Urbanismo

Así podrían resistir las ciudades a la próxima DANA

El aumento del arbolado y las zonas verdes es una prioridad a la hora de impedir la escorrentía y la degradación del suelo

Vista del puente de la Pedrera colapsado a causa de la DANA, en el municipio de Aldea del Fresno, a 4 de septiembre de 2023, en Aldea del Fresno, Madrid (España). La zona más afectada por la DANA que ha descargado este fin de semana en la Comunidad de Madrid es el suroeste de la región, en localidades como Aldea del Fresno, Villamanta, Villamantilla, Villanueva de Perales, El Álamo y Navalcarnero, donde se han registrado numerosas inundaciones en viviendas y calles. Dos personas se encuentran...
La DANA deja inundaciones en varios municipios del suroeste de la Comunidad de MadridAlejandro Martínez VélezEuropa Press

El cambio climático ha convertido las olas de calor y las lluvias torrenciales que nos acaban de azotar en un reto gigante para las ciudades madrileñas. De la misma forma que las temperaturas tórridas son cada vez más habituales, los fenómenos de DANA o lluvia extrema se producirán también con mayor frecuencia debido al avance del calentamiento global. La pregunta, por tanto, no es si hay que preparar nuestras calles, plazas y edificios para ello, sino cómo hacerlo y de qué plazo disponemos para ello.

La segunda cuestión es fácil: debemos actuar cuanto antes. Respecto a la primera, el urbanismo y arquitectura sostenibles ofrecen soluciones en una doble dirección, reduciendo los efectos de los episodios de «gota fría» y mitigando los del calor durante los meses cálidos. El primer elemento sobre el que intervenir son nuestras calles. Los pavimentos y asfaltos permeables en zonas apropiadas favorecen el filtrado natural al subsuelo, evitando, además, su recalentamiento en verano. Esta medida debe acompañarse con la creación de canales de descarga de emergencia que absorban el exceso de caudal del alcantarillado para expulsarlo de las zonas de riesgo.

La ciudad de Madrid ya cuenta con auténticas «catedrales» de almacenamiento subterráneo: los eficaces pero poco conocidos estanques de tormentas. En este caso, no se trataría de acumular agua para su tratamiento y posterior reutilización, sino de desplazar el flujo hacia zonas seguras, una medida menos costosa -aunque cuantiosa igualmente- para cuya construcción será necesario un compromiso de las Administraciones con los municipios medianos y pequeños.

El aumento del arbolado y las zonas verdes también es una prioridad a la hora de impedir la escorrentía y la degradación del suelo. La masa vegetal favorece la absorción de lluvia, produce refugios climáticos naturales y disipa el calor en verano. De esta forma, combatimos también el «efecto sartén» que se produce cuando el pavimento o el asfalto expulsan en horario nocturno la radiación que acumulan durante el día.

Por último, debemos intervenir en los edificios. La construcción y el funcionamiento (climatización, ventilación, iluminación, suministro eléctrico) de viviendas, oficinas, equipamientos o centros comerciales produce el 38% de las emisiones de efecto invernadero. Aplicar la arquitectura bioclimática (soleamiento, ventilación natural, orientación) y el diseño pasivo (estanqueidad, aislamiento, hermeticidad, recuperación de calor) a cada uno de los edificios nuevos o en reforma puede rebajar su demanda de energía más de un 70%, lo que limitaría enormemente el consumo y, por lo tanto, las emisiones de CO2 que aceleran el cambio climático.

Este urbanismo táctico, hecho de una suma de soluciones pequeñas pero eficaces, nos permitirá crear un Madrid que resista mejor la gran próxima tormenta o la siguiente ola de calor. Está en nuestra mano afrontar la transformación paulatina de nuestras ciudades con una mirada a largo plazo que nos garantice mayores cotas de bienestar y seguridad. Sin alarmismo, pero con plena consciencia, seremos capaces de recuperar el confort urbano y de desarrollar ciudades sostenibles que respondan a las necesidades de todos los madrileños.

*Gorka Álvarez es arquitecto de Ruiz-Larrea