Historia viva

Veneno en el corazón: el legado de la transexual más conocida

En el cuarto aniversario de la muerte de Cristina Ortiz, repasamos sus luces y sus sombras a través de los lugares que marcaron su paso por la capital de la mano de su amiga Juani; de Ivane, una joven trans; y de Rita Maestre, la concejala que reclama la reposición de una placa en su honor

Ibane, Juani y Rita Maestre. Distintos rostros, diferentes historias para plasmar la vida de La Veneno.
Ibane, Juani y Rita Maestre. Distintos rostros, diferentes historias para plasmar la vida de La Veneno.G. Pérez / C. G. Santos / C. PastranoLa Razón

Excesiva, sin pelos en la lengua, rastreadora de cariño –aunque en ocasiones erró el tiro, como todos–, ansiosa por darlo y, sobre todo, una mujer que desde pequeñita le hizo un corte de mangas al destino que estaba previsto para ella. De puertas afuera, entraba en un plató de televisión como un elefante en una cacharrería con poderío y descaro. Para ella no había otra. Eran sus únicas opciones si quería sobrevivir a su manera. De puertas para adentro, en la intimidad, quizá se mostrase más frágil y vulnerable, como un animal herido, que seguía sin cicatrizar sus heridas que todavía soltaban pus. Es posible que estas palabras sean algunas pinceladas de Cristina Ortiz, La Veneno. La persona que en 1996 hizo visible a las mujeres trans en horario de máxima audiencia en la televisión. Este lunes se conmemoró en el Parque del Oeste –el lugar donde ejerció la prostitución y del que dijo que era el sitio donde fue más feliz–, el cuarto aniversario de su fallecimiento, cuyas causas siguen siendo una incógnita, sin que se sepa aún si fue un deceso accidental, un asesinato o, como dice el refrán: «Entre todos la mataron y ella sola se murió».

Se eligió ese sitio porque allí el anterior gobierno municipal puso una placa que poco tiempo después desapareció a manos de los que no veían con buenos ojos ese homenaje póstumo. Estuvo presente Rita Maestre, la portavoz de Más Madrid en el Ayuntamiento. Tenía ocho años cuando La Veneno hizo su primera aparición televisiva. «En ese momento era algo lejano para mí, pero llegó a formar parte del imaginario colectivo». Los primeros recuerdos que le vinculan con Ortiz parten de un concepto: telebasura, programas que «llevaban personajes para chirriar y que generasen escándalos y eso a mí no me hacía ninguna gracia porque era una exhibición muy dura y dolorosa para esas personas como, por ejemplo, La Veneno». E insiste: «Yo no disfrutaba viéndola; al revés, me producía tristeza por el uso espurio que hacían de ella. Y no es que ella fuese de víctima, pero para mí era duro. El homenaje del pasado lunes fue una reinvicación de una mujer con sus luces y con sus sombras».

Memoria social

Curiosos y Admiradores frente a la placa dedicada a Cristina La Veneno, situada en el Paseo de Camoens.@Cipriano Pastrano
Curiosos y Admiradores frente a la placa dedicada a Cristina La Veneno, situada en el Paseo de Camoens.@Cipriano PastranoCipriano Pastrano DelgadoMadrid

A vueltas con la placa de la Veneno –la Junta municipal de distrito Moncloa Aravaca se ha comprometido a reponerla a partir de una propuesta de Más Madrid–, Maestre cree que hay otra «memoria histórica social y humana de Madrid, y ella forma parte, porque esta ciudad esta llena de muchas personas, a lo mejor sin tanta trascendencia, pero que son importantes para mucha gente. Sufrió mucho para ser mujer y hay que valorarlo». Y no solo la transición física que vivió, también todo lo que vino después. «Hay que conocer su trayectoria para que ninguna trans vuelva a ser apedreada, ni sufra vejaciones o sea violada. El presente tiene que ser mejor». Maestre añade otro matiz que descubrió gracias a la serie creada y dirigida por los Javis, que está disponible en ATRESplayer. «No creo que muchos supieran su historia familiar, que fue una fuente de rechazo y de odio. También hay que reivindicar la comprensión y el apoyo de las personas más cercanas hacia las hijas y hermanas que toman esta decisión».

Juani fue amiga de Cristina, como la llama. En el momento de contactar con ella, pide que se le llame un poco después porque esta viendo en una cadena de televisión testimonios de personas que arremeten contra La Veneno, al tiempo que buscan unos minutos de gloria mediática. «¡Ay, hija, qué pena, qué pena!», dice. Acepta a hablar, aunque continuamente interrumpe la conversación para pedir, por favor, «que no tergiverses mis palabras ni escribas algo malo que yo no he dicho porque la quería mucho».

