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Medio Ambiente
Tribuna/ De la calle al plato. El Nuevo Movimiento.
Un 22 de abril de hace 50 años, 20 millones de personas salieron a la calle en Estados Unidos para reclamar más acción en la protección del medio ambiente. Imaginaros la fuerza de aquella protesta. Como si en España, una manifestación consiguiera congregar a todos los ciudadanos de las ocho ciudades más pobladas del país. Imaginaros el impacto si todos y cada uno de los residentes de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Málaga, Murcia y Palma de Mallorca nos uniéramos por una causa común: salvar el planeta.
Medio siglo después, en el Día Mundial de la Tierra, y en medio de una crisis sanitaria, no debemos ni podemos bajar la guardia. La emergencia climática no puede ser relegada a un segundo plano. Debemos seguir abogando y comprometiéndonos a actuar, ahora desde casa, para que la crisis climática y la necesidad de tomar medidas urgentes vuelva a estar en boca de todos.
A simple vista, puede parecer que la emergencia del clima y el covid-19 no tienen nada en común, pero ambas batallas guardan importantes similitudes. De alcance global, las dos amenazan la vida de millones de personas y están sacudiendo el mundo a muchos niveles. Además, tanto el coronavirus como la crisis climática han puesto en cuestión la viabilidad y sostenibilidad del estilo de vida actual y requieren de cambios y medidas que protejan nuestro futuro y el de las generaciones futuras.
En esta realidad indeseable que nos está tocando vivir, el medio ambiente se sitúa, por primera vez, como uno de los pocos beneficiados a corto plazo. Los cielos limpios, el retorno de fauna a lugares antes ocupados por el hombre… los datos indican que le estamos dando una pequeña tregua al entorno con una caída en picado de las emisiones, la contaminación o la sobreexplotación.
Y no solo en la calle, también desde nuestras casas. Upfield acaba de publicar un estudio sobre los hábitos alimentarios de los españoles durante el confinamiento y las conclusiones son muy esperanzadoras. La cuarentena está cambiando el patrón de alimentación del 70% de los españoles hacia una dieta basada en vegetales, es decir, más sana y sostenible. Y son los jóvenes quienes lideran este cambio hacia una alimentación más consciente y respetuosa con el medio ambiente. Esta está siendo, sin duda, la cara más amable del confinamiento. Sin embargo, cuando la crisis del covid-19 remita, el respiro ambiental cesará, y el mundo seguirá enfrentándose a una emergencia climática que, de no paliarse, amenaza la vida en el planeta.
Si algo ha visibilizado la cuarentena es el papel fundamental que la producción agrícola y la industria alimentaria tienen para el conjunto de la sociedad. ¿Cuál habría sido el impacto del coronavirus si se hubiera sumado a una escasez de alimentos? Y la importancia de esta industria seguirá creciendo de forma exponencial ante la necesidad de alimentar a los más de 10 mil millones de habitantes que se calcula habitarán el mundo en el año 2050. Pero no vamos por el buen camino. A pesar del enorme potencial que tienen los sistemas de producción alimentaria
para mejorar la salud y contribuir con el entorno, los expertos coinciden en señalar que el sistema actual está haciendo justamente lo contrario: poner en peligro nuestra salud y el medio ambiente.
Alimentación y cambio climático están estrechamente relacionados. Ambos convergen en una misma dirección y solución que tiene beneficios tanto para el hombre como para la Tierra: una dieta vegetal. Para tener un impacto positivo en el entorno y mejorar la salud de las generaciones actuales y futuras debemos iniciar el cambio hacia una alimentación basada en el consumo de frutas, verduras y cereales, así como de productos y alternativas vegetales como pueden ser las bebidas y quesos vegetales o la margarina. Ha sido ampliamente probado y demostrado que una dieta vegetal, es decir, aquella con base de alimentos de origen vegetal aunque no en su totalidad, proporciona no solo una alimentación con un alto valor nutricional, sino que es, además, el modelo con menor huella ambiental.
Si apostamos por una alimentación vegetal y reducimos el consumo de productos de origen animal como la carne y los lácteos, conseguiremos reducir la sobreexplotación de la tierra y de los recursos naturales, disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, mejorar la calidad del suelo y preservar la biodiversidad de los ecosistemas. Se dice pronto. Tal es el efecto y el poder de los alimentos que incluimos en la cesta de la compra y que nos llevamos a la boca.
Salud y medio ambiente deben ir de la mano si queremos construir un futuro más sano, sostenible y próspero para nosotros y para el conjunto de la humanidad. No se puede seguir negando la obviedad. Autoridades, organismos competentes e instituciones deben incorporar la alimentación como una de las principales líneas de actuación para paliar los efectos de la crisis climática. Necesitamos contar con directrices y programas que promuevan una producción y un consumo eminentemente vegetal. Para ello, las políticas agrícolas deben centrarse en incentivar, ayudar y acelerar la transformación del sistema agrícola y ganadero hacia un modelo de producción sostenible que sea beneficioso tanto para la salud como para el planeta.
Y en el plano individual también hay espacio para el cambio. Esta cuarentena nos brinda el tiempo para informarnos, reflexionar y aprender. Además de actuar. La concienciación sobre el impacto que nuestras elecciones y estilo de vida tienen sobre el entorno es un primer paso muy poderoso. Aunque estemos encerrados en casa, pongámonos en marcha. ¿Quién puede negarse a querer mejorar su salud mientras contribuye al cuidado de la Tierra desde la comodidad de su hogar? Es tan sencillo como siendo conscientes de qué alimentos ponemos en la mesa. Escogiendo y priorizando productos de origen vegetal, apostando por una dieta saludable y de proximidad, estaremos iniciando el movimiento desde nuestro plato, desde nuestra casa.
El momento es ahora.
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