Historia

La Real Fábrica de Velas que se apagó en Madrid

Carlos III levantó este ingenio para abastecer los Reales Sitios, hasta que el gas y la electricidad acabaron con ella

Real Fábrica de Cera de Madrid
Real Fábrica de Cera de MadridLR

La electricidad lo cambió todo. Pero no fue la única innovación que modificó los tipos y maneras de vivir. El gas también tuvo su responsabilidad en algo que bien pudiéramos llamar «modernidad». El caso es que antes de todo ello, a la luz -nunca mejor dicho- de los vientos de cambio que acompañaron a la Ilustración, en Madrid, como en otras partes de España, se levantaron fábricas que eran unos nuevos «templos» para mejorar la vida de los españoles. Entre ellos, había de todo, desde paños finos a aserraderos, pasando por nuevos conceptos en la construcción naval, con astilleros innovadores, a fábricas de armas y cañones desperdigadas por todo el país.

Y cómo no, uno de los productos más demandados en el día a día, algo que daba luz a la oscuridad de las noches: las velas. En ese sentido, en la capital, tenemos -o tuvimos-, la conocida como Real Fábrica de Cera, fue mandada levantar, cómo no, por el inefable y emprendedor rey Carlos III, allá por el 1788. Aunque en un principio la cosa no estaba así planeada, pues la reina Isabel de Farnesio lo que en realidad quería era levantar un fábrica dedicada a la confección de velas en el entorno de la Granja, en Segovia, para abastecer a aquellos reales sitios.

Sin embargo la llegada al trono de Carlos III cambio todo. El edificio, o mejor dicho, lo que queda de aquel edificio, de estilo Neoclásico, fue obra de Manuel de Vera. De aquella obra real solamente se conserva la fachada, situada en la calle de la Palma número diez. En pleno barrio de Malasaña. O de Maravillas, según guste.

Algo, esto de las velas, que ha quedado en desuso, pero a poco que se lean testimonios de la época y posteriores se sabe, que aquel edificio y lo que se fabricaba fue muy popular. De ahí el dicho de «firmar a la luz de la Palma». Una frase que se convirtió en sinónimo de oficializar alianzas o contratos.

La Fábrica de Cera, como no podía ser de otra manera, abastecía al Palacio Real de Madrid y a los reales sitios cercanos a la capital, tanto en Aranjuez como en La Granja. Y había trabajo. Mucho trabajo. Pues debían producir en cantidad para dar servicio a los cientos, por no decir miles, de personas que se ocupaban de Palacio y de gestionar los aposentos de los monarcas. La fábrica estuvo «entretenida» durante decenas y decenas de años, siglos, hasta que en 1834 la reina gobernadora María Cristina ordenó su cierre. Cabe apuntar también que la Fabrica de Cera de la Palma, levantada por Carlos III en un intento por «ahorrar» algo del Tesoro en los gastos por las compras a terceros de velas, amplió a principios del siglo XIX sus potenciales clientes al abrirse a la venta a particulares. Todo ello, hay que apuntar, después de sufrir enormemente durante la ocupación francesa de la Villa y Corte y ser asaltada y quemada. La Fabrica de Cera de la Palma, con muchísima menor producción aunque con la misma calidad de siempre, un tiempo más, cuando ya el gas se había adueñado de los espacios públicos y muchos privados, y continuo su producción hasta 1918 año en que la recién llegada electricidad convirtió en una «antigüedad» el usar velas. Tiempo después se convirtió en la fábrica de chocolates de Matías López.

La Fábrica se liquidó en subasta pública, y fue el comerciante Federico Carducho quien la adquirió y se trasladó a otro local más pequeño, donde siguió abasteciendo a la Casa Real con el sello de Real Oficio de Cerería la Palma, hasta 1918. En tanto, el edificio fue reconvertido, en 1885, como apuntamos, a objetivos más dulces, con la conocida fábrica de chocolates Matías López. Luego pasó a ser la sede del Gremio de Panaderos y tantas otras cosas más. En el recuerdo pervive en el lugar, dicen algunos, el humo de las velas...