Entrevista

Huecco, el cantante conquista nuevos escenarios y abre cuatro pastelerías

Hablamos con él sobre su nueva música, que verá la luz antes de que acabe el año, y su faceta de empresario pastelero

Huecco nos recibe en su última apertura en el Centro Comercial LaFinca Grand Café
Huecco nos recibe en su última apertura en el Centro Comercial LaFinca Grand CaféAlfonso Esteban

Puede que no le conozcan por su nombre de pila, pero si les digo el artístico, Huecco, es probable que les suene algo más. También es posible que alguna vez hayan bailado o cantado alguna de sus canciones más conocidas como «Pa’ mi guerrera», «Mirando al cielo» o «Se acabaron las lágrimas». A punto de cumplir veinticinco años de carrera musical, después de alcanzar el éxito allá por los 2000, estos últimos años ha ido saboreando y aprendiendo sobre una vocación que tocó su puerta con solo ocho años. Tantos como los que lleva sin sacar un disco nuevo, pero no sin escucharle ya que ha ido sacando algunos sencillos, a cuenta gotas, lo justo para no olvidarnos de su voz. Nos confiesa que los últimos cuatro ha estado centrado en un disco de duetos al que no dejaban de surgirle nuevas incorporaciones: «He tenido que parar y cortar, si no el quince aniversario casi se me junta con el veinte, para el que me quedan solo dos años. Pero antes de navidad habrá nueva música», dice entre risas.

Ya le hemos podido escuchar con Rulo, Miriam Rodríguez o Funambulista, el último que ha salido. Nos adelanta que se llamará «Crazyversario» y que amenaza con ser uno de los discos más locos por lo polar que es. «Tienes desde heavy metal con los italianos Rhapsody hasta el pop más pop con Ana Guerra, Efecto Pasillo o Funambulista. Dos mundos muy extremos que supuestamente no se entienden pero, que yo tengo que conseguir que lo hagan. En esas estamos». Dos mundos en los que siempre se ha movido y en los que se ha sentido más que cómodo. El rock forma parte de su ADN, lleva escuchándolo desde que era bien pequeño, pero incluso en Sugarless, la banda de rock en la que estuvo antes de empezar su carrera en solitario, no se sentía su máxima expresión. «No había esa libertad creativa, se me quedaba corto. En Huecco vale todo, me permitía mezclar esa base de rock mezclado con rumba y música latina. Era yo en mi 100% de expresión del arte», explica.

Admite encontrarse en el punto donde quiere estar y ser consciente de que después de veinticinco años, seguir hablando de música y de una carrera es un privilegio. «Significa que sigues ahí. Uno de los miedos de todos los artistas es lo que viene después de sacar un éxito. A mí me pasó, pero tuve suerte y después de ‘‘Pa mi Guerrera’’ vinieron más. Una carrera es todo lo que quiere un artista». Ahora mismo, dice quedarse con los directos y confiesa que su sensación favorita es ver cómo hace feliz al público. «Es una hora y media de catarsis, se les olvida todo y se nota, lo dan todo en los conciertos. Ver cómo hacen suyas mis canciones me emociona».

Por si estar inmerso en un nuevo disco no fuese suficiente, Huecco nos recibe en uno de sus últimos proyectos, la cafetería Marimer que acaba de abrir en el centro comercial LaFinca Grand Café (Avenida Luis García Cereceda, 5). Es la cuarta de una idea que surgió, como muchas otras, en plena pandemia. «Marimer era el centro de reunión que teníamos mis padres y yo. Dos o tres veces por semana íbamos a esta pastelería mítica en mi barrio, Campamento, a tomarnos un cafecito y sus cruasanes», cuenta. Un negocio familiar de los de toda la vida, que funcionaba bien y que por entonces contaba con 45 años de historia. «Como muchos otros negocios durante la pandemia, en cuestión de un mes, las dueñas decidieron cerrarla y fue un verdadero shock para todo el barrio». Ahí nacieron las primeras conversaciones con ellas buscando soluciones para que este punto de encuentro histórico del barrio no desapareciese y también la decisión de hacerse cargo de él, pese a la incertidumbre que existía en ese momento y el riesgo que tiene emprender en algo que no conoces.

«Yo venía del mundo de la música, lo inteligente era rodearme de la gente que sabía de pastelería. Yo podía aportar ideas de estética por todo lo que he viajado, de producto, innovación... pero tenía claro que debíamos mantener los buques insignias que diferenciaban a Marimer del resto de establecimientos, como son su bollería tradicional, sus tartas o su roscones». Apasionado del café, Sevillano echaba en falta un aire nuevo en las pastelerías o encontrar sitios donde tomarlo de calidad, de ahí su apuesta por mezclar lo clásico francés con lo vintage e industrial y apostar por cafés de finca. En el local original, en Campamento, el producto lo tenían, sólo faltaba igualar la estética al producto. «Quedó muy bonita y romántica con el grafiti de Don Ángel y Doña Victoria, los padres de las anteriores dueñas y fundadores de Marimer. A partir de ahí dije, en vez de una pastelería a lo mejor se puede hacer algo más y a los dos años surgió la oportunidad de hacernos con la segunda en Virgen del Puerto».

Hace solo un año llegó la tercera, en la parada de Metro de Campamento y hace solo unos meses abrió esta cuarta en La Finca. «Estamos en plena expansión, hay amigos y socios que quieren invertir y no nos cerramos, pero el objetivo inmediato es hacer un grupo». En dos ocasiones le tomaron por loco: hace quince años por mezclar el rock con la rumba latina y ahora, por hacerse empresario pastelero. Dos visiones que le han llevado al éxito y en las que el riesgo era el principal ingrediente.