Entrevista

Beatriz Carvajal: «¿No tengo derecho a bailar en una discoteca por mi edad?»

La actriz presenta «Otra vida», una obra en la que se muestra la energía, alegría y las risas a partir de los 70 años

La actriz Beatriz Carvajal.
La actriz Beatriz Carvajal.Enrique CidonchaLa Razón

Beatriz Carvajal dice que ella no es vieja, que está «usada». Lo cuenta en la rueda de prensa de la obra que estrena, «Otra Vida», y arranca las risas de los presentes. Se ha curtido con una larga carrera y con un humor imperturbable por el paso del tiempo, como el que tenía su padre. «Murió con 87 años y nos seguía provocando carcajadas», dice en privado, unos minutos después.

Cuando era joven, la actriz madrileña ni siquiera se planteaba que llegaría a cumplir los 72 años. «Quizás tampoco hay que hacerlo, acaba llegando». Lo explora en la representación que se estrena el 3 de marzo en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, el aprovechar los ratitos con aquellos que han vivido más y tienen anécdotas y nostalgias de júbilo.

«Nos vendría mejor dejar el móvil un ratito y escuchar a esas mentes lúcidas de 80 años», recomienda. Le horrorizan las mesas de enganchados, de cabezas bajas y dedos pegados al los aparatos. «Es una soledad absurda», declara.

Contra el desamparo, el jolgorio. «Yo he cerrado Madrid muchas veces», recuerda sobre unas veladas que terminaban con las primeras luces, a las seis de la mañana. Unas cuantas las pasó en su bar de copas, en la Plaza de Santiago. Se llamaba «Corazón loco» y era un espacio donde se reunían compañeros de profesión hasta el cierre, o incluso apuraban cuando echaban la persiana.

«Yo no me drogaba, me tomaba un whisky, cogía un taxi y a la mañana siguiente estaba estupendamente para ir a trabajar». Priorizaba la diversión sin sobrepasarse; ahora lo hace, pero de otra manera.

«Lo decimos en el teatro; los porteros no dejan entrar a las personas mayores o nos miran mal, ¿qué pasa? ¿No tengo derecho a bailar en una discoteca por mi edad?», se queja para defender su autonomía en el movimiento. En realidad, ella no ha sido nunca muy bailona y prefiere quedarse en su casa, tomarse una copa de vino, charlar con amigos.

El trabajo, a cualquier edad

Las arrugas no han sido un impedimento a la hora de ejercer. «Puedo hacer de cualquier cosa menos de trapecista. Yo seguiré en esta profesión mientras mi cabeza y mis piernas me lo permitan. Trabajo no me falta».

En esta ocasión, le acompañan Jesús Castejón, Juan Gea, Beatriz Arjona y bajo la dirección de Oriol Tarrason, quien se inspiró en su abuela Consol; que al cumplir los 70 años pidió que se la llamara Solange.

Una obra que se desarrolla en una residencia de ancianos, pero podría ser en una de estudiantes, pues el espacio es solo un espacio. Una historia que trata de la vitalidad; de que la vida se para cuando uno quiere.

Por eso, Carvajal hace de una mujer decidida, de un soplo de aire fresco que sigue siendo un remolino de sensaciones. Porque no se termina, es el inicio de algo nuevo: su propio bautizo, la decisión de que la llamen como ella quiere.

A causa de oportunidades como esta, la actriz asegura que cada vez hay más papeles para gente de su edad, y cada vez ganan más espacio las mujeres, percibe que la sociedad se atreve.

Ha pasado por la televisión, por el programa «Un, dos, tres... responda otra vez», series como «La que se avecina»; por el teatro, como «El hotelito» de Antonio Gala o por películas como «Brujas», junto a Ana Álvarez y Penélope Cruz. «Yo me adapto», defiende.

Lo que no haría porque lo dejó aparcado «hace 40 años»: el mundo del humor. Le gustan las obras que tienen de todo un poco: «Momentos que te tocan la patata y otros que te sacan una carcajada». De hecho, el premio que «más bonito» para ella fue el Fotogramas de Plata que le dieron en 1999 por «Misery». «Hacía de una esquizofrénica», rememora sobre una creación basada en la famosa novela homónima de Stephen King.

Lo más grande para la madrileña es hacer miles de personajes, aprender de ellos y que crezcan dentro de ella. «Aparecen cosas nuevas». Ella se prepara para lo que venga y aprende también a usar las nuevas tecnologías, ya que, bien empleadas, son «una herramienta maravillosa».

Ella se prepara para cualquier novedad. En las redes se expresa como en la calle: «He enseñado a mis hijas a vivir con esa libertad, a ser currantes y a no recurrir a insultar a la gente. Además, lo que yo comparto en internet nunca es una mamarrachada».

- ¿Qué le gusta de ser madrileña?
- Que no preguntamos de dónde eres. La ciudad está hecha de gente de fuera. También me gusta nuestra historia.
- ¿Tiene algún especial que le guste de la ciudad?
- En realidad ya no. Me gusta ir donde me lleven mis amigos. Y a mi casa, que está en Las Rozas. Me alegra que me visiten.