Defensa personal

Pilar, profesora de autoprotección femenina: “Aquí entrenamos, pero nuestro escenario es la calle”

El Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha, por sexto año consecutivo, su Programa de Autoprotección para mujeres en colaboración con la Federación Madrileña de Lucha

Curso de defensa personal para mujeres
Curso de defensa personal para mujeresGonzalo Pérez MataLa Razón

Es sábado por la mañana en un centro deportivo de Madrid. En una de sus salas comienzan, poco a poco, a entrar mujeres de todas las edades. Madres e hijas. Amigas. En realidad, no hay nada que las una entre sí, ni responden a un perfil concreto. Tan solo un detalle: todas ellas, en algún momento de sus vidas, han tenido miedo. Y, por ello, se han congregado aquí esta mañana para asistir a uno de los cursos del Programa de Autoprotección que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha por sexto año consecutivo en colaboración con la Federación Madrileña de Lucha. Durante este último trimestre de 2022 y el primer semestre de 2023, en jornadas de 4 horas, las enseñarán a defenderse ante situaciones de peligro en los Centros Deportivos Municipales e Instalaciones Deportivas Básicas de toda la capital.

“Hace bastantes años tuve un percance, así que, desde entonces, busco este tipo de cursos”, dice S., una de las mujeres asistentes. “En aquel momento conseguí tener la frialdad necesaria para actuar y salir de esa situación, pero cuando vi este curso del Ayuntamiento me interesó porque todas podemos ir a clase o a trabajar muy temprano, volver a casa solas… A mí me pasó caminando por la calle a las 10 de la noche, así que ahora me parece muy importante esa sensación de ir más segura”, añade. Pilar Rodríguez y Viviana Chávez son las profesoras de protección personal femenina que están impartiendo este curso concreto, y saben muy bien de lo que habla S. “Con estos cursos de autoprotección lo que se pretende es aportar una serie de recursos o herramientas a las mujeres para que puedan anticiparse a situaciones de peligro, y, en caso de que ya estén inmersas en él, saber salir de esa situación”, explica Chávez. “Creo que es importante saber estas cosas dado los tiempos que vivimos”, asevera.

La clase comienza con un calentamiento. Las mujeres dan vueltas a la clase cada vez más rápido: primero caminan, después trotan. Buscan un aumento del ritmo cardiaco no solo para comenzar a hacer ejercicio, sino, sobre todo, para aprender a controlar la respiración. “Algo muy importante que enseñamos es el control en situaciones de estrés, y lo hacemos de varias maneras”, explica Chávez. “Puede ser desde una relajación muscular, si es una situación más tranquila, pero lo más parecido es a cuando hacemos ejercicio, que se acelera la frecuencia cardiaca, y luego, a través de la respiración, la vamos bajando”, dice. “Nosotras empezamos calentando, y, en el momento que las mujeres están agitadas, ponemos en marcha el control de la respiración para lograr bajar esa frecuencia cardiaca y lograr que el miedo no nos inmovilice”, apostilla. “Es una forma de control, pero en movimiento”.

“Id fijándoos en la compañera de delante y la de detrás, que no os dé vergüenza”, dice Rodríguez. “Estar atentas es importante”, explican las profesoras, ya que “a pesar de que vamos a aprender técnicas de autoprotección, lo principal es que tomemos medidas de prevención”. “Hay que ir prevenidas cuando vamos por la calle”, continúa Chávez. “Hay que ir observando el entorno. A veces vamos caminando hablando por el móvil y vamos abducidas, pero tenemos que ir también atentas a lo que pasa alrededor, porque, a veces, incluso a plena luz del día podemos tener un problema. Y, la única manera de anticiparse, es ir atenta del entorno, con los cinco sentidos activados, lo cual no quiere decir que no pueda ir escuchando música, por ejemplo. Yo suelo llevar un casco, pero lo que no hago es aislarme totalmente”, explica. Entonces, a partir de esa anticipación, “lo que hago es evitar una situación mucho más extrema. Porque, como hemos dicho, el control del estrés es importante. Pero, para no tener que llegar a utilizar las técnicas lo que hago es usar la observación”.

