Política

Elecciones municipales

Ximo Puig, el barón suelto del PSOE

Ximo Puig, el barón suelto del PSOE
Ximo Puig, el barón suelto del PSOElarazon

Nunca ha ganado unas elecciones. Por eso algunos adversarios de su partido en la Comunidad Valenciana le apodaban «el perdedor». Pero la suerte de Joaquín Francisco Puig Ferrer cambió gracias a la izquierda de Compromís y Podemos. Con sus votos, logró ser presidente de La Generalitat de Valencia el 27 de junio de 2015, dejando atrás dos décadas de poder absoluto del PP. Un acuerdo antinatura, llamado el Pacto del Botanic, que ha tenido a Ximo Puig todos estos años en manos de Mónica Oltra, su vicepresidenta, la auténtica mandamás en el gobierno valenciano, y cuya formación se oponía claramente a un adelanto electoral. Pero el augurio de unos pésimos sondeos inclinaron la balanza y Ximo decidió unir su suerte a la de Pedro Sánchez en los comicios generales. Algo que, pese a las declaraciones públicas, no ha gustado mucho ni en Moncloa, ni en Ferraz.

Ximo Puig ha sido siempre un verso suelto en el PSPV, donde tuvo enfrentamientos con históricos compañeros como Jorge Alarte, Francesc Romeu, Manuel Mata y Joan Ignasi Pla. Nacido en Morella, Castellón, con un escaso currículum profesional que le llevó a ejercer de periodista en algunos medios informativos, llegó a ser alcalde de su ciudad, diputado en el Congreso y rival de su eterno enemigo, el alcalde de Alacuas, Jorge Alarte, en las primarias de los socialistas valencianos en 2008. Pero cuatro años después se alzó con la Secretaría General del partido y, pese a unos nefastos resultados electorales, llegó a la presidencia de La Generalitat valenciana con el apoyo de Compromís y Podemos que se repartieron la tarta del gobierno y Ayuntamiento de Valencia. El pacto de las izquierdas le dio el poder, pero en opinión del PP y Ciudadanos ha sido un mero «títere» en manos de la lideresa compromisa, Mónica Oltra, una mujer de rompe y rasga.

Sus relaciones con Madrid nunca han sido óptimas y sus veleidades catalanistas bien conocidas. Simpatizante de los llamados «Paísos Catalans», fue gran amigo del líder de ERC, Josep Luis Carod-Rovira, y colaboró con la Fundación Ramón Llull y Òmnium Cultural. Ha defendido siempre un acierta autonomía de Ferraz y nunca tuvo buena sintonía con los secretarios de Organización, Cipriá Císcar y José Luis Ábalos. Tampoco, pese a las apariencias, con Pedro Sánchez, a quien le ha cogido por sorpresa el anuncio de convocar elecciones el 28-A. Sabido es que el presidente del Gobierno, su núcleo duro y el resto de los «barones» territoriales no deseaban esta coincidencia, y mucho menos sus socios de Compromís. Pero Puig ha preferido no dar la cara en solitario y tirar del carro de Pedro Sánchez a lomos del PSOE nacional. Algo que desde la oposición tildan de «cobardía política».

Coqueto, miope y buen conversador, oculta su media calvicie con un peluquín de antología, que un día se quitó por sorpresa durante las tradicionales fiestas de las Fallas. Separado de Amparo Panadero, padre de dos hijos, mantiene desde hace tiempo una relación afectiva con la fiscal Gabriela Bravo, consejera de Justicia de su gobierno. Sus conexiones con Cataluña han sido constantes, partidario del diálogo con los separatistas, buen amigo de dirigentes de estos partidos y del PSC, algo muy criticado por otros «barones» socialistas, la cúpula de Ferraz y la oposición valenciana. Ahora, una vez más, ha ejercido de verso suelto ante el temor de quedar de nuevo como un perdedor, dadas las malas expectativas de la izquierda. Sin ningún rubor, ha decidido fiar todo su futuro político al de Pedro Sánchez, con quien el 28-A irá cogido de la manita.