Teatro familiar
Un espectáculo sobre Paco, el perro más famoso de Madrid
El Teatro Español recuerda con una obra para todos los públicos la historia de la mascota de la capital en el siglo XIX: comía en los mejores cafés y tenía un asiento reservado en la plaza de toros
Corría el mes de octubre del año ochenta y pocos dos siglos atrás. En la esquina de la calle de Alcalá con la de la Virgen de los Peligros el bullicio de las tertulias empezaba a enredarse con el olor a comida recién servida allí donde uno de sus incondicionales comensales estaba llamado a ser fugazmente alcalde de Madrid. Y como adivinándolo, a su entrada en el café de Fornos, el que sigue siendo el perro más famoso de la historia de la villa fue directo a sus pies. Y aunque en otra ocasión la historia podría haber acabado con un camarero indignado echando al can del restaurante a patadas, aquel día otoñal decimonónico, Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogoraya, se dejó cautivar por el animal y no solo le ofreció un hueso, sino que también le bautizó con el nombre de Paco.
Desde entonces, los encuentros entre ambos a la misma hora y en el mismo lugar se convirtieron en una costumbre y Paco en una mascota querida por todos: de perro callejero sin dueño a perro adoptado por el pueblo, de símbolo del costumbrismo del último cuarto del siglo XIX a protagonista de una particular versión del espectáculo de variedades en el siglo XXI.
A petición de Veranos de la Villa, la compañía madrileña Yllana ha recuperado la leyenda de Paco para ponerla sobre el escenario con una propuesta apta para todos los públicos. Escrita y dirigida por Joe O’Curneen, «No todo son pulgas: memorias y desmemorias de un perro famoso» es una obra en la que la música, el canto, el humor gestual y hasta el verso y el habla popular se funden en una interacción con el público que despertará la carcajada y la ternura de cualquiera.
Y es que, aunque sobre su aspecto se sabe que era de pelaje oscuro y poco más, sobre el carácter de Paco quedaron muchas líneas escritas en las crónicas periodísticas de la época, estando documentado el cariño que sentían los madrileños y madrileñas por este simpático animal. Paco no solo comía y cenaba en los cafés más concurridos de la capital, también solía asistir al teatro e, incluso, llegó a tener un asiento reservado en la plaza de toros de Madrid, donde, una fatídica tarde de verano, recibió la estocada de un matador que no supo lidiar con la presencia del can en la arena.
Nunca se recaudó dinero suficiente para hacerle una estatua allí donde fue enterrado en El Retiro, pero ahora y hasta el 25 de julio, un divertido juego de polifonías escénicas le rinde homenaje en el Teatro Español.
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