Bibliotecas y Museos

Una artista contra el mercado

El Macba acoge una retrospectiva de Charlotte Posenenske, icono del minimalismo europeo

Una visitante frente a las célebres chimeneas de cartón de Charlotte Posenenske que se pueden ver en su retrospectiva
Una visitante frente a las célebres chimeneas de cartón de Charlotte Posenenske que se pueden ver en su retrospectivalarazon

El Macba acoge una retrospectiva de Charlotte Posenenske, icono del minimalismo europeo

Cuando una artista convierte su obra en una declaración de principios, está claro que merece que se la escuche. Cuando una artista ve cómo nadie escucha su declaración de principios y que su obra no tiene hueco más allá de un juego estético arbitrario, entonces el desencanto sólo puede producir la revuelta absoluta o la rendición silenciosa. Cuando una artista como la alemana Charlotte Posenenske decidió dejar el arte porque veía que ésto nunca podría servir para cambiar el mundo, está claro que el arte perdió y el mundo con él.

Posenenske dejó el mundo del arte en 1968, en plena era de la revolución, sólo para obsesionarse con los estudios sociológicos y los discursos llenos de contenido pero vaciados de belleza, o sea de sentido. Pasó de ser una especie de Aristóteles a un perro que ladra. Está claro que el segundo sirve más para intimidar, pero no para convencer. Eso sí, su obra ya la había inmortalizado quisiese ella o no. Superó el minimalismo estético con un orgullo social que supo trasladar a la perfección a su obra. Su padre, judío, se suicidó cuando la artista tenía nueve años a causa de la persecución nazi. Ella tuvo que vivir oculta junto a su madre hasta el final de la guerra. Su visión del mundo estuvo marcada por el fuego. y su obra está marcada por el mismo fuego. Una lástima que no continuara con sus obras.

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) acoge hasta el 8 de marzo una gran retrospectiva a una de las artistas principales de la segunda mitad del siglo XX. Los primeros dibujos y pinturas, los relieves de aluminio y las esculturas modulares de la artista, fallecida en 1985 tras no superar un cáncer, ocupan el segundo piso del museo en una muestra que dibuja a la perfección el arte subversivo y radical de una Posenenske que vio cómo el arte sólo era un valor de mercado y quiso combatirlo con sus mismas armas. Su fracaso íntimo fue el triunfo ejemplar de lo que el arte ha de significar.

Nacida Liselotte Henriette Mayer, Posenenske fue alguien que desde un principio quiso desenmascarar la corrupción dentro del mundo del arte y para ello produjo obras sin límites de edición porque no quería piezas únicas sino compartir la autoría con los consumidores. Tanto es así que incluso si las vendía lo hacía a precio de coste, acabando con esa especie de juego bursátil que se había convertido el arte después de las vanguardias históricas. Voz crítica y clarividente, con piezas que recuerdan a conductos de ventilación, que tanto utilizaba el aluminio como el cartón, discutió las jerarquías y propuso que hubiera una conexión lúdica entre sus obras y quien las adquiría.

Bajo el título «Charlotte Posenenske: work in progress», la muestra pone en diálogo el edificio del Macba, diseñado por Richard Meier. Empezamos con su obra pictórica de los años 50, tras sus estudios de arte en Stuttgart. Paralelamente, trabajaba creando vestuarios teatrales volumétricos como los que creó para una representación de 1952 de la ópera «Turandot», de Puccini, confiriendo a cada personaje una presencia cilíndrica o poliédrica, como puede deducirse de los esbozos que se exhiben.

Vida en Nueva York

Llaman la atención sus cuadros escultóricos, que desarrolló tras un viaje a Nueva York en la primavera de 1965, realizados con papel o metal flexible arrugado o doblado. En otra de las salas, resaltan las obras de sus series A, B, y C, elementos monocromáticos de colores primarios, colgados en la pared, o colocados en el suelo en grupos de dos o más. O en uno de sus últimos trabajos, como «Drehflügel Series E», basada en sus dibujos, o la pieza «Serie E Grosser Raumteiler», consistente en dos tabiques adosados en las paredes, que pueden ser manipuladas por el público que acuda hasta el lugar, dándoles diferentes formas. Sin embargo, la “joya de la corona” son las piezas escultóricas con las claraboyas abiertas de la sala del museo, con mucha luz natural, que se refleja en las obras.