Investigación científica

La obesidad se gesta desde el cerebro

Descubren que la alteración de una proteína modifica el apetito

La obesidad se gesta desde el cerebro
La obesidad se gesta desde el cerebrolarazon

Descubren que la alteración de una proteína modifica el apetito

Una dieta excesivamente rica en grasas desestabiliza de tal manera el metabolismo que el organismo se vuelve incapaz de controlar la sensación de hambre y equilibrar la energía. Y, así, la persona entra en un círculo vicioso, más grasa consume, más hambre tiene, más engorda. Actualmente, los tratamientos contra la obesidad no invasivos son limitados y poco eficientes porque la enfermedad, ya considerada una epidemia por la Organización Mundial de la Salud, no se conoce por completo a nivel molecular. Sin embargo, el equipo liderado por Marc Claret, investigador del Laboratorio de Diabetes y Obesidad del Idibaps, ha dado un paso más para desentrañar ese círculo vicioso.

Tras la ingesta de alimentos, el tejido adiposo (la grasa natural) segrega una hormona, la leptina, que a través del riego sanguíneo llega al cerebro para indicarle que ya no es necesario seguir comiendo porque ya se ha consumido lo suficiente para que el cuerpo funcione correctamente. Investigaciones anteriores han demostrado que las personas obesas, a pesar de tener una gran cantidad de leptina en su sangre, desarrollan una resistencia a esta hormona. Así, la sensación de hambre no desaparece y la persona sigue comiendo aunque su organismo no lo necesite. La grasa se va acumulando en el cuerpo que no logra quemar toda esa fuente de energía. Pero, ¿por qué se produce esa resistencia a la leptina? Es lo que ha querido averiguar el equipo de investigadores liderados por Claret.

La leptina viaja del tejido adiposo al cerebro, como se ha comentado más arriba, pero concretamente lo hace hasta el hipotálamo donde se en cuenta con unas neuronas llamadas POMC. Son éstas específicamente las que median los efectos de la leptina, es decir, las que permiten que la sensación de saciedad se emita por el cerebro. Los investigadores del Idipabs sabían, también por estudios anteriores, que el retículo endoplasmático de las POMC, la parte de estas neuronas encargada de formar y liberar proteínas, presenta estrés constante en las personas obesas. Es decir, no funciona correctamente por lo que ni forma ni libera bien las proteínas que deben transmitir el mensaje de que «el cuerpo ya no tiene hambre». Ese estrés está en el origen de la resistencia a la leptina. Ahora bien, ¿en qué consiste exactamente ese estrés?

Observando de cerca las neuronas POMC de una persona obesa y, concretamente, el retículo endoplasmático, éste presenta una anomalía. En vez de estar unido a otra parte de la célula denominada mitocondria, no lo está. De ahí, su estrés y mal funcionamiento. La unión entre ambas partes la realiza, en las POMC, la proteína Mitofusina-2.

El equipo de Claret demostró que es concretamente la falta de esta proteína, la Mitofusina-2, lo que provoca que se desestabilice el metabolismo y se descontrole la sensación de hambre. Lo hicieron creando ratones transgénicos a los que se les eliminó esta molécula. Los ratones, obesos ya genéticamente, no dejaban de comer y seguían engordando. Sin embargo, corroboraron el efecto inverso, al eliminar con un fármaco el estrés del retículo endoplasmático. Los ratones dejaban de comer al saciar su hambre.

¿Por qué una dieta rica en grasas comporta una disminución de la Mitofusina-2 y, así, un mal funcionamiento del retículo endoplasmático? «Se está estudiando», apuntó Claret. Pero los resultados de la investigación abren la puerta a diseñar fármacos que eliminen el estrés de esa parte del hipotálamo y que se pueda controlar la sensación de hambre.