Delitos

Las cartas del perdón de menores condenados: “Mi peor error ha sido agredirte sexualmente”

La RAZÓN accede a estas misivas, que forman parte de la terapia de los menores agresores que cumplen condena en centros de la Comunidad de Madrid

Carta de uno de los menores
Carta de uno de los menoresLa Razón

«Hola María. Sé que a día de hoy no quieres hablar conmigo ni saber nada de mí. Y mucho menos verme la cara. Es normal. Entiendo que pienses de esa forma después de todo lo que pasó hace dos años. He cometido más de mil errores en mi vida, pero el peor de todos fue haberte agredido sexualmente; tenía que haberte respetado cuando me dijiste el primer «no» y no haber insistido más, pero fui tan imbécil de seguir con la tontería de no saber respetar un «no» cuando me lo dicen, de malinterpretar todo... Siendo honesto, ese día no tuvimos que haber quedado, me sentía mal porque discutí con mi familia y, en vez de hablar con alguien y desahogarme, me lo callé y me refugié en el alcohol, bebiendo como un loco sin importarme nada. Después de mucho tiempo, me siento muy mal por haberte agredido, malinterpreté todo lo que me dijiste, pensé que cuando me decías eso de que “hiciese lo que me diese la gana” era que me estabas dando permiso para follar contigo, que quería que te diese placer. Pero me equivocaba. No es siempre como uno piensa, hice mal en aprovecharme de alguien que no es consciente de lo que hace y ahora estoy pagando las consecuencias de mis actos». Es parte de la carta escrita por uno de los menores que cumplen condena en el Centro de Ejecución de Medidas Judiciales Teresa de Calcuta, de la Comunidad de Madrid. Forma parte de la red de centros de la que dispone la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (Arrmi), dependiente de la Consejería de Justicia, a la que corresponde la ejecución de las medidas adoptadas por los jueces a la hora de aplicar la Ley sobre la responsabilidad penal de los menores. A este centro, en concreto, van a parar aquellos que cometen delitos contra la libertad sexual (suponen el 1%) y, normalmente, cumplen condena en régimen cerrado.

El centro de ejecución de medidas judiciales de internamiento tiene programas para rehabilitación de agresores sexuales, salud mental y drogas y lo de escribir a sus víctimas una carta que nunca les llega al buzón, es un ejercicio que pone prácticamente fin al programa. Se desarrolla en la fase final, en los módulos en los que se trata la empatía hacia las víctimas y la prevención de recaídas en un momento en el que los participantes están ya bastante encaminados y adoptan un discurso autocrítico, tal y como explica Elena Serrano, jefa del equipo técnico del programa.

«Esta parte es un ejercicio que les remueve mucho porque se abren en canal y expresan todo los que han aprendido en el programa, todo lo que ha supuesto para ellos el haber sido agresores y el pedir perdón a sus víctimas. La carta no se envía, es un trabajo introspectivo y de expresión emocional», expone Serrano.

Otra de las cartas de los menores
Otra de las cartas de los menoresLa Razón

Aunque también aclara que hacer este ejercicio tampoco es una cuestión sencilla porque cuesta ordenar las ideas: «Suelen tener mucho cacao y les cuesta expresar sus ideas sin que suene a justificación o que trasladen otro mensaje que no es realmente el que quieren transmitir. Así, partimos de una carta inicial y vamos ordenando las ideas y vamos identificando lo que son justificaciones».

En el centro Teresa de Calcuta de la Comunidad de Madrid cumplen condena una decena de menores. La mayoría hace su vida dentro de sus instalaciones. Por la mañana estudian formación reglada, o bien hacen talleres ocupacionales, aunque a veces sus estudios los pueden desarrollar fuera del centro. Es el único momento del día en el que pueden salir, aunque depende del régimen que establezca el juez.

Ya por la tarde realizan actividades deportivas y los programas específicos de reeducación. Los jóvenes se reúnen para hacer una terapia grupal semanal de dos horas de duración, pero también tienen sesiones con el psicólogo que pueden ser semanales o quincenales.

Cuando uno de estos jóvenes llega al centro, la primera fase consiste en una cuestión determinante para poder abordar un cambio: se trata de reconocer los hechos y, a partir de ahí, comienza la terapia grupal. «Sé que lo que te hice no estuvo bien y que tampoco tiene justificación y mucho menos perdón alguno; te prometí protegerte en todo momento y no cumplí mi palabra. fui el capullo que se cargó este cuento de hadas y, siendo honesto, ni tú ni nadie se merece lo mismo que te hice hace dos años», admite en una carta otro de los jóvenes que se encuentran en el programa.

