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Juan López-Tagle: una obra para reflexionar sobre el teatro y sus fantasmas

El actor Juan López-Tagle acaba de estrenar «La Última Noche», la cual nace de un profundo estudio de la obra de William Shakespeare

Entrevista actor Juan López Tagle
Entrevista actor Juan López TagleAlberto R. RoldánLa Razón

La de Juan López-Tagle no es una vocación al uso. Empezó a actuar cuando, para muchos, llegaba tarde. Pero eso no ha impedido a este actor madrileño ni triunfar ni encontrarse con la realidad de la su profesión. Pero vayamos al principio. López-Tagle comenzó a formarse como actor cuando, después de varios años dedicándose a estudiar ingeniería, se dio cuenta de que aquello no iba con él. Tres años más tarde, tuvo una segunda epifanía: «Me di cuenta de que aún no sabía todo lo que debía saber». La solución: hacer las maletas y trasladarse a Nueva York a seguir con esa formación. Mereció la pena. «A la vuelta comenzó mi etapa profesional», dice a LA RAZÓN. «Empecé a buscar trabajo y comenzaron a surgir los primeros anuncios y los primeros papelitos en televisión. Después comencé a armar los primeros proyectos como director», explica. Entonces fue cuando llegó su exitosa versión de «Mucho ruido y pocas nueces», en el que le acompañaron actores y actrices «que a día de hoy son estrellas de la tele y de Netflix».

Esta experiencia, a su vez, le abrió el camino a un nuevo proyecto, la docencia, el cual compagina con seguir actuando. Ha interpretado a Giovanni en la serie de Amazon Prime «Pequeñas coincidencias», y, en estos últimos 10 años, con su compañía, Mesina Troupe, ha hecho mucha labor de enseñanza, ha dirigido dos o tres montajes... Pero «La última noche» es especial. La ha reestrenado ahora en la sala Nueve Norte, en pleno Malasaña, después de su enorme éxito. «Aúna las tres cosas: la faceta de director, de escritor y de actor para contar la historia», explica. «Mi amor por la interpretación no es cosa de niños», continúa. «A lo largo de mi carrera me he encontrado con muchos actores y actrices que sí tenían esa vocación desde muy pequeños, pero no es mi caso», reconoce. Aunque en la obra, indica, «contamos una pequeña mentirijilla respecto a esto. Yo me di cuenta bastante mayor, durante un viaje a Estados Unidos», relata.

«La Última Noche» es, de esta manera, el resultado de una gran inquietud: la de representar y poner en escena lo que supone tener una carrera artística, lo difícil resulta. «El gran espectador ve a los actores que salen en las series y las películas, pero no saben todo lo que hay detrás de haber llegado hasta ahí», señala. «Es realmente muy difícil. Hay muchos actores y actrices que no pueden trabajar. Y es un proceso muy complicado». Más aún cuando se trata de algo tan vocacional. Una vocación que, cuando se ve frustrada, casi se transforma en un fantasma. «Lo he aunado además con mi faceta de profesor y de haber investigado sobre Shakespeare». Así, queriendo unir las dos cosas, acude al proceso que vive el personaje de Hamlet, a quien se le aparece el fantasma de su padre y, a partir de ahí, desgrana un debate psicológico muy potente. «Lo he ido descubriendo a lo largo de estos diez años, porque todo lo que vive Hamlet es muy parecido a lo que le puede pasar a un actor al que le cuesta conseguir sus objetivos».

Y es que el teatro, en Madrid, no es fácil. Así lo reconoce este actor y director, que hace 17 años viajó a Nueva York, dejando atrás un panorama teatral era muy diferente. «En aquel momento me parecía algo realmente alejado llegar a estar en el círculo del Teatro Nacional, por ejemplo. Aquí hay mucha separación entre el teatro público y privado», señala. En Nueva York, sin embargo, «estos espacios pequeños tienen mucha más importancia». «En Madrid deberían tener más importancia, darle el prestigio que merecen», añade. Sin embargo, reconoce que «la culpa» es compartida. «Es una cuestión de los creadores, por asumir la parte que nos toca, de no producir contenido lo suficientemente valioso. Es una cuestión también de cultura teatral. La gente tiene menos costumbre de ir al teatro. El 80% de la gente va al teatro una o dos veces al año. Y eso no sé si hay alguna manera de cambiarlo», explica. «Por otro lado, es muy difícil para los teatros es muy difícil rentabilizar las inversiones». Madrid, sin embargo, sí tiene algo positivo: «estamos todos los creadores aquí, y es muy bonita toda la sinergia que se crea, además de la gran oferta que hay. Realmente se pueden hacer mil planes cada semana, vivir mil aventuras culturales si se buscan». Y merece la pena, porque el teatro es, en realidad, la verdadera manera de dejar atrás los fantasmas del espectador, pero también del actor.