Patrimonio

El palacio de Viana de Madrid: de hogar de La Latina a residencial del ministro de Asuntos Exteriores

El palacio de Viana, levantado en 1499, sirve hoy de residencia oficial del ministro de Asuntos Exteriores

El palacio de Viana: de hogar de La Latina a casa del ministro
El palacio de Viana: de hogar de La Latina a casa del ministroCedida

El palacio de Viana, conocido también como el palacio del duque de Rivas, es una joya arquitectónica situada en el corazón de Madrid. Sus orígenes se remontan al siglo XV y, a lo largo de los siglos, ha sido testigo de numerosos cambios y ampliaciones que reflejan la evolución histórica y cultural de la capital española.

El origen fue la casa señorial de los Ramírez de Madrid, mandada construir en 1499 por Beatriz Galindo «La Latina», dama de la corte de Isabel la Católica, y su esposo, Francisco Ramírez, para su residencia junto al convento de la Concepción Jerónima, que ella misma fundó en la primera década del siglo XVI.

Sin embargo, su traslado al edificio, situado en el antiguo arrabal de San Millán, se produjo dos años más tarde, tras enviudar, en 1501. El edificio original estaba compuesto por dos estructuras escalonadas, organizadas alrededor de dos patios intermedios, con una entrada principal en la ahora desaparecida plazuela de las Monjas, hoy la calle del Duque de Rivas.

La fachada era de estilo plateresco, destacando una torre situada en la actual calle de Concepción Jerónima, y un escudo de armas de los Ramírez y los Galindo sobre la portada. Este diseño reflejaba la riqueza de la familia.

A mediados del siglo XVII, pasó a manos de la condesa de Castellar, quien decidió ampliar el inmueble, cerrando el cuadrilátero original, tal como se muestra en el plano de Texeira de 1656. Esta expansión no solo aumentó el tamaño del palacio, sino que consolidó su importancia en la estructura urbana de Madrid.

El palacio alcanzó su apogeo cuando fue adquirido por Ángel María de Saavedra y Ramírez de Baquedano, duque de Rivas. Este influyente político liberal decidió fijar su residencia en el palacio tras su regreso a España luego de la muerte de Fernando VII. En 1843, encargó al arquitecto Francisco Javier de Mariátegui la ampliación del edificio, que unificó las fachadas del palacio, conservando elementos decorativos, e introdujo diversos cambios para albergar las numerosas obras de arte y piezas de mobiliario del duque.

En ese momento se amplió la segunda planta, desapareciendo el torreón de la esquina que tanto lo caracterizó. Al derribarse el antiguo Convento de la Latina, el duque mandó ampliar el jardín con parte de la huerta de éste.

Durante los reinados de Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII, el palacio se convirtió en un importante centro de reuniones políticas, literarias y de la aristocracia madrileña. La influencia del duque de Rivas en estos círculos se reflejaba en las suntuosas recepciones que organizaba en su residencia.

A la muerte del duque, el palacio fue heredado por su hijo menor, Teobaldo de Saavedra y Cueto, I marqués de Viana. Este continuó con las mejoras, añadiendo nuevos espacios como el patio de columnas, la escalera principal y un jardín romántico. Posteriormente, con el II marqués de Viana, Fausto de Saavedra y Collado, el arquitecto Valentín Roca Carbonell dio al edificio el diseño actual ampliando las dependencias interiores; y remodelando el jardín interior. Además, ideó un patio renacentista inspirado en la obra de Alonso de Covarrubias en el palacio Arzobispal de Alcalá de Henares y redecoró el mobiliario.

Durante la Guerra Civil, Melchor Rodríguez, sindicalista, anarquista y delegado de Prisiones en la zona republicana de Madrid, se incautó del palacio para la Federación Anarquista Ibérica, donde dio refugio a perseguidos por el Gobierno de la República, como sacerdotes y militares.

Cuando la FAI entró al edificio llevó a cabo un inventario de todos los bienes que había en su interior y, al terminar la guerra, Melchor Rodríguez habría entregado de nuevo el palacio al marqués sin que faltase nada.

Fue por aquel entonces cuando, en 1939, la mansión fue alquilada como residencia del ministro de Asuntos Exteriores y en 1955 fue adquirido por el Estado. Para adaptarlo a su nuevo uso, Luis Martínez Feduchi llevó a cabo una importante restauración.

En 1980, el arquitecto Ramiro Moya Blanco restauró de nuevo todo el edificio, preservando su carácter histórico mientras lo adaptaba a las necesidades modernas. En los últimos años, se ha llevado a cabo una rehabilitación general del conjunto.