“Yo soy venezolana”, dice otra de las participantes, “y en mi país convives con estas situaciones día a día, así que tú sola aprendes a defenderte o a detectar estas cosas”. Sin embargo, reconoce que, cuando llegó a España, “me confié demasiado”, pero, al vivir en el centro de Madrid, “donde hay mucha gente, donde hay mucho ambiente de fiesta… al final, he tenido muchas situaciones desagradables”. Si bien no han llegado a ser de peligro, “precisamente porque hay mucha gente alrededor y porque he tenido esa intuición para salir de ello si noto algo raro”, cuando vio estos cursos del Ayuntamiento no se lo pensó dos veces. “Creo que no pierdo nada por aprender de verdad a defenderme, porque he tenido suerte hasta ahora, pero quizás mañana ya no la tenga”.

“Que las mujeres sepan protegerse a sí mismas permite que, cuando comienzan a practicarlo, no solo presenten una mejora en lo que es la técnica, sino, sobre todo, que se ven empoderadas, mejora la autoestima”, señala Chávez, “porque cuando lo vamos practicando descubrimos cosas de las que creemos que no somos capaces, y sí que lo somos. Entonces, es una actividad que da mucho a nivel físico, pero también psicológico y emocional. Y, el conocimiento en sí, siempre suma”. “Las mujeres tenemos un poco ese concepto de que ‘si no me está haciendo tanto como para tener que defenderme’, no me defiendo”, dice Rodríguez.

“Muchas veces enfocamos la autoprotección al momento en el que nos están agrediendo, pero ni muchísimo menos tiene que ser así”, afirma, y recuerda que “si yo no quiero una cosa, no tengo que pasar por ella”. Por ello, “no hay que esperar a que te den una patada o un puñetazo. Si me cogen de la mano, por el motivo que sea, y yo no quiero, me suelto. No dejo que vaya a más”. De hecho, en algunas ocasiones, al impartir estos cursos en colegios, Rodríguez ha presenciado cómo hay niñas que dicen “es que no me ha pegado” para explicar por qué no se han defendido. “¿Cómo es esto posible? Se trata de no llegar a que te agredan”, dice Rodríguez. “Si yo no quiero, no me coges, y me voy a soltar en condiciones y de manera automática. No se trata de luchar, sino de soltarse, y para ello enseñamos unas técnicas que son muy sencillas y que, además, funcionan”, asevera.

Del mismo modo, las monitoras señalan que siempre que se piensa en estas situaciones de peligro “creemos que va a ser un desconocido”. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de las agresiones provienen de una persona del entorno de la víctima. “Yo tuve una pareja hace unos años que me pegó dos veces”, relata otra de las mujeres asistentes al curso. “La primera vez me quedé paralizada, no supe reaccionar. La segunda, sí reaccioné y le denuncié”, continúa. Sin embargo, su experiencia en este tipo de situaciones no acabó ahí. “Luego me pasó otra cosa: la pareja de mi madre intentó abusar de mí. Me pude esconder encerrándome en el baño de mi casa, y también lo denuncié, pero las órdenes de alejamiento han expirado, así que ahora mismo tengo miedo, sobre todo porque ambos viven cerca y alguna vez me los he encontrado”, explica. Este es el tercer curso de este tipo que hace. “Es muy importante porque se trabaja la autoestima, te da la seguridad de qué hacer para no quedarte paralizada”, añade. Rodríguez, que lleva 14 años siendo profesora de esta actividad, confirma que tiene un factor psicológico “importantísimo”. “Aquí entrenamos, pero el escenario es la calle. Y nos preparamos para lo que podamos encontrar allí, aplicando técnicas muy sencillas, pero muy útiles”, asegura. “El aprender a manejar ese bloqueo emocional nos parece importantísimo, porque podemos sabernos la técnica perfectamente, pero en una situación de estrés, nos bloqueamos”, explica. Es algo, según dice, que “nos puede pasar a todos”, por lo que “hay que saber cómo tratar ese bloqueo para poder aplicar lo que hemos aprendido y salir de esa situación lo más airosas que sea posible”.

No tener miedo
Estos cursos no están pensados, tal como señala Viviana Chávez, “para que las mujeres cambien sus vidas ni de que vivan con miedo, porque de lo que nos defendemos no es culpa nuestra”. Se trata, sin embargo, “de que seamos conscientes de que existe el peligro y de que diseñemos nuestro propio itinerario: si voy a trabajar temprano, si vuelvo tarde… Que pueda seguir con mi vida, pero poniendo unas medidas que me ayuden a proteger nuestra integridad física o, incluso, nuestra vida”.