Opinión

Las últimas cabinas

Una teléfono público cubierto de anuncios
Una teléfono público cubierto de anunciosJes�s G. FeriaLa Razon

Es grato observar que todavía existe gente que aguarda con ilusión la llegada de los Reyes Magos. En los tiempos que corren, que tres tíos barbudos se te cuelen en casa no le gusta ya a casi nadie. Aunque sea para dejar regalos. Si encima llevan capas reales, ni te cuento. A nadie le pillaría desprevenido que Melchor, Gaspar y Baltasar cometieran el error de colarse en el domicilio de un podemita y acabaran dando con los huesos en la celda de alguna comisaria suburbial, junto a toda la recua de camellos y tres atracadores con Covid. El mundo ha cambiado tanto que hasta las cabinas sobran ya en las aceras. El 2022 levanta el telón retirando un mobiliario que Inglaterra ha logrado convertir en tradición y España, en su tradición, solo hemos conseguido que perdure como chatarra. Los británicos son tíos listos que saben que no existe nada más moderno que lo que triunfó ayer, pero nosotros todavía no hemos asumido esa catequesis y consideramos que lo moderno es lo que vendrá mañana. Los Sex Pistols hicieron más por el futuro con ropa de saldo que los matados de los Hombres G con su jersey a rayas. Los de Johhny Rotten metieron tres imperdibles a unas camisetas con más moho que una canción de Julio Iglesias y unos cuantos cosidos a tres pantacas que hasta en el rastro madrileño considerarían un timo, y los chavales marcaron época. En España no hemos aprendido que la estética no es para que los objetos sean bonitos, sino para que cuando queden obsoletos aún sean admirados. Los ingleses, en cambio, han aprendido que un país no se fundamenta en su parlamento, sino en los principios de una estética compartida. Como son las cabinas rojas británicas, que no las retiran ni en Escocia, no vaya ser que el horizonte de las Hihglands pierda parte de su encanto.