Entrevista
Morat: «La fiesta de Madrid nos hizo olvidarnos de empacar una vez la maleta. Metí solo unas medias»
Han llenado el Wizink y el Real, conocen bién la noche de la capital y han descubierto en ella el amor a primera vista. Y es que ven a Madrid como su «segunda casa»
Dicen que cuando uno llega a Madrid, ya es de la capital. Morat, o lo que es lo mismo: Martín, Simón, Isaza y Villa encontraron en esta tierra su «segunda casa». Así la consideran desde que vivieron casi un año y en la que hicieron buenos amigos. Y es que, del «cómo te atreves a volver», ellos se han atrevido y han llenado el Teatro Real, el Wizink Center o la plaza de Callao. En su «¿A dónde vamos?», aseguran que «no hay trago que sepa tan bien, como tus labios en Madrid...», dando fe de que existe el amor a primera vista y que las calles de la ciudad son testigo de ello. También le han llegado a lanzar a Madrid una petición: «Acuérdate de mí». Lo pidió Simón, después de contar cómo nació esa canción, en la que «uno siente que ha llegado demasiado tarde a la vida del otro» y donde, con ello, es como si le pidiera una tregua al tiempo.
Estando de fiesta con unos amigos, a Martín se le «terminó la fiesta escalando, así como diez veces más de lo que tenía que escalarse» y al día siguiente, se le olvidó hacer la maleta. «No sé cómo empaqué que, cuando me di cuenta había metido solo unas medias, y eso fue culpa de una alta fiesta en Madrid que me costó volver a comprar ropa para poder vestirme en la gira». El resto de la ropa se quedó en la capital.
El gato de Cheshire en Alicia en el País de las Maravillas decía que da igual qué camino tomar si uno no sabe dónde quiere ir, que con caminar lo suficiente llegará a algún lugar. Pues eso es lo que hace Morat: «Nos pasa todo el tiempo, lo de caminar lo suficiente cuando no había plan. Siempre te encuentras lugares sorprendentes, y nos ha pasado aquí», aseguran. ¿Y cuánto tiene Isaza del sombrerero loco? «Tendría una dosis interesante de locura, un cuatro en una escala de diez».
La banda colombiana asegura que «hemos viajado muchas horas para ver a alguien solo un minuto», que «las redes sociales» son su arma de distracción masiva y si no hubieran sido músicos a Simón le hubiera gustado ser periodista, a Martín trabajar en la dirección de arte y Villa «habría sido feliz haciendo muchas cosas. Me habría gustado jugar al fútbol, pero no tengo el talento, ejercer la ingeniería, la historia, la política... Trabajar en la NASA».
Para Morat hay algo que «no han terminado por olvidar» de su paso por la «ciudad de la Luz». Villa recuerda que fue en el primer concierto que dieron en el Wizink Center con Paulina Rubio. «Pasamos de tocar en un bar de Bogotá y de ahí nos meten en el Wizink. Paulina se demoró más tiempo en salir y nosotros estábamos sobre el escenario, quietos, ante 15.000 personas y no sabíamos qué hacer. Fue una de las cosas más terroríficas, treinta segundos sin saber qué hacer es demasiado tiempo».
En sus canciones juegan con el símil ortográfico y pasan de «En coma», al punto final. ¿Qué pasa con los puntos suspensivos? «Cuando no hay puntos suspensivos es que ya se pusieron en su momento. Si la coma es una pausa y los puntos suspensivos son una pausa más larga, hay que borrarle dos. Las pausas nunca son malas en la vida. Pero muchas pausas son tóxicas». Y Villa confiesa que él borró un par de puntos suspensivos en su vida.
«Idiota» es otra de sus canciones y Simón confiesa que cuando más se ha sentido así es cuando decidió tomar clases de matemáticas en la universidad porque todos sus amigos eran matemáticos y que sus pesadillas recurrentes son «que se me caen los dientes», dice Villa. La de Simón es que le cortaba un brazo a su hermano Martín y éste sueña a veces que alguien le persigue y no puede gritar, no me sale la voz. ¿Y si fueran ministros? Se pedirían la cartera de Cultura, Medio Ambiente o a Simón le parece «chévere» la mujer, igualdad, inclusión y diversidad.
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