Cataluña

La investidura rompe a la CUP

Ada Colau y Oriol Junqueras maniobran en la sombra ante un posible adelanto electoral.

Anna Gabriel y David Fernández, durante Asamblea Nacional abierta que la formación celebra hoy en Sabadell (Barcelona).
Anna Gabriel y David Fernández, durante Asamblea Nacional abierta que la formación celebra hoy en Sabadell (Barcelona).larazon

Ada Colau y Oriol Junqueras maniobran en la sombra ante un posible adelanto electoral.

Un presidente en funciones acorralado política y judicialmente que necesita ser investido como sea. Una formación antisistema en plena guerra interna y dos auténticos amos de la situación maniobrando en la sombra. Éste es el convulso escenario que viven Artur Mas, la CUP, Ada Colau y Oriol Junqueras ante la Asamblea que hoy domingo celebran los radicales de extrema izquierda en Sabadell. Fuentes de la propia CUP definen así el inicio de su cónclave: «Máxima tensión y un porcentaje de cuarenta-sesenta a favor y en contra». La recta final de este debate, tres meses después de las elecciones catalanas, vaticina un evidente riesgo de ruptura según el desenlace final. Casi cuatro mil militantes, 3.577 para ser exactos, y un enrevesado sistema de votación, entre la mano alzada o voto secreto en urnas, que habrá de decidirse al comenzar la reunión, hacen impredecible cualquier resultado. En el entorno de Mas y dirigentes de Juntos por el Sí coinciden en el pronóstico: «Aquí puede pasar de todo».

Los distintos colectivos cuperos, agrupados en corrientes como Endavant, Poble Lliure, Crida constituyente y En lucha, afrontan la asamblea en un clima de profunda división. Un sector mayoritario, liderado por la número dos del partido, Anna Gabriel, considera el plan de choque social de los negociadores todavía insuficiente, y apuesta por «jubilar» del todo a Artur Mas con otro candidato. Los partidarios de no investirle admiten sin reservas que los resultados del 20-D, con el triunfo de En Comú Podem y su mujer fuerte, Ada Colau, permiten la oportunidad de articular un frente de extrema izquierda mayoritario con nuevas elecciones en el mes de marzo. Tal como avanzó este periódico, la alcaldesa de Barcelona sería la candidata de este bloque a la Presidencia de la Generalitat catalana.

Por el contrario, el sector moderado que respalda la investidura de Mas, encabezado por Antonio Baños y los cien ediles que han suscrito un documento de apoyo al «proces», ven en la formación de Ada Colau «un riesgo para el independentismo», dado que En Comú Podem apoya la celebración del referéndum de autodeterminación pero no claramente la secesión. Sin embargo, la alcaldesa está moviendo sibilinamente sus hilos, como lo demuestra su abstención la pasada semana en la Declaración Unilateral de Independencia aprobada en el Ayuntamiento de Barcelona. La moción pudo salir adelante gracias a la abstención de Colau, lo que se interpreta como un guiño a la CUP para planes futuros. «La ambición de Ada Colau no tiene límites», aseguran dirigentes municipales de la Ciudad Condal.

En medio de esta tensa pugna interna, otro protagonista mueve también sus piezas: Oriol Junqueras, que acaba de abandonar su puesto como alcalde de San Vicent dels Horts. Un gesto nada casual que ha levantado enormes suspicacias en el entorno de Artur Mas y Convergència. Fuentes de Esquerra Republicana admiten que el sector crítico le presiona para que deje caer definitivamente a Mas, sobre todo tras los resultados del 20-D, que consideran buenos, pero insatisfactorios. «La corrupción de Mas y Convergència nos ha pasado factura», dicen estos dirigentes. Liderados por los nuevos diputados en el Congreso, Gabriel Rufián, y Joan Tardá, y el concejal Alfred Bosch, son partidarios de «cargarse» a Mas y apostar por unas nuevas elecciones con Junqueras de candidato a la Generalitat. «Me dedicaré por completo al “procés”», afirmó Junqueras para justificar su decisión de abandonar el consistorio.

Los críticos de ERC habrían convencido a Junqueras de que ya no le interesa ser vicepresidente económico con Mas. «Si no hay dinero, ¿para qué quiere ese puesto?», se preguntan. Este sector opina que la coalición con CDC, dentro de Juntos por el Sí, les ha pasado factura el 20-D y robustecido a En Comú Podem y Ada Colau. Por ello, abogan por dejar caer a Mas y llegar a unas nuevas elecciones, con Oriol Junqueras de candidato. Alcanzar la presidencia de la Generalitat ha sido siempre la eterna aspiración del líder republicano, que atisba una legislatura muy breve, si finalmente Mas es investido por la CUP. «No dura ni un año», aseguran en ERC, por lo que ya no estaría tan clara la opción de un presidente títere, sin funciones ejecutivas, y las tres vicepresidencias en manos de Junqueras, Raül Romeva y Neus Munté. Esta opción es la manejada por los cuperos partidarios de la investidura que no quieren ser señalados como culpables de paralizar el proceso separatista.

