Obras maestras

Un Velázquez o un Murillo para aprender matemáticas en el Prado

La Comunidad de Madrid fomenta el uso de la pinacoteca del Museo del Prado como recurso pedagógico más a través de unos cursos para docentes

«El Jardín de las Delicias» de El Bosco es el favorito de los visitantes del Museo del Prado, incluso por delante de «Las Meninas» de Diego de Velázquez
«El Jardín de las Delicias» de El Bosco es el favorito de los visitantes del Museo del Prado, incluso por delante de «Las Meninas» de Diego de VelázquezBallesterosEFE

España y en concreto la capital, cuentan con un patrimonio exorbitado. Herencia de su pasado, la obligación de transmitirlo a las generaciones futuras está en nuestra mano y no hay mejor forma de hacerlo que conociéndolo y utilizándolo. Por este motivo, la Comunidad de Madrid quiere fomentar que la pinacoteca con la que cuenta el Museo del Prado sea un recurso pedagógico más para la educación madrileña, analizando los múltiples sentidos que tienen las obras con las que cuenta e ir más allá de su apariencia. Para ello, ha puesto en marcha dos cursos de formación con el fin de que los profesores utilicen las obras de arte en las aulas. Bajo el título «Las obras maestras del Prado como recurso multidisciplinar», este primer proyecto está dirigido a profesorado de todos los niveles y especialidades con el que no se busca enseñar a los docentes cuáles son las obras maestras, que ya conocen, sino la forma de utilizarlas interdisciplinarmente. Así como, el refuerzo que implican las obras de arte y los museos dando un apoyo a una materia desde las bellas artes o desde el punto de vista estético para estudiar matemáticas, filosofía, óptica, fotografía, actualidad, historia, literatura…

«Muchos alumnos cuando escuchan hablar de obras maestras, les tira un poco para atrás. Con este curso vamos a ver de manera didáctica y amena, por qué son obras maestras, qué tienen que las diferencie de otras y cómo podemos además de ver, leer y pensar en cada una de ellas», señala Enrique Pérez Pérez, Técnico del Área de Educación del Museo del Prado y ponente de este primer curso a LA RAZÓN. Una actividad práctica y lúdica destinada al profesorado para su utilización con el alumnado. Es decir, a través de él los docentes obtendrán ideas, pautas y herramientas para que las utilicen cuando lo consideren necesario, aplicadas a la materia que imparten y al nivel con el que trabajen. «A través del arte podemos llegar y plantear todo. Es la fiel imagen de una época, de una realidad y del conocimiento que se tenía entonces. Por lo tanto, nos va a servir para ir a un sitio u otro y trabajar con esos elementos», señala Pérez.

Además de potenciar la creación del conocimiento. «Se trata de jugar y entretener, pero también de aprender conceptos. Con todo esto se busca que el profesor fomente que los alumnos aprendan, hablen, debatan e intercambien opiniones», explica. A partir de los múltiples significados que tienen las obras, más allá de la apariencia, es lo que puede enriquece el sistema educativo y lo que los museos y el arte pueden aplicar y aportar a la educación. «Queremos romper la barrera de que los museos son aburridos y lugares donde hay cosas bonitas y bien hechas. Si bien eso es verdad, hay mucho más que es a dónde queremos llegar», apunta a este periódico.

El Museo del Prado cuenta con una serie de obras de arte que se prestan mucho a esto. Por ello, han llevado a cabo una selección de todas ellas para destinarlas a trabajar distintos aspectos y que, conociéndolas en profundidad, se puedan trabajar esas cuestiones o empezar a hablar de otras cosas que no se han tratado antes. Dentro de esas cuestiones se abordan obras maestras desde determinados puntos: un ejemplo podría ser la aplicación de las matemáticas. Concretamente los conceptos de las proporciones y el pitagórico del número –de donde salen las proporciones- a partir del Diadúmenon de Policleto, escultura que se puede ver en el propio museo. El escultor compone el cuerpo de este atleta multiplicando el tamaño de la cabeza siete veces y media por el cuerpo. Dando como resultado la proporción perfecta, es decir, la combinación de los números que los antiguos pensaban que era la proporción exacta.

Otro ejemplo son las pinturas de Adán y Eva de Alberto Durero. Dos joyas del arte universal y las primeras donde aparece un cuerpo humano desnudo, a tamaño real y donde las proporciones son exactas gracias a esta combinación. Esta aplicación de los números, se puede utilizar y aplicar al concepto de aprendizaje y de las matemáticas a través de la obra de arte y sacar conclusiones. «Estas obras nunca podrían ser tan perfectas si los autores no hubiesen sido auténticos matemáticos en el desarrollo de las proporciones de cada uno de los elementos del cuerpo», señala Pérez.

Dirigido a todos los docentes de la Comunidad de Madrid, el plazo de inscripción para esta actividad formativa estará abierto hasta el 20 de diciembre. Este primer curso se desarrollará los días 11, 13, 18, 20, 25 y 27 de enero y 1 de febrero desde las 17 hasta las 20 horas. La segunda de las actividades de formación lleva el nombre de «Educación en valores a través de las obras de arte», y propone a los profesores diversas obras de arte como mecanismo para expresar las emociones y los sentimientos. El objetivo de este curso es crear un ámbito de reflexión para el alumno en el que se pueda comprender la realidad y mejorar así, la convivencia, la solidaridad y el respeto. El estudio de estas obras lleva a la reflexión de la sensibilidad, el aprendizaje de la educación en valores o la importancia de una imagen para transmitir mensajes éticos, cívicos y morales. Este curso se desarrollará los días 19, 26 de abril; 3,10,17,24 y 31 de mayo, de 17 a 20 horas y tendrá entre otras ponentes a Astrid Rodríguez, psicóloga e inspectora de Educación, que junto a Enrique Pérez han analizado para LA RAZÓN alguna de las obras seleccionadas para los cursos.

