Denuncia

El último quiosco de Conde de Casal lucha por sobrevivir

Las obras del intercambiador y del Metro lo han dejado aislado. Jonathan y su padre piden ser escuchados

Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único que queda en pie tras el cierre de otros en la zona. Actualmente, las obras del Metro para un nuevo intercambiador han reducido drásticamente sus ingresos. A diario tiene que poner dinero de su bolsillo para mantenerlo abierto. Desesperado, ha pedido ayuda al Rey, al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 09 10 2025
Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único Alberto R. RoldánFotógrafos

A las siete de la mañana, cuando la mayoría de Madrid todavía bosteza, Jonathan ya está levantando las persianas metálicas del quiosco El Trébol de la Suerte, en la calle Doctor Esquerdo 171, justo frente a la plaza de Conde de Casal. Durante años, ese ritual marcó el inicio de un día cualquiera: autobuses, vecinos paseando por el barrio y los primeros trabajadores que se acudían a su puesto de trabajo. Hoy, en cambio, el sonido dominante es otro: el estruendo de la maquinaria, los martillos neumáticos y el eco vacío de una plaza tomada por las vallas y el polvo. «Antes abría y en diez minutos ya había movimiento. Ahora puedo estar tres horas sin que venga nadie», cuenta Jonathan, su propietario, mientras acomoda los periódicos, que se llenan de polvo casi al instante. «Entendemos que las obras son necesarias, pero lo que no entendemos es que nadie se haya preocupado por cómo nos afectan. No pedimos privilegios, solo que nos escuchen».

Las obras del nuevo intercambiador de transportes de Conde de Casal comenzaron en agosto de 2023, dentro del ambicioso proyecto de remodelación del eje sudeste de Madrid. Estas se han sumado ahora a las de ampliación de la Línea 11 de Metro. En un principio, se trataba de actuaciones parciales, por tramos, pero en la práctica el barrio se convirtió en un laberinto de vallas y desvíos. En Semana Santa de 2024, las máquinas alcanzaron la zona del quiosco, y lo que iba a durar «tres días», según les dijeron entonces, se convirtió en una pesadilla que todavía no ha terminado. «Nos pusieron vallas y chapas por todas partes. Trabajábamos casi encerrados, la gente no podía acercarse. Cuando retiraron las chapas, usaron un tractor y nos rompieron los toldos, los vinilos, incluso el granito del suelo», recuerda. Su abogado logró que les repararan parte de los desperfectos, pero aún quedan daños sin resolver. «Ya ni pido una puerta nueva, con que me enderecen el acero me conformo».

A medida que las obras avanzaban, el quiosco fue quedando más aislado. Primero, desaparecieron los autobuses interurbanos, desviados a Pavones y Méndez Álvaro. Luego, en julio de 2024, el corte total del tráfico terminó de sellar su suerte: las vallas se extendieron como un muro metálico y dejaron el pequeño negocio en medio de un cráter urbano. «Era como estar detrás de un muro de Berlín. La gente mayor, que es la mayor parte de nuestros clientes, no puede dar toda la vuelta a la plaza con un bastón o con el carrito de la compra. Para llegar, tienen que caminar por el borde de las chapas, que es peligrosísimo», lamenta Jonathan. Desde entonces, la clientela se ha desplomado, tanto que asegura haber perdido el 70% de las ventas.

Un negocio público y privado

El quiosco que ahora pelea por sobrevivir no es fruto del azar. Hace nueve años, cuando el puesto llevaba seis cerrado, Jonathan y su padre, Simón, decidieron apostar por reabrirlo. «Nos dijeron que el viejo no servía, que había que poner uno nuevo y homologado. Fue una inversión importante», explica. El esfuerzo fue grande, pero la recompensa llegó poco a poco. El barrio los adoptó, y el quiosco se convirtió en un punto de encuentro. Durante la pandemia, incluso, Jonathan y su padre repartían los periódicos a domicilio. «Se los dejábamos en el felpudo a los vecinos. Había gente que se quedó sola y, aunque fuese con el periódico, sabían que alguien se acordaba de ellos». Aquel gesto, que parecía pequeño, fue vital en un momento de incertidumbre. Pero la resiliencia tiene un límite. «Durante el covid no pudimos cerrar ni un solo día, porque si cerrábamos no podíamos pedir ayudas. Aguantamos, y cuando parecía que empezábamos a levantar cabeza, llegaron las obras. Otra vez a remar contra corriente». Jonathan recuerda las jornadas de trabajo: levantarse a las cinco de la mañana, siete días a la semana. «No puedes cerrar la puerta, el polvo entra, el género se ensucia. Tengo una empresa que limpia una vez por semana, pero a los diez minutos vuelve a estar todo igual. Es desesperante».

Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único
Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único Alberto R. RoldánFotógrafos

Lo que más duele a la familia, dicen, no es solo la pérdida económica. Es la falta de respuesta institucional. «He escrito a todos: al Ayuntamiento, a la Comunidad, al Consorcio de Transportes, incluso al Rey. Desde Casa Real me contestaron diciendo que reenviaban mi mensaje al Ayuntamiento. Pero de allí, nada. Ni una llamada, ni una reunión, ni una explicación».

El pasado verano, la familia intentó acogerse a las ayudas de la Comunidad de Madrid para comercios afectados por obras. «Sabemos que eran 5.000 euros, pero no pudimos acceder. Dieron solo dos semanas para solicitarlas y quedábamos fuera del radio de actuación. Y aunque hubiéramos podido, ese dinero apenas cubriría dos semanas de gastos», cuenta Jonathan.

También solicitaron intervenir en la Junta Municipal de Retiro para exponer su caso el 14 de octubre. Sin embargo, su petición fue inadmitida por un problema burocrático: no se presentó cinco días hábiles antes y no justificaba, según el escrito oficial, el tema concreto de la intervención. «Intenté hacerlo en plazo, pero la plataforma fallaba. Llamé al 010 y no me dieron solución. Luego entregué todo lo que pedían, pero ya era tarde».

Un barrio en obras… y en vilo

Conde de Casal vive desde hace más de un año en un estado de excepción urbana. El tráfico reducido, los desvíos y las vallas han transformado por completo el entorno. A pocos metros del quiosco, el obrador de Goya, cerró definitivamente en octubre, después de meses intentando resistir. Un bar cercano, ha pasado de contar con siete empleados y ya solo queda la dueña.

El quiosco, además, sufre una desventaja estructural: no puede trasladarse ni reinventarse fácilmente. «Si tuviera ruedas o estuviera en un local, podría moverme. Pero no: estoy en suelo público, pago un canon anual y doy un servicio público», explica a LA RAZÓN el quiosquero.

Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único
Simón, último quiosquero activo en la zona de Conde de Casal. Su quiosco, El Trébol de la Suerte, es el único Alberto R. RoldánFotógrafos

A pesar del desánimo, Jonathan insiste en que no busca culpables ni enfrentar a instituciones. «No tenemos nada contra el Ayuntamiento ni contra la Comunidad ni contra las obras. Entendemos que hay que hacerlas. Solo pedimos que nos tengan en cuenta. Que alguien nos reciba. Que nos digan cómo va a quedar todo, si el quiosco podrá seguir o si tendremos que irnos. Pero ahora mismo no sabemos nada». La familia ha puesto una fecha límite a la situación que atraviesan: el 30 de noviembre. «Mi padre ha dicho que si para entonces no nos dan soluciones, cerramos. No queremos hacerlo, pero no podemos más» y añade, «lo más fácil sería tirar la toalla, pero me da mucha pena. Yo sigo con la esperanza de que nos llamen, que podamos hablar y encontrar una salida».

Nueve años de esfuerzo

Mientras tanto, el reloj sigue corriendo. Cada día que pasa sin respuesta acerca un poco más el cierre definitivo de un pequeño negocio que ha sobrevivido a todo: la crisis económica, la pandemia y ahora una obra que parece no tener fin. «Da mucha rabia ver cómo todo ese esfuerzo se va por la borda. Es muy triste y muy extraño. No sabes cómo actuar. Vas a trabajar sabiendo que no vendes, que estás pagando facturas todas las semanas y que nadie te escucha». A menos de dos meses del cierre anunciado, Jonathan sigue enviando correos y cartas, buscando un interlocutor que los escuche. «No pedimos una ayuda milagrosa, solo soluciones reales. Si el quiosco estorba, que lo digan. Si hay alternativas, que nos las expliquen. Pero no puede ser que un negocio legal, que paga sus impuestos, se hunda sin que nadie se dé por aludido», explica el quiosquero.

En Conde de Casal, la maquinaria no se detiene durante el día. Las obras del intercambiador avanzan, los obreros cambian de turno, las vallas se mueven unos metros. Dentro del pequeño quiosco El Trébol de la Suerte, en el número 171 de la calle Doctor Esquerdo, el reloj también marca el paso del tiempo, pero con otro significado: una cuenta atrás que terminará el 30 de noviembre, si nadie interviene antes.