la otra no hay conexión, y otras veces se podría pero no se quiere.

Adentrarse en la negociación requiere saber que cederás tú y que cederá el otro. Si como la niña del anuncio, se quiere «todo, todo y todo» y para el otro «nada, nada y nada», entonces no le llamemos negociación, llamémosle imposición y punto. En todo acuerdo hay cesiones mutuas.

El diálogo debe servir para sondear las posibles salidas, y las mal llamadas «terceras vías» son eso, propuestas de solución que los extremos necesitan, si quieren llegar a acuerdos.

Despacharlas, con tanto desdén como se hace, es un error casi superior a denostarlas porque no apoyan tu opción, con el peregrino argumento de que dan armas a la otra parte en un momento «tan trascendental e histórico».

Con esa actitud no habrá ni dialogo, ni negociación, ni acuerdo, sólo confrontación.