Curiosidades matritenses
¿Dónde está la plaza más pequeña de Madrid?
Un espacio recoleto, pero no desconocido, pues sale en la zarzuela Luisa Fernanda, y hasta de ella habló Gómez de la Serna
Madrid es una ciudad en continuo crecimiento. En población y extensión. Una urbe que, desde hace más de 40 años, ha pisado el acelerador económico hasta convertirse en la locomotora de España. Y con todo, sigue conservando cierto aire de ciudad pequeña, de población encajonada en un centro histórico herencia de tiempos de la dominación musulmana o de la Reconquista cristiana. Espacios pequeños y recoletos desconocidos por muchos, pateados por muy pocos. Perdidos en el tiempo.
En ese sentido, eco de aquellas épocas, la Plazuela de San Javier es una más en ese laberinto de estrechas callejas y y calles que conforman el llamado Madrid de los Austrias. Lindante con la calle del Conde se trata de un diminuto espacio que muchos confunden casi con una esquina de la calle cercana. Pero es plaza. O plazuela, mejor dicho. Un espacio calmo y escondido que parece hablarnos de un tiempo pasado de espadachines y lances en el Madrid del Siglo de Oro, con Quevedo o Lope de Vega pisando la zona.
Su nombre proviene o está relacionado, como tantos otros en Madrid, con la advocación a un santo o un virgen. En ese sentido, en una de las fachadas, al parecer, se custodiaba una imagen del Santo y Patrón de Navarra, San Francisco Javier, en un edificio perteneciente a la orden de los Jesuitas. En la actualidad, en esta plaza destaca por encima del resto la fachada roja y llamativa que da a la Calle del Conde. Una especie de palacete que seguramente perteneció a alguna familia relevante, ya que cuenta con escudo nobiliario, y que llama la atención por su importancia arquitectónica.
En este lugar, según apuntan las crónicas y los historiadores, fue ocupado por el Mesón de San Javier. Un espacio entre cuyas historias se apunta que en el mismo edificio vivía una dama enamorada de Luis Candelas. Una vez más la leyenda y la historia se dan la mano y se confunden, con héroes reales y fábulas novelescas. Dicha casa se documenta ya en el siglo XVI como posible domicilio del Aposentador de Felipe II, por su proximidad al primitivo Alcázar Real. Una prueba fehaciente de la antigüedad de este enclave madrileño.
Una plazuela que tiene también su lado más musical, pues diversos autores recuerdan y anotan que en este lugar transcurren varias escenas de la zarzuela Luisa Fernanda, estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 26 de marzo de 1932. Una diminuta plaza que ha tenido un gran protagonismo al desarrollarse en un momento histórico clave en la historia de España, durante el reinado de Isabel II, en los momentos previos a la revolución de 1868.
Esa esencia de madrileñismo que respira la plaza no fue ajeno a escritores como Ramón Gómez de la Serna, que la definió como «un recodo de meditación en que se fragua lo muy madrileño». A la vista está que su exiguo tamaño no la hizo irrelevante. Muy al contrario, podría parecer que su pequeñez la convirtió en única y especial en una ciudad que ha hecho de los grandes espacios su característica cumbre.
En esta plaza, por lo demás, se ubicaba el desaparecido Palacio de Revillagigedo, tan ligado a la ciudad asturiana de Gijón, que fue sustituido por el edificio que hoy se ve, donde vivió el escritor Eugenio d´Ors. Al lado, ya que todo está al lado, se levanta un edificio construido hacia el año 1615, a pesar de que en la fachada se puede leer 1724. El edificio fue remodelado en los 90 y albergó galerías subterráneas durante la Guerra Civil. A todo el que pase por la zona no le serán ajenos la hermosa factura de los dinteles de piedra que sobresalen del ladrillo rojo, decorando su cuidada fachada. Todo en una plaza que por pequeña ha alcanzado gran relevancia.
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