Reportaje
Mercado de La Cebada: De ser demolido a un renacer comercial
En solo nueve años, este mercado de abastos se ha adaptado sin recurrir a la hostelería y respetando su esencia
Es el segundo mercado más antiguo de España y el más antiguo de Madrid. Su situación geográfica data del siglo XVI pero el edificio que conocemos hoy en día como el Mercado de la Cebada está a punto de cumplir 150 años. Cuando este se inaugura, son los propios comerciantes los que se hacen cargo de su construcción y de la explotación del mercado, esto les convierte desde entonces en la única cooperativa que gestiona un mercado, en el resto son asociaciones. Otra cosa que les diferencia del resto es que no tienen ánimo de lucro y la reinversión se hace en el propio mercado y sus comerciantes.
Cuando en 2015, Marta González entró como gerente, se encontró con un mercado con apenas veinte comercios abiertos. Es más, con un futuro próximo de ser derribado más que de ser renovado. Esta situación provocó que los comerciantes aprovecharan para prejubilarse, el poco relevo generacional que existía desapareciese y a nadie se le ocurriese invertir en un negocio con un final anunciado. Cualquiera hubiera echado el cierre, pero cuando se trata del sitio que te ha visto nacer todo cambia. «Mi abuelo fue uno de los constructores, mi padre trabajó aquí y yo he crecido jugando por los pasillos con comerciantes que aún siguen aquí. Es un orgullo haber podido ayudar a mis compañeros a que el mercado siga funcionando», confiesa González.
Así, desde la gerencia siguieron adelante y volvieron a dinamizar este mercado de abastos. «Hicimos varios eventos para que la gente joven y del barrio supieran que el mercado seguía abierto, pusimos los locales cerrados a disposición de nuevos emprendedores para que pudieran desarrollar sus negocios y arreglamos los daños estructurales que habían ocasiones los veinte años de parón del mercado». Los más de seis mil metros cuadrados que tiene este mercado, merecía una nueva vida. Se construyeron baños, oficinas, se pusieron nuevas ventanas, se arreglaron las cúpulas y se instaló un ascensor panorámico. En la planta de arriba tienen un espacio acondicionado, aclimatado e insonorizado, para que los clientes puedan degustar allí los productos que compran en el mercado.
Nueve años después, el nivel de ocupación de los 180 locales con los que cuenta el mercado es del 97%. Esto ha sido posible a que alquilar uno de sus puestos cuesta lo mismo que en 1968. Algo que les da ventaja en comparación con los precios competitivos de establecimientos a pie de calle o espacios de otros mercados. «Lo único que les pedimos a los interesados en abrir sus negocios aquí es un plan de negocio y de inversión porque queremos conocer la actividad que se va a desarrollar y los productos que se van a comercializar». El único límite que han puesto es el de la hostelería. Esta ha sido el salvavidas para muchos mercados de la ciudad, pero en La Cebada han preferido «mantener el espíritu de la alimentación y del mercado de abastos». «Somos conscientes de que es una forma de trabajar muy fácil y que genera mucho tráfico de público, pero estamos en La Latina y entendemos que la zona ya da suficiente oferta. Los dueños de esos locales son clientes nuestros y no nos parece bien darles más competencia».
Sin embargo, dicen «sí» a los servicios: cuentan con despacho de abogados y de arquitectura, correduría de seguros, lavandería, artesanía, regalos y hasta una galería de arte. «Hemos hecho lo posible por mantener la esencia, que es la alimentación, pero queriendo demostrar que la hostelería no es la única solución para que un cliente venga a un mercado». Hasta hace diez años el público del mercado era muy mayor y hacía la compra a primera hora de la mañana. Ahora, se nota que el perfil del cliente medio ha cambiado. Ahora se puede ver familias de entre 35 y 50 años o más jóvenes con hijos pequeños, que hacen la compra a última hora de la tarde.
Javier Valle, es propietario de la Carnicería Salchichería Javier Valle y también de los que de niño jugaba con Marta. «Empecé porque antes estuvieron mi padre y mi abuelo y me tocó casi por obligación aunque conmigo se corta», cuenta. Después de toda una vida allí define la evolución del mercado como «bastante profunda». «Todo ha cambiado, los negocios, la clientela, los productos... ahora se lleva todo preparados, por lo que tuvimos que implantar un obrador». En cuanto al tipo de clientela, Valle sitúa el punto de inflexión en la pandemia: «Empezó a venir mucha gente joven rebotada de los supermercados, que no había venido nunca al mercado y después de probar la calidad de nuestros productos siguen viniendo».
Directo desde el mundo de la publicidad, Manuel López es de las nuevas incorporaciones del mercado. «Nunca he trabajado en nada que tuviese que ver con el mercado tradicional pero conocía a quién regentaba este local, lo tenía que dejar y me invitó a meterme en esta aventura», cuenta. Durante un tiempo no le prestó demasiada atención a esta propuesta pero fue un sábado, cuando el ambiente y las vibraciones del mercado le empujaron a cambiar por completo de vida. «Pensé, ¿por qué no hacerlo ahora, que tengo 41 años, es el momento de tirarme a la piscina o seguir haciendo lo que llevaba haciendo toda mi vida?». Ser un apasionado de la gastronomía, disfrutar del trato con la gente y pensar en todo lo que podía aportar al mercado fue clave. Está al frente de Variantes Marga desde abril y aunque confiesa que estos meses han sido duros, lo compensa con creces la satisfacción que siente por haber tomado esta decisión.
A sus sesenta años, Pedro Díaz Mateos lleva en el mercado desde que tiene uso de razón. Sus padres regentaban la frutería de la que hoy él está al frente y que lleva su nombre. Se le conoce por la calidad de su género y por ser, seguramente, el que más sabe de tomates. «Intentamos que esto esté siempre abastecido, dar un servicio a Madrid y a los vecinos con un oferta comercial importante», dice a este periódico. Un trabajo que considera gratificante por su cercanía. «Poder compartir tiempo con una persona, hablarle y recomendarle sobre lo que está comprando no tiene precio y debería ponerse en valor». Su tienda está estructurada por productos de temporada para incentivar que el cliente compre lo que toca y al ser posible, local. Ahora pueden encontrar unas veinte variedades de tomates. Vayan y disfruten.
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