Palacios de Madrid
Una segunda vida para las joyas arquitectónicas de Madrid
Nos adentramos en el Palacio de Santoña, construido en 1730 y que hoy alberga la sede de la Cámara de Comercio de Madrid
Si hay algo que diferencia a la capital de otras ciudades es, sin duda, su riqueza arquitectónica. Basta con recorrer sus calles y descubrir las verdaderas joyas que esta alberga, entre ellas un importante número de palacios. A lo largo de la historia, este tipo de construcciones se fueron desarrollando por la ciudad, siendo parte y testigo de la historia de Madrid. Muchos de ellos desaparecieron, algunos aún perduran prácticamente indemnes al paso del tiempo y otros tantos se reinventaron. Uno de estos y en el que hoy nos adentramos es el Palacio de Santoña, por el que muchas personalidades pasaron, otras tantas cosas ocurrieron y en el que hoy en día, una segunda vida se ha abierto paso entre sus paredes. Desde 1933, es la sede de la Cámara de Comercio de Madrid, una institución cuyo fin es el de impulsar el comercio, la industria y los servicios de la Comunidad de Madrid.
Lo encontramos en la céntrica calle Huertas, a sólo un paso del Congreso de los Diputados, el Museo del Prado, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza o la Casa Museo Lope de Vega. Es el típico palacete madrileño construido en el siglo XVIII, concretamente en 1730, y pese a pasar bastante desapercibido, es necesario detenerse en su portada principal, de estilo barroco y labrada en granito, diseñada por Pedro Ribera. Tras ella encontramos uno de los mejores interiores de estilo ecléctico de Madrid. Accediendo por su puerta principal -antes se hacía por la calle del Príncipe-, encontramos un portal hecho de mármol de Carrara. En sus paredes, aparecen representadas las cuatro partes del mundo que entonces se conocían: Asia, África, América y Europa. También la escalera de honor o también conocida como de gala, obra de Domingo Inza, y una figura que en el Renacimiento y más en el Barroco adquirió mucha importancia al tratarse de la primera imagen que recibían todos los invitados cuando accedían a una casa. Y es que en aquella época tener una buena escalera era sinónimo de esplendor y poderío.
Antes de pertenecer a los Duques de Santoña, desde 1874, esta joya arquitectónica fue morada por otros ilustres: primero por el conocido como «El Príncipe Negro», Muley Xeque, el príncipe de Marruecos que abandonó su país para exiliarse en España. Hay leyendas que aseguran que fue en Andújar, tras visitar la romería de la Virgen de la Cabeza cuando este decidió convertirse al cristianismo. Felipe II será su padrino, se bautizará en El Escorial y a partir de entonces se le llamará el Príncipe Felipe, Rey de África. Posteriormente a él, esta casa fue habitada por otras dos familias, los Bernardo y los Vega. Hasta que en 1731, Francisco de Goyeneche lo compra. Pertenecerá a esta familia durante 140 años, este será el responsable de reformar toda la fachada mientras que su nieto. Juan Javier de Goyeneche, hará la reforma del interior, adaptándola al nuevo gusto borbónico. A los pies de la escalera, encontramos los leones custodios, uno dormido y otro despierto, y diseñados por el escultor italiano Carlo Nicoli, a quién también pertenecer los ángeles que custodian la escalinata.
El Duque de Santoña lo compra para regalárselo a su mujer, María del Carmen Hernández Espinosa de los Monteros, como símbolo de arras y es a ellos a los que se les debe todas las riqueza artística y patrimonial que hoy alberga el palacio. Los suntuosos salones de la planta noble destacan por sus pinturas murales, creadas por artistas del momento, como Sans Cabot, Pla, Francés y Domínguez entre otros, quienes a través del lenguaje neobarroco unieron ambientes del Renacimiento italiano, con el rococó francés y con el estilo oriental. Como las esculturas de las seis musas de las artes plásticas -pintura, arquitectura, escultura, danza, música y comedia- o los once bustos de personajes ilustres -Fortuny, Rosales, Quevedo, Colón, Ribera, Velázquez, Hernán Cortés, Herrera, Cervantes, Calderón de la Barca y Lope de Vega. En la bóveda destacan pinturas heráldicas que representan alegorías de la Isla de Cuba y Puerto Rico o episodios de Ultramar. También, la imponente vidriera de la familia Maumejean, artesanos reales de Alfonso XII, autores también de las del Hotel Palace o El Casino de Madrid.
En la primera planta, la noble, descubrimos puertas originales de la época y en el vestíbulo vemos al Marqués de Manzanedo pintado por Federico Madrazo. Fue la propia Cámara de Comercio, la encargada de traerlo de vuelta a su lugar de origen. Existe su gemela, el de La Duquesa, pero pertenece al Museo del Prado que se lo cedió al Centro de Bellas Artes de Vitoria. Por todos los espacios, en rosetones de las puertas y en los pomos de las ventanas, los duques dejan impregnados sus sellos (DS, Duque de Santoña y MD, marqués de Manzanedo), como símbolo de poder y distinción ante las grandes fiestas que ofrecían en palacio.
A continuación, encontramos el Salón Pompeyano, renacentista e inspirado en los clásicos de la literatura y el renacimiento italiano. como Rafael, Petrarca o Miguel Ángel. Sin embargo, lo que más llama la atención de este espacio son los veinte platos de cerámica policroma, que recuerdan a la cerámica originaria de Capo Di Monte. Según la historia, cuando Carlos III viene de Italia a reinar a Madrid se trae parte del personal que trabaja en esta fábrica italiana e instala una nueva sede en El Retiro y se cree que estos platos pudieron fabricarse allí. Después encontramos el Salón Rotonda, donde la duquesa recibía a sus visitas y que cuenta con una reverberación característica y muy útil para el disfrute de conciertos y que un posterior propietario, utilizó para escuchar sin ser visto a las personas influyentes del ámbito social de Madrid de la época a las que invitaba para debatir temas controvertidos.
En la actualidad, el Palacio de Santoña ofrece todas estas salas para la celebración de eventos, rodajes, spots de publicidad, videoclips u otras producciones audiovisuales. También cuenta con un patio interior con luz natural ideal para las mejores veladas.
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