Patrimonio
Ni la Puerta de Alcalá ni la de Toledo: en Recoletos estaba la que para muchos era la más impresionante
La Villa y Corte perdió estas entradas que marcaban la llamada "cerca" de Madrid, una suerte de puertas de recuerdo medieval en la ciudad
La cerca de Madrid. Ese espacio es la clave para entender lo que luego sería la Puerta de Recoletos. Eso fue el principio de todo.
La conocida como «cerca» de Felipe IV o Real Cerca de Felipe IV rodeó la ciudad de Madrid entre 1625 y 1868. Restos de aquello hay diseminados por toda la ciudad. Su recuerdo pervive también en el callejero. La cerca la ordenó construir Felipe IV para sustituir a las anteriores cercas, las de Felipe II y del Arrabal, que habían sido superadas, ante el crecimiento de la población de la Villa y Corte. No se trataba esta cerca de un muro defensivo, sino que tenía fundamentalmente un carácter fiscal y de vigilancia: controlar el acceso de mercancías a la ciudad así como asegurar el cobro de impuestos, y vigilar quien entraba y salía de Madrid. De cierta manera era un fielato para controlar y fiscalizar la entrada de mercancías en la capital.
Los materiales empleados para la construcción fueron el ladrillo, la argamasa y la tierra. Materiales pobres pero que servían para «cercar» la ciudad y marcar distancias.
Es por esa cerca que llegan las puertas. En concreto la que nos ocupa, la puerta o portillo de Recoletos. Así, la primera puerta que tuvo este nombre se construyó en 1626, no pasando de ser un simple portillo abierto en la cerca, entre el vecino portillo de Santa Bárbara, al oeste, y la Puerta de Alcalá al este. Aquí se aprecia la importancia de esas puertas y sus nombres, una situación que recuerda a las puertas que se abrieron en otros lugares, en España y toda Europa, para permitir la entrada en las ciudades fortificadas.
Este paso de mercancías y personas estuvo inicialmente en Recoletos, al lado de un convento que le dio el nombre, justo frente al solar que siglos después ocuparía la Biblioteca Nacional de España.
La segunda puerta, situada un poco más adelante –en la plaza de Colón, a la altura de la calle Génova–, fue levantada «en 1756, al levantar la cerca de las Salesas por mandato de Fernando VI, con diseños de don Francisco Carlier y bajo la dirección de don Francisco Moradillo». Un espacio este último que fue embellecido por estos mismos arquitectos al llevar a cabo las obras del palacio de las Salesas por iniciativa de Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. De aquello queda la hermosa iglesia de las Salesas, pues el palacio fue demolido y sustituido a principios del siglo XX por el Tribunal Supremo. Un edificio este en modo y forma como el resto de «ciudades de la Justicia» que en ese momento se levantaron en toda Europa.
Sobre la Puerta de Recoletos, el médico higienista Pedro Felipe Monlau describe de esta manera la citada puerta: «Consiste en un arco de medio punto con archivolta y en la clave un mascarón de mujer dentro de una concha. Decoran este arco cuatro medias columnas dóricas pareadas, que sientan sobre un primero y segundo zócalo. Sobre el correspondiente cornisamento se eleva un frontispicio triangular con escudo de armas reales en la cumbre, y a los lados dos figuras alegóricas algo inclinadas, que al parecer representan la Abundancia. En cada lado hay una puerta pequeña de arco a regla, coronada con una balaustrada, bien inútil por cierto, y debajo de la misma y encima de la puerta se ve un tarjetón en cada una con inscripciones tan pretenciosas como ridículas. La decoración es totalmente igual en ambos frentes; y la materia piedra de Colmenar en los adornos, y granito en lo demás». Un pormenorizado relato que, además de las imágenes y dibujos, nos permiten imaginar cómo fue aquella puerta de Madrid.
Su cierre se llevaba a cabo con trabajos de rejerías que desaparecieron en 1826. Luego, en 1863, la puerta se desmontó y los restos de piedra se emplearon en otras obras municipales. Un fin compartido por otros monumentos.
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