Coronavirus

Las muertes que no recogen las estadísticas

«Infección respiratoria, sospecha de Covid-19». La falta de tests de detección en las residencias ha hecho que muchos decesos no figuren en el cómputo oficial

Furgonetas del ejército trasladan ataudes al Palacio de Hielo de Madrid.
Furgonetas del ejército trasladan ataudes al Palacio de Hielo de Madrid.Luis DíazLa Razón

Causa inmediata de la muerte: insuficiencia respiratoria. Causa inicial o fundamental: infección respiratoria, sospecha de Covid-19. Así reza el parte de defunción del padre de María Fernández (nombre ficticio), que era usuario de una residencia del distrito madrileño de Moratalaz. María ha decidido alzar la voz para denunciar la cantidad de defunciones que se están dando en estos centros de mayores sin que conste el coronavirus como desencadenante. «El número oficial de muertos me parece una tomadura de pelo y también que se pasen un mes diciendo que van a mandar tests a las residencias», dice. Una de las doctoras encargadas de la atención de los usuarios le confesó que esta circunstancia es común en una gran parte de las residencias de la región.

El padre de María falleció el pasado 1 de abril y, en ese momento, los responsables de las instalaciones no habían recibido ni un solo test de detección. «Están absolutamente desbordados», reconoce esta mujer. Allí, los responsables detectaron que algunos usuarios empezaron a presentar síntomas respiratorios a finales del mes de febrero. En un principio eran tres los afectados: «Los ingresaron en el Gregorio Marañón, y a ellos se sumó un cuarto. Fallecieron los cuatro». Hasta el momento, sostiene, han sido los únicos usuarios de la residencia que han perdido la vida oficialmente por el brote de Covid-19.

El 8 de marzo, los responsables del centro emitieron un comunicado en el que daban cuenta de la situación en la que se encontraba la residencia. Entonces ya eran 40 los ancianos que presentaban síntomas. «Ese fin de semana, el del 14, efectivos de la UME fueron a desinfectar las instalaciones. Entre tanto, una parte importante del personal se iba dando de baja, bien por presentar síntomas o, como dice María, por miedo: «Han contratado gente a través de una empresa de trabajo temporal, pero ya te puedes imaginar cómo es el tratamiento que dan a los ingresados unas personas que no tienen experiencia y que no los conocen».

«En una de las ocasiones en las que me llamó una doctora para decirme que estaba ya muy malito me dijo que habían muerto 30 residentes en el último mes, pero que solo se había diagnosticado a cuatro», recuerda María. Dos duras semanas de lucha pasó su padre hasta que la enfermedad pudo con él. Había estado doce años en la residencia en compañía de su esposa, que en estos momentos continúa en el centro. Padece alzhéimer. María no puede poner nombre propio a un drama que se extiende por toda la región, el de las residencias de ancianos al que los test no llegan y que impide a sus empleados tomar las medidas de aislamiento necesarias.