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Biodiversidad

Amazonas: el pulmón del mundo se muere de sed y sus habitantes con él

La sequía extrema que atraviesa la selva destruye la fauna acuática. A final de año, podría afectar a medio millón de personas

A fisherman stands on his boat as he navigates near thousands of dead fish awash on the banks of Piranha Lake due to a severe drought in the state of Amazonas, in Manacapuru, Brazil, Wednesday, Sept. 27, 2023. (AP Photo/Edmar Barros)
El calor ha matado a miles de peces y más de un centenar de delfines en peligro de extinciónEdmar BarrosAP Photo

En la última semana, más de 120 delfines rosados de río, una especie en peligro de extinción, han sido encontrados muertos en el lago Tefé, en la Amazonía. No son los únicos cadáveres que arrastra la marea. En medio de una sequía que va camino de convertirse en histórica y con temperaturas récord en Brasil (cercanas a los 40ºC), miles de peces muertos aparecen flotando en las lagunas de la Reserva Ambiental de Desarrollo Sostenible del Lago do Piranha, en Manacapuru. El municipio se sitúa en la ribera del río más caudaloso del mundo situado a unos 84 kilómetros de Manaos, la capital del Estado del Amazonas.

«También nos llegan noticias de que fenómenos parecidos han pasado en otras partes de la cuenca amazónica», afirma para LA RAZÓN Letícia Santos de Lima, investigadora brasileña del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), experta en eventos extremos de sequía en la Amazonía y cómo pueden empeorar ante el cambio climático y la deforestación.

Aunque la muerte de los delfines continúa siendo investigada, la causa más probable detrás de esta oleada de cadáveres reside en la pertinaz ola de calor, que castiga los ríos y eleva la temperatura y la acidez de las aguas, «hirviendo» a sus habitantes. «Cuando los niveles del agua bajan tanto, su calidad cambia y eso afecta a muchos organismos acuáticos locales, además de a la vegetación de los humedales», explica Santos de Lima.

«Los niveles del lago Tefé bajaron con extrema rapidez en los últimos días, exponiendo como la mitad de su cauce», apunta, lo que se tradujo en «un incremento brutal de la temperatura del agua». Por su parte, el nivel del río en la región noroeste de Brasil está a 6 metros por debajo de su caudal habitual. Mientras los peces de Manacapuru se pudren –atrayendo a cientos de garzas que se alimentan con sus restos–, los pescadores y sus familias sufren las consecuencias.

Con los ríos bajo mínimos, enormes áreas habitadas han quedado aisladas por dificultades en la navegabilidad. Una situación que ya perjudica a la pesca, pero también a la navegación, la agricultura, el equilibrio ambiental y el abastecimiento de agua, alimentos, medicinas y combustibles en numerosos municipios. «La sequía extrema es dramática para las comunidades locales», explica la investigadora. En total, 59 poblaciones de las 62 que integran la Gobernación del Amazonas dependen del transporte por río.

Sin agua, sin luz, sin nada

«Cuando la sequía es extrema, se corta el acceso a mercados, servicios de salud y educación. Las escuelas se cierran. Los médicos no vienen. No hay suficientes suministros esenciales y, cuando llegan, lo hacen con precios mucho más altos debido a los costes inusuales en la logística. Gran parte de los pueblos amazónicos dependen del combustible para generación de energía eléctrica y, durante las sequías, el acceso la luz queda limitado», relata Santos de Lima. A día de hoy, 55 municipios han sido declarados en situación de emergencia por un período inicial de 180 días.

No obstante, la sequía podría extenderse hasta enero o febrero de 2024, según prevén fuentes oficiales de Brasil. Si así fuera, podría afectar a cerca de 500.000 personas tan solo en este Estado, según los cálculos del Centro de Monitoreo de Alertas y Desastres Naturales (Cemaden). Este organismo, vinculado al Ministerio de Ciencia y Tecnología de Brasil, considera que los efectos del fenómeno de El Niño sobre el clima –que inhibe la formación de nubes de lluvia– de la región serán más severos este año que, incluso, en 2015-16.

Ya el 25 de septiembre, Santos de Lima y otros 71 investigadores firmaron una carta dirigida a la Comisión de la Amazonía y los Pueblos Originarios y Tradicionales del Congreso Brasileño. En ella alertaban sobre las condiciones climatológicas adversas que podrían, de nuevo, llevar a una sequía extrema. «También apuntamos una serie de impactos a las comunidades locales observados en eventos pasados y pedíamos a la comisión que activase medidas de presión sobre el Gobierno Federal de Brasil. Hasta ahora, el proceso ha sido frustrante: no ha habido ninguna respuesta de la comisión», indica.

Finalmente, el Gobierno brasileño ha reaccionado, según Santos de Lima, movido por la rapidez con que evolucionó el desastre. Hasta el momento, ha facilitado el acceso de los pueblos afectados a un plan de fondos valorado en 20 millones de dólares. «De todas formas, la carta al final trata de algo muy crítico: los fenómenos hidroclimato-lógicos de este año pueden traer consecuencias durísimas también en 2024. Por lo tanto, las medidas emergenciales no son suficientes. Habrá que pensar en una estrategia coordinada y de largo plazo para adaptarse a estos eventos, que cada vez van a ser más frecuentes», vaticina.