A pie de barrio
Las “lideresas” que mandan en Villaverde: “Nos gusta envejecer con locura”
Reconocen «no callarse ni debajo de las piedras». Las dos “cármenes”, Fe, Juli o Manuela. Un ejemplo de activismo, feminismo y comunidad
«Fortalecemos lo que nos une y respetamos lo que nos separa». Esa es la filosofía de mujeres que reconocen «no callarse ni debajo de las piedras» y que han venido a desmontar tópicos. «Lideresas» nació de un proyecto piloto del Ayuntamiento de Madrid en 2014. Fue una propuesta a un grupo de mujeres que no se conocían pero que aceptaron el reto de impulsar y mejorar los centros de mayores. La razón de esta iniciativa fue un estudio que revelaba la diferencias entre hombres y mujeres mayores en las juntas directivas de estos espacios. Los centros estaban dirigidos por varones y, sin embargo, había más presencia femenina. ¿Por qué entonces son ellos quienes llevan la gestión?, coincidieron todas en preguntarse. Ese fue el comienzo de «Lideresas» en el distrito de Villaverde, cuando nadie era consciente de que este grupo iba a ir mucho más allá, hasta convertirse en un fenómeno objeto de estudio.
Mari Carmen Martín declara ser rebelde por naturaleza. Desde pequeña le costó mucho asumir un rol de persona servicial frente a su familia, por ejemplo, negándose a limpiarle los zapatos a su hermano por el hecho de ser mujer. Lamenta darse cuenta de que, al casarse, las mujeres han estado condenadas a ocupar ciertos espacios. «En Lideresas aprendimos que la participación es un derecho como ciudadanas y como individuas». Mari Carmen asegura que su objetivo es disfrutar de toda aquella labor que desempeñe y supo, junto al resto de compañeras, vencer las resistencias: «Empezamos a caminar y descubrimos que en Villaverde, como en el resto de distritos de Madrid, se hace ciudadanía. La gente se mueve para cambiar la realidad y mejorar sus condiciones. Nosotras no nos podíamos quedar en casa esperando a que nos dieran las cosas hechas. Hicimos talleres de formación, nos incorporamos a los centros sociales de Villaverde, luego llegó el programa de radio…».
Mari Carmen admite que no son, ni mucho menos, las salvadoras del mundo, pero sí que van sembrando semillas para ir creciendo: «Nuestra forma de hacer parte de la generosidad. Somos mayores y afortunadamente tenemos nuestra pensión garantizada. Pero observábamos en los encuentros vecinales que cada entidad barría para casa, tenían sus proyectos y sus tareas hasta que quedaban en el olvido. Por lo tanto, partimos del discurso de permanecer unidas y compartir entre todas las entidades sociales de Villaverde. Cada barrio tiene su personalidad y desde la transversalidad planteamos fortalecernos en conjunto». Pese a que no se dedican a política sino a lo social, entienden que lo personal es político y, por ello, han asumido lo colectivo como una responsabilidad propia: «Trabajamos desde la diversidad en un distrito multicultural, donde conviven muchas lenguas y tratamos de integrarnos con esa gente que viene y de la que recibimos cultura, a la vez que reciben nuestra acogida».
La experiencia de la vida
«Las mujeres tenemos que dejar de ser invisibles, sobre todo las mayores que venimos de cuidar a nuestras familias y donde siempre nos han dicho lo que teníamos que hacer», cuenta Mari Carmen. Estas «lideresas» no conocieron la universidad ni crecieron entre intelectuales, sino que son autodidactas que estudiaron, y lo siguen haciendo, de lo que la vida les ha ido dando. En contra del edadismo, «me moriré aprendiendo», dice Mari Carmen. Eso sí, si algo tiene claro y no le cabe la menor duda es que ni ella ni el resto son nuestros mayores: «Yo no soy de nadie», sostiene.
«Desde que estoy con ellas me quiero más, antes no me paraba a pensar y ahora en cambio me siento empoderada. La relación que tenemos es muy fuerte porque hemos vivido muchos momentos juntas. Yo no tenía estas ideas, no estaba politizada, ni contaba con experiencia en comunicación, era muy raro hablar de feminismo. Luego te das cuenta de que algo teníamos dentro de nosotras, lo que pasa es que no lo sacábamos porque era una educación muy diferente. Lo digo siempre, yo siempre he leído que tenías que ser la niña buena, la hija buena, la hermana buena, la pareja buena, la madre buena… Es lo que a mí me inyectaron por vena. Una vez fui a terapia y se me preguntó si yo era buena o tenía que ser buena; eso me dio que pensar», cuenta con cierto orgullo Carmen León.
Manuela Gómez, quien coincide con las palabras de Carmen León, confiesa estar encantada con el paso que dio en 2014: «Había cosas que no sabía ni que existían y de las que no tenía conocimiento, sobre todo las que se refieren al feminismo y a los derechos de las mujeres. Notaba que ciertos temas eran injustos, pero no sabía cómo nombrarlos ni gestionarlos». En el barrio las llaman de muchos sitios para ayudar y participar en distintos proyectos y los reciben con ilusión y disposición de aprender: «Si podemos, ahí estamos sin poner pega. Cada día es algo nuevo», comenta Manuela. Y es que, atendiendo al viejo proverbio de «nunca es tarde si la dicha es buena», alguna de ellas ha descubierto que todos poseemos aficiones, y todavía es posible encontrarlas. Fe Ransanz, a sus 73 años, con los que se siente muy satisfecha, comenta: «Ha sido un reto personal. Estoy a favor del feminismo y de darle más visibilidad a las mujeres, sobre todo, a las más mayores. También me he dado cuenta que hacer radio es algo que me encanta y pienso que el mundo de la comunicación es la mejor forma de hacer eco. Cuando yo era pequeña las mujeres no pintábamos nada, ahora incluso a partir de cierta edad se está muy relegada. Estos motivos me inspiran a seguir luchando, pues pese a que no tenga estudios académicos, tengo los que da la vida, mi edad y mi experiencia».
Uno de los asuntos por los que están peleando actualmente es en contra de la soledad no deseada y el tipo de atención que reciben las personas mayores. En palabras de Juli Miranda, que se incorporó un año más tarde (2015): «Reclamamos atención sobre las personas mayores. Que todas las mujeres se hagan notar, tengan opinión, se hagan ver y no se encierren en casa. Nosotras no nos jubilamos, siempre hay alguien que reclama (presente de indicativo) nuestra atención».
Las Lideresas de Villaverde comparten la filosofía de que la utopía es necesaria para poder caminar. A día de hoy, y a pesar de haber recibido numerosos premios, siguen teniendo las contradicciones que el feminismo plantea cada día y haciéndose preguntas. Aceptan que son diferentes entre ellas y discrepan en muchas materias, pero que cuando a una de ellas le duele la pierna, el dolor es de todas. Sus cabezas van al compás de los tiempos y sintonizan en que quieren envejecer de forma diferente, aplicando mejoras a través del cooperativismo, desde lo local a lo global y viceversa. Y una máxima: «Nos gusta envejecer con locura».
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