«Las Meninas» de Velázquez

Es el cuadro por excelencia. La obra maestra del pintor del Siglo de Oro español, Diego Velázquez. Según el análisis de Astrid Rodríguez para LA RAZÓN, el valor más representado en esta obra es la creatividad a través de sus once personajes –con los que se puede educar niveles básicos de matemáticas-, así como la técnica de la observación para identificar a cada uno de sus protagonistas. «También destaca la inteligencia naturalista a través de la incorporación de un animal y cómo el pintor se representa a sí mismo en el cuadro», añade. Destacar el pensamiento divergente, la necesidad de ampliar la mirada para ver sus diferentes personajes y el siguiente valor: la familia. Un ambiente de hogar, tranquilidad y seguridad. «A día de hoy Las Meninas han traspasado el cuadro, se ha dado importancia a quienes eran las acompañantes de la Infanta Margarita y esto, a su vez, permite un conocimiento de su historia», apunta Pérez. Actualmente se han convertido en un símbolo, se trabajan de manera aislada y qué mejor manera que integrarlo en un cuadro, en la historia de un pintor español por excelencia y que permite trabajarlo como un personaje más de la historia.

«El jardín de las Delicias», de El Bosco

Es la obra que gusta a todo el mundo y la favorita de los visitantes del Museo del Prado. Es más, prefieren irse sin ver «Las Meninas» antes que este cuadro. Todo el mundo entiende esta obra con una riqueza de expresiones muy importante pero nadie la sabe interpretar, confiesa Pérez. «Piensan que es de carácter religioso y aunque es evidente lo presente que está, realmente se realizó para ser una obra educativa», señala. El autor pretendía que ante ella se sentasen los docentes a charlar y debatir sobre lo que veían. Sobre la cantidad de personas y circunstancias que están reflejadas en el cuadro y sacar una conclusión de cada una de las escenas.

En ella se encontraba la educación del Príncipe, del político, de la persona que va a ejercer el poder: ese fue el objetivo para el que se creó. «Eso que hacían los maestros entonces, es lo que a través de los cursos se propone al profesorado de ahora, que con esta obra se enseñe la pedagogía educativa y se fomente el debate. Si un alumno ve una obra de hace quinientos años y es capaz de relacionarla con elementos actuales, aprenderá y lo valorará mucho más», apunta el ponente de «Las obras maestras del Prado como recurso multidisciplinar».

«Fusilamiento de Torrijos»

Antonio Gisbert creó esta obra en 1888, tres cifras fáciles para recordar y trabajar la memoria. Tal y como apunta Rodríguez, tenemos capacidades cognitivas para trabajar, además de valores como la sensibilidad. Para la psicóloga, el más trabajado con este cuadro es el valor del heroísmo. «En este ámbito se trabaja desde el momento histórico que representa, en el que no hubo un juicio previo antes de su fusilamiento – siempre en base a la edad de los alumnos-, hecho que vinculan con la ausencia de justicia y su necesidad para poder proceder a un hecho que en la actualidad lo relacionarían con el derecho a la vida. Así como los derechos humanos que hacen que en la actualidad no se produzcan hechos de esta índole», explica.

Ese heroísmo reflejado se puede vincular al siglo XXI, con que los jóvenes sean valientes y capaces de pedir ayuda cuando vean que alguien está sufriendo actos de violencia. Que la valentía no implica ponerse en medio pero sí de pedir ayuda a las autoridades. Además de desarmar la creencia de algunos jóvenes, que consideran que pedir ayudas les convierte en «chivatos» y que es mejor callarse ante estas situaciones. «Este cuadro permite ver todo lo que no se hace actualmente, que ha habido un avance y también destacar la lucha por la libertad de ese tiempo. El valor de ser libres y de que queremos seguir siéndolo», concluye.

«Los niños de la Concha» de Murillo

Para Astrid Rodríguez este cuadro de Bartolomé Murillo es el claro reflejo de la amistad, «y qué mejor valor para enseñar en un centro educativo que este». El autor representó al niño Jesús sonriendo, un detalle muy importante según esta psicóloga, pues la Madre Teresa decía que: «La Paz comienza con una sonrisa». En la obra dos niños comparten un momento de compañerismo, en el que uno ayuda al otro a satisfacer una necesidad que puede tener. Le da de beber agua a través de una concha y la simbología de este objeto es evidente: está presente en Juan el Bautista que también da de beber, en el Camino de Santiago o en la fachada de la Casa de las Conchas de Salamanca. Así como el cordero de Dios representado en un cordero que también aparece.

Una lectura religiosa a la que añadir el valor cultural que se conoce a través de esta. La religión es tradición y cultura; y es primordial no olvidar nuestros orígenes. A raíz de estas reflexiones, los alumnos establecerán un debate sobre las diferentes culturas y religiones que pueden reflejarse en las obras y cuál es la relación entre unas y otras. «En España hay un vínculo cercano con las religiones precolombinas, así como los antiguos dioses que están perfectamente representados en el Museo de América», señala Pérez. El vínculo con los museos del patrimonio nacional madrileños es fundamental para completar la formación.

Las otras obras maestras del Museo