Obituario

Lourdes Rivero de Aguilar Portela: una generosa vida de prueba

Se volcó en servir a los vulnerables y al prójimo necesitado y se le concedió el rango de Dama Gran Cruz de la Orden de Malta por sus obras asistenciales

Lourdes Rivero
Lourdes RiverofotoLa Razón

Lourdes Rivero de Aguilar Portela, nació de Santiago de Compostela. Allí vio la luz, pasado el verano de 1929. Su familia era enteramente gallega y ella se enorgullecía de su origen. Señoreaba en la capital de Galicia, en su casa heredada y en el Pazo del Faramello, de su linaje. Su familia tiene capilla en el Claustro de la Catedral del Señor Santiago. En ella quiso unirse a quien pasó a ser su marido José Luis Acha y Sánchez-Arjona, marqués de Acha un domingo de fin de Agosto de 1962. Él la dejó muy pronto, en 1989. Ella se centró en el cuidado de sus hijos: De José Luis y de Lourdes. Quiso el Altísimo que tuviera una vida de prueba. La pérdida muy joven de su marido. Pero su desgarro absoluto, radical fue entregar a Nuestro Señor a su queridísima hija, a través de un brutal accidente de circulación, en 1992. Lourdes se quedará desnortada, destrozada y, a partir de entonces, vivirá en ella. Más de una década a través de sus ropas apagadas, oscuras, sin color. Debió entonces de pensar que, al igual que su padre, José María Rivero de Aguilar y Otero, quien ingresó en la Orden de Malta tras la Guerra Civil, para ser años Maestro de Ceremonias y su hermano Bernardo, quien ocupó el cargo de Hospitalario los cuatro primeros años de la presidencia del duque de Frías, entre 1969-1973, atenuaría su infinito dolor en las obras asistenciales de la Asamblea española de la Soberana Orden de Malta, donde ingresó en cuanto se admitieron a las Señoras como Damas de nuestra Orden.

Multiplicando de manera exponencial la entrega sanjuanista de su padre y de su hermano, y muy satisfecha por su condición femenina, cuya condición no le supuso ningún impedimento para lograr sus fines, en la presidencia de Luis Guillermo Perinat y Elío, marqués de Campo Real, entre 1993 a 2003 y en parte de la del conde de Orgaz de 2003 a 2013, se volcó a servir a los vulnerables, al prójimo necesitado durante los años que ostentó, en dos ocasiones, el cargo de Hospitalaria de la Orden de Malta en España. Con incuestionables dotes de organización y de mando, ayudado por su porte y presencia física, emanaban la autoridad que ella traslucía de forma innata. «Tiene la autoridad de un Cardenal», comentó Piedy Gómez-Acabo y Silvela, duquesa de Santo Bouno, durante una peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes al verla comportarse con los representantes de otras asociaciones nacionales en los encuentros que allí se celebran.

En Madrid a la obra que más empeño dedicó fue nuestro Mercadillo, pero también haciendo un tantem extraordinario con Ignacia Ruiz de Arana y Montalvo, marquesa de Velada apoyaron el primer Comedor que, por entonces, se abría en Madrid. Y la adaptación y creación de nuestra Residencia de Mayores de Vallecas y más tarde la actual de Aldea del Fresno. Tenía a nuestra Orden «en la sangre» expresión que le decía su sobrino Borja Otero y Zuleta de Reales, marqués de Revilla, por lo que no le importaba reprender a jóvenes miembros y a voluntarios. Reprimendas que solo traslucían su empeño en conseguir el buen hacer de nuestras obras asistenciales. Se le concedió el rango de Dama Gran Cruz, cuyo diploma, contenta por los esfuerzos melitenses que representaba, colgó en el salón de su Casa. Admirable su quehacer.

Su gratificante ejemplo, su guía de servicio y su aprecio y entrega al ideal sanjuanista del «darse» quedará siempre impregnado en el obrar de aquellos que aprendieron de ella y siguen aspirando a servir y a darse al prójimo a través de la Orden de Malta. También apoyó al bienestar de las Monjas de Clausura a través de la Asociación española de Conventos y a la Asociación Nuevo Futuro dedicada a la integración de niños privados de ambiente familiar colaborando en su Rastrillo anual, durante más de veinte años.

Vida de prueba, una vez más, por el largo periodo de entendimiento nublado que ha tenido que soportar desde hace más de cinco años, hasta la noche del 29 de Noviembre que se ha cumplido su ansiado deseo de reencontrarse con su hija Lourdes y con José Luis, su marido. Estas nubes en el entendimiento las ha tenido que sobrellevar José Luis, su hijo, que espero que, con la ayuda de Paloma, su mujer y los nietos de Lourdes sepan encontrar el consuelo de su pérdida en la magnífica obra melitense que llevó a cabo Lourdes Acha.