Se hicieron amigas en 2011. Quedaban con frecuencia en la Puerta del Sol ‚«ahí echábamos el rato, charlabámos de nuestras cosas y nos reíamos». De Cristina solo tiene buenas palabras: «Me trataba con respeto y cariño, como yo a ella. Nunca oí de su parte ni una mala palabra y jamás discutimos. No había malos rollos. Éramos amigas, ni la veía como rival ni la juzgaba. Quería transmitirle buenas vibraciones y darle paz interior. ¿Hablar malamente de alguien? Ni una vez. No era creída para nada y muy ‘’sensiblota'’».

Se muestra rotunda cuando se le pregunta si Cristina estaba falta de cariño. «Como todo el mundo, pero primero hay que aprender a quererse a sí mismo. Yo, desde que hago yoga, soy otra persona porque profundizo en las personas, no me quedo en lo superficial».

En esas tardes de charloteo, de hablar de todo y de nada, mientras veían pasar la vida desde la Puerta del Sol, Juani saca del cajón de los recuerdos algunas anécdotas. «Alguna vez aparecía vestida como aparecía en la televisión y se formaban colas de personas que querían hacerse una fotografía con ella y era feliz. ¡Con 50 años y ese cuerpazo! Era simpática, nunca se negó a posar con un fan y bailaba, se reía... fue muy generosa». Su opinión sobre el tránsito en la televisión es clara: «Era hipnótipca, tenía un carisma especial, no se podía dejar de verla».

Juani , amiga de La Veneno, posa en la Puerta del Sol de Madrid donde quedaban para charlar.
Juani , amiga de La Veneno, posa en la Puerta del Sol de Madrid donde quedaban para charlar.CONNIE G. SANTOSLA RAZON

En el corazón de Juani está la última vez que la vio. Fue en la firma del libro biográfico que escribió Valeria Vegas, «¡Digo! Ni puta ni santa. Las memorias de La Veneno». «Al verme se levantó rápidamente para que nos dejaran pasar y me lo regaló. Me dijo: ''Toma Juani, para tí. Quien quiera tener el libro que se lo compre''. No la volví a ver, porque tenía sus giras...». Fue en octubre de 2016. Años más tarde se reencontró con ella participando en varios episodios de ATRESplayer y cita en los que participó con orgullo. «¿Me has visto? Participé con mucho gusto por mi amiga». ¿Y cómo sentiría ella ahora este reconocimiento? «Donde esté ella seguro que lo ha visto, el cuerpo se muere, pero el espíritu no, seguro que estará bailando».

Toca hablar del presente y del futuro, de las personas trans como Ivane. Con 21 años está inmersa en su proceso y afirma que con La Veneno tuvo sensaciones contradictorias. «Fue un ejemplo de visibilidad, que era necesario, pero al tiempo estaba en una dinámica que no controlaba. La tele se aprovechó de ella y su imagen no estaba bajo su control. No es una inspiración al cien por cien, no por ella sino por el contexto. Se metió en un espectáculo visceral, aunque jugó sus cartas muy bien».

Ibane posa en Tetuán, el barrio dónde vivió La Veneno.
Ibane posa en Tetuán, el barrio dónde vivió La Veneno.©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

Incompresión

Ivane piensa que, con los años, la sociedad, a pesar de algunos, ha evolucionado. «Ahora hay más posibilidad de contar nuestras historias. Las redes sociales han transformado todo». Ella se ha ganado tener la suerte de cara, aunque admite que «al ser blanca y trabajar en una empresa que todos te aceptan, ni siquiera tuve que salir del armario, no he tenido esa presión que sufrió La Veneno». Sin embargo, el camino no ha sido fácil, sobre todo en el ámbito emocional, porque Ibane ha hecho el triple salto mortal: es una mujer trans a la que le gustan las féminas. Y comenta lo difícil que es encontrar pareja. «Hubo una que me destrozó, me sentí incomprendida y necesitaba amores a mi lado que me ayudasen a soporta este peso». Después, habla de esa mochila que condiciona la vida: la necesidad de aceptación. «Es brutal, porque conoces a personas que te quieren cambiar y eso es muy peligroso». De La Veneno se queda con «la alegría de no caer en los mismos errores». Y les manda un recadito a los heterosexuales hombres: «Tienen que aprender quién es una persona valiosa más allá de su condición».