Luego, se empiezan a trabajar otras cosas: «la autoestima, que generalmente es baja, las relaciones afectivo sexuales, las distorsiones cognitivas. Cuando comenzamos, no tratamos de entrar en cada caso en concreto en las terapias grupales, tratamos de analizar situaciones comunes para crear un clima de confianza» , detalla la responsable del centro. Los propios jóvenes reconocen los avances que hacen: «En el centro me están ayudando mucho para no repetir nada malo nunca más, a tomar mejores decisiones, a controlar mis impulsos, a conseguir los estudios y a poder trabajar más adelante. Estoy trabajando muy duro para no volver a cometer errores, y menos con la gente a la que quiero», relata otro de los menores interno por agredir sexualmente a su hermana.

«A día de hoy, me encuentro en un centro en el que me están ayudando en un montón de cosas, entre ellas, a arreglar mis problemas, a sacarme mis estudios para llegar a ser alguien en un futuro, a controlar mis emociones, pero, sobre todo, a mejorar como persona», expone otro en una de las cartas a su víctima a las que ha tenido acceso LA RAZÓN.

Más agresores sexuales

¿Hay más agresores sexuales que hace unos años? Serrano asegura que en los últimos años han observado un ligero aumento, aunque en esto considera que tiene que ver el hecho de que la gente está más preparada que en el pasado para identificar y denunciar abusos y por eso han aumentado los casos. Sin embargo, opina que en esto nada tiene que ver el hecho de que los jóvenes de hoy tienen un mayor acceso a la pornografía. «No creo que sea por este motivo, porque en la adolescencia lo que se busca es experimentar y conocer, por eso es importante formarles». La causa principal de estos comportamientos está en «la mala educación, en cómo proyectan ellos esa necesidad de explorar y de búsqueda de identidad, si no les facilitamos información. Nos encontramos que en muchas familias sigue siendo un tema tabú hablar de sexualidad».

Así, paralelamente al trabajo que se hace con los menores, también se hace otro con las familias ya que, cuando los jóvenes cumplen su condena, a fin de cuentas la familia es su ámbito de socialización. «Es muy importante trabajar en la familia y, a veces, se sienten culpables de los estilos de crianza que han podido llevar con sus hijo o de no haber podido hacer una supervisión de su comportamiento. Es importante darles pautas porque va a llegar algún momento que el chico salga y tienen que tener pautas para tener relaciones basadas en la confianza con sus hijos».

Serrano asegura que han tenido casos difíciles y menores muy rígidos en su comportamiento, pero la mayoría sale con la idea de que lo que han hecho ha sido muy grave y son capaces de ponerse en el lugar de las víctimas. Y eso queda reflejado en el final de las cartas que no van a ningún buzón de correos, pero que son el mejor reflejo de un cambio.

«Me siento enfadado conmigo, triste porque me llegué a cargar una amistad que podría haber llegado a algo más, pero sobre todo, me siento avergonzado por el daño que te llegué a causar; nunca pensé que llegaría a ese punto. Mira, sé que lo que te hice estuvo muy mal y no tengo justificación y mucho menos perdón alguno. Sólo espero que algún día podamos olvidar y puedas perdonarme por el daño que te hice. Lo siento de todo corazón», escribe uno de los menores. Unos sentimientos idénticos a los que pueden leerse en otras cartas: «Seguramente no podamos volver a ser la familia feliz que a mí me gustaría, no es fácil apartar ni olvidar todo lo que te hice. Sólo espero que podamos tener una relación en la que no te haga sufrir y podamos ser los hermanos de siempre. Pero sé que necesitas tu tiempo y que, quizás, nunca volvamos a tener la misma relación. Sólo espero que algún día seas capaz de perdonarme para así poder perdonarme yo. Te quiero mucho», escribe otro joven a su hermana.

El 80 por ciento conoce a sus víctimas

►El 80% de los agresores sexuales son conocidos por sus víctimas y no tienen antecedentes penales. Es la conclusión del estudio realizado por las universidades de Jaén, la Complutense, la Carlos III y la de Valencia por parte del grupo para el estudio de las Violencias Sexuales (Sexviol). En total se analizaron 178 sentencias de la Audiencia Provincial de Madrid a lo largo de dos años.
Por otra parte, la memoria de la Fiscalía correspondiente al año 2021 pone de relieve que los delitos que afectan a la libertad sexual crecen a un ritmo imparable. En este punto la Fiscalía alertó de que «más allá de moralismos, de la «despreocupación y banalidad» con la que se afrontan las relaciones sexuales entre adolescentes, no solo es que haya «comportamientos altamente hipersexualizados a edades muy tempranas, sino que esto acaba en casos de abusos sexuales». Solo el año pasado se registraron 216 en la Comunidad. Como consecuencia de esto, ha habido un incremento de enfermedades de transmisión sexual entre adolescentes.