Entrevista
Mariam Hernández: «Las mujeres tenemos el mismo derecho al placer que los hombres»
Llega al Teatro Amaya de Madrid «¡Oh, mami!», una comedia de finales felices
¿Cuántas señoras del cuarto no habrán experimentado nunca el placer? ¿Cuántas mamás en el parque lo son sin haber pasado antes por el orgasmo? ¿Cuántas mujeres en el mundo esperan entre resignadas y avergonzadas a que llegue de una vez su final feliz? Mariam Hernández responde poniendo un ejemplo y sin pelos en la lengua: «Cualquiera sabe dibujar muy bien una polla, pero nadie tiene ni idea de cómo dibujar un coño». Y así, la actriz abre el melón de los tabúes sexuales en torno a los que gira, pero no exclusivamente, «¡Oh, mami!», obra de la que es coprotagonista y a partir de la que sigue reflexionando: «La masturbación masculina está socialmente más naturalizada y consentida que la femenina, sobre la que nosotras mismas seguimos teniendo cierto pudor a la hora de hablar libremente, lo que es una pena, porque el sexo es una forma de disfrute a la que las mujeres tenemos el mismo derecho que los hombres».
Escrita por Oriol Vila y dirigida por él mismo junto a Raquel Salvador, la comedia «¡Oh, mami!» se estrena en Madrid el 3 de septiembre en el Teatro Amaya, y promete ser una alocada historia en la que, pese a lo que pueda parecer y tal y como asegura Mariam Hernández, «el sexo no es el tema central, sino el detonante, la excusa para tratar otras muchas cosas como la libertad, el empoderamiento y la felicidad».
Maribel es una mujer con la fuerza que solo tienen las líderes, madre por puro trámite y emprendedora valiente. Es ella la que ha convencido a sus dos amigas de abrir juntas una pastelería especializada en magdalenas o, como se dice ahora, una «tienda de cupcakes», que suena mucho más rompedor. Pero, a pesar de su poder de captación de la atención cuando habla, el personaje que interpreta Mariam Hernández en «¡Oh, mami!» tiene una debilidad: «Cuando se enamora pierde el control, se emborracha, se choca contra las esquinas y, aunque es ella la que les hace abrir los ojos a las demás y la guía del grupo, cuando le gusta un hombre, no es capaz de seguir sus propios consejos».
Y ahí es cuando entra en escena Jordan,un masajista americano interpretado por Octavi Pujadesal que la repostera novel conoce por casualidad, pero que pronto le pondrá la vida patas arriba. «Maribel va a descubrir un placer extremo, algo que nunca había experimentado, y se lo cuenta a sus amigas, porque quiere compartirlo con ellasy con sus vecinas, quiere que todas lo disfruten también», justifica a su personaje la actriz. Y es que, lo que hará Maribel aprovechando que el negocio de las magdalenas no da los frutos que esperaba, es añadir un servicio nuevo a la pastelería gracias al que, dice Mariam Hernández, «el barrio se convertirá en un lugar mucho más pacífico y divertido»: una sala clandestina de masajes con final feliz, ¡y solo para mujeres!
El resto del reparto de la obra lo conforman Betsy Túnez y Miguel García Borda, que interpretan a una pareja de personas muy diferentes que se aman y adoran, pero a los que no les gustan las ataduras; y Joana Vilapuig y Max Marieges, poniéndose en la piel de un matrimonio a la antigua, en el que el hombre sigue llevando las riendas de la relación. Todos juntos consiguen hacer de un texto lleno de dinamismo una obra sobre el escenario capaz de conectar a distintas generaciones, pues, dice Mariam Hernández, «el autor logra transmitir un mensaje de mucho peso a través de algo muy cotidiano y desde el punto de vista de personajes con los que la gente se va a sentir identificada».
¿Que cuál es ese mensaje? «Además de una comedia hilarante, intrépida y muy rápida, yo veo de manera clara una lección de feminismo en esta obra que habla de liberación femenina, de mujeres que quieren elegir quiénes ser, cómo y con quién, y no solo sexualmente, sino en la vida en general», lanza la actriz. Porque «¡Oh, mami!» va de finales felices, sí, pero de todos los finales felices que se merecen esas señoras del cuarto y esas madres del parque que siguen esperando por él, con y sin masaje.
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