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Francisco Castaño: «Educamos a los niños en Walt Disney y la vida es Walking Dead»

Francisco Castaño Mena es la otra mitad de «Aprender a Educar», el proyecto para ayudar a las familias con niños tiranos, del que también forma parte el «Hermano Mayor».

Francisco Castaño publica una guía que enseña a educar a los hijos con el deporte, «hay niños redondos, a los que les pones pañal y ruedan y otros cuadrados», para ellos más que negociar, hay que poner límites y pautas en la educación. Foto: Archivo
Francisco Castaño publica una guía que enseña a educar a los hijos con el deporte, «hay niños redondos, a los que les pones pañal y ruedan y otros cuadrados», para ellos más que negociar, hay que poner límites y pautas en la educación. Foto: Archivolarazon

Francisco Castaño Mena es la otra mitad de «Aprender a Educar», el proyecto para ayudar a las familias con niños tiranos, del que también forma parte el «Hermano Mayor».

Un chaval de trece años conoció a una chica por Facebook y se enamoró locamente. Sin haber bailado con ella, sin haberla tocado ni haberla visto jamás en persona. «¡Es el amor de mi vida!», le dijo a sus padres, «¡tengo que verla, llevadme a Murcia!». Y los padres, sin saber si el «amor» de la vida de su hijo era una chica o un hombre maduro de 47 años que se hacía pasar por una joven para engatusar a adolescentes, cogieron el coche y arrancaron desde Barcelona hacia Murcia. Cuando se lo contaron a Francisco Castaño Mena, orientador familiar del centro Tempus, dirigido por Pedro Aguado, el «Hermano Mayor», se llevó las manos a la cabeza. «¡Pero qué habéis hecho!», exclamó. «Pues llevarlo a Murcia, porque si no el chico se pone como una moto», respondió la madre. «¿Y cuándo se enamore de una rusa a través de las redes sociales, lo llevarési a Moscú?», preguntó Castaño a los padres a modo de reflexión. «Debéis poner límites, porque si el chico no conoce ni entiende lo que es un límite, cuando quiera ir a Moscú en su mente se activará el mismo operativo, conozco chica por Facebook, es el amor de mi vida, quiero ir a Moscú», les dijo.

Nadie nace enseñado, pero a los padres, cuando salen de la clínica con con el bebé, no les injertan un microchip en el cerebro con un manual sobre cómo educar. ¿Qué hacer cuando un niño no quiere comer pescado? ¿Qué hacer cuándo se tira en el suelo de un supermercado porque quiere unas galletas de chocolate? «Ser firmes desde el amor», responde Castaño. Porque si los niños aprenden a no aceptar un «no» por respuesta, armarán la de San Quintín cuando no consigan lo que quieren.

Además, de asesorar a padres desesperados de adolescentes consentido, Castaño es profesor de educación secundaria especializado en alumnos con problemas de conducta. También da conferencias junto al televisivo «Hermano Mayor», Pedro Aguado, y ha escrito un puñado de libros donde ofrece pautas para aprender a educar. El último «La mejor medalla: Su educación», habla de cómo educar a través del deporte. «Es una buena manera de transmitir valores y buenos hábitos, además de poner normas, límites, pautas y de enseñar a aceptar la frustración», dice.

Para explicar qué papel debe tener el deporte en la primavera pedagógica que vive el mundo entero, cuenta su experiencia como profesor de 3º y 4º de la ESO con chavales disyuntivos de un instituto de Castelldefels. «Eran chicos que contestaban a los profesores, faltaban a clase y alguno consumía marihuana, vamos, que no tenían hábitos ni estaban familiarizados con las normas». Empezó por ampliar las horas de educación física de dos a cuatro a la semana. Y les puso un reto, prepararse para una carrera de 5 kilómetros. «Costó, porque no estaban acostumbrados a hacer deporte», recuerda Castaño, «pero todos llegaron a la meta», dice emocionado. «Lo que más me satisfizo fue ver sus caras de alegría cuando cruzaron la meta». Y allí Castaño, el profesor, les dio una palmada en la espalda y los felicitó. Su abuelo le decía que cuando hiciera algo bien, dijera «¡guau, qué bueno soy!» y eso hizo, fomentar su autoestima.

Castaño lamenta que muchos padres educan en el consentimiento, la permisividad y la falta de límites, pero luego hay padres que no felicitan a sus hijos cuando hacen algo bien. Alerta de que «estamos en una sociedad excesivamente protectora con los niños, no queremos que se equivoquen ni que sufran y eso es criar a chavales que no saben vivir en sociedad. Educamos a los niños en Walt Disney y la vida es Walking Dead». Cuando su hijo no quiere pescado, le responde que tiene una hora para comérselo y si no se lo come, se lo da de cena. «No va a morir de inanición», ríe. Evita negociar, porque los hijos siempre ganan. Tampoco grita, porque cuando la relación acaba a gritos, se deja de hablar. Además, «un grito o un cachete es la impotencia de una madre o un padre que no logra que su hijo le haga caso». Hay que ganarse la autoridad, no ser autoritario.