El fracaso electoral de Artur Mas y su nueva marca, Democracia y Libertad, ha fortalecido mucho a los radicales de la CUP, que viven un durísimo y agitado debate interno. El sector contrario a la elección de Mas, liderado por Anna Gabriel, las corrientes Endavant, Poble Lliure, Crida y En lucha, plantea unas nuevas elecciones en Cataluña con Ada Colau de candidata a la presidencia de la Generalitat. Según fuentes de este grupo, la victoria de la extrema izquierda bajo las siglas de En Comú Podem ha sido histórica, convierte a Colau en la auténtica triunfadora y sería una aspirante «imparable» en unos comicios autonómicos. Los resultados de la marca morada, que arrasó en el área metropolitana de Barcelona, robustecen la figura de la actual alcaldesa, debilitan a Mas y los antiguos convergentes, y causan gran preocupación en Esquerra Republicana, dado que, aún triplicando el número de escaños, son superados por En Comú Podem. Por ello, dirigentes de CDC y ERC coinciden: «La CUP puede tener la tentación de coger todo el poder de extrema izquierda y llegar a la Generalitat».

Esta posibilidad es temida por ERC, que ha perdido muchos votos de izquierda a favor de los podemitas, quienes han arrasado en el llamado «cinturón rojo» barcelonés a costa del PSC y de la propia Esquerra. Si algo ha quedado claro el 20-D en Cataluña es que la batalla social se ha impuesto a la independencia, lo que provoca recelos en los republicanos. De ahí la decisión de Oriol Junqueras de dejar su ayuntamiento para volcarse en el «procés» y su carrera electoral a la Generalitat. Sus relaciones con Artur Mas siempre han sido ficticias, mientras en Convergencia nunca se han fiado totalmente de él. El republicano ha mantenido estos meses un calculado tacticismo y ve llegada la hora de jugar en solitario «para la etapa histórica hacia la independencia de Cataluña», dicen en su entorno.

Bajo este pulso interno de la CUP, las maniobras de Colau y Junqueras, quien vive una auténtica desesperación es Artur Mas. Los procesos judiciales en marcha, sobre todo el de la corrupción convergente, fuerzan sus concesiones a la CUP para ser investido. En el equipo jurídico que le asiste admiten que su defensa sería más fácil siendo presidente, lo que le lleva a intentar lograrlo «a costa de lo que sea». El problema es que este horizonte judicial es el gran impedimento para la negativa de la CUP. «No podemos tragar con el tres por ciento», dicen los radicales, que han hecho de la batalla contra la corrupción su bandera. Por ello, la tensión es enorme entre los cuperos que, en función del resultado, acabará produciendo una fractura. El manifiesto de apoyo de los cien ediles es visto como una provocación por el sector más radical. «El cisma está servido», apuestan los críticos a la investidura, que ven la oportunidad de entrar en La Generalitat y, desde allí, proclamar la definitiva desobediencia a las instituciones españolas y la República catalana. El futuro grupo parlamentario de En común Podemos en el Congreso, liderado por Xavier Domenech, supera en escaños a los convergentes y a la propia Esquerra, lo que motiva la actuación de Oriol Junqueras.

La Asamblea es incontrolable y nadie se atreve a un pronóstico. El radical, opuesto a la investidura de Mas, apuesta por unas nuevas elecciones en marzo con Ada Colau de candidata estrella. El otro, algo moderado, es favorable a la investidura de Artur Mas y una presidencia «coral» que le otorgue una mera función representativa, sin poderes ejecutivos, delegados en tres áreas, a cargo de Oriol Junqueras, Raül Romeva y Neus Munté. Es la tesis que apoyan el número uno del partido, Antonio Baños, con otros dirigentes como Josep Manuel Busqueta y Luis Jódar. Con la puerta abierta del llamado «cupayazo», dos tránsfugas a favor del voto a Mas, que permita salvar la cara a los antisistema. Según fuentes de la CUP el debate está enconado tras los resultados del 20-D, que dejan a Convergència en un pésimo lugar. «Mas no tiene salvación política ni jurídica», afirman en el sector radical de la CUP, frontalmente contrarios a la investidura y partidarios de unas nuevas elecciones, con Ada Colau en cabeza.

Por su parte, Oriol Junqueras mantiene una táctica de prudencia, pero son muchos en ERC quienes le ven lejos de «seguir jugando» con Mas. El 20-D ha dejado clara una bajada del separatismo ante el discurso de izquierda social, lo que provoca un giro en los mensajes de Junqueras. Así las cosas, el partido anticapitalista y revolucionario decide si rescata a Artur Mas o lo deja caer definitivamente. También si su estrategia abstencionista en unas elecciones españolas, que no considera suyas, le ha sido rentable con la figura al alza de Ada Colau, indiscutible vencedora de la extrema izquierda catalana.

La Asamblea se prevé larga y agitada. «De éstos se puede esperar cualquier cosa», dicen en la Generalitat y CDC. Con mayor prudencia se expresan en ERC, dado que Oriol Junqueras nunca ha tirado la toalla de llegar a presidente del Gobierno catalán. Si la CUP opta por el sí, la investidura se hará de inmediato con visos de provisionalidad. Y si triunfa el no, elecciones en marzo. En cualquier caso, desolador.