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Ciencia

Armas láser, la energía dirigida se abre hueco en la guerra

Israel o EE UU usan chorros electromagnéticos para inhabilitar al enemigo o para defenderse de ataques masivos con misiles o drones "low cost"

Soldados con armas con láseres
En España, el Centro de Láseres Pulsados (CLPU) de Salamanca investiga en el proyecto Optimas estos sistema ópticos para las comunicaciones con satélites y vehículos aéreos no tripulados Dreamstime

En 1983 cuando el presidente de los EE UU Ronald Reagan anunció un plan para estudiar cómo defenderse de los misiles de la Unión Soviética llamado Guerra de las Galaxias nadie creyó que usar tecnología láser en la guerra fuera una posibilidad con mucho recorrido. Sin embargo, solo unas pocas décadas después el láser está a punto de convertirse en el arma estrella de los conflictos bélicos. Y no sólo: chorros de sonido, microondas o pulsos electromagnéticos pueden dirigirse cual balas contra misiles o personas para dejarlos fuera de combate o contra ciudades para devolverlas literalmente a la edad de piedra friendo sus infraestructuras. Son las llamadas armas de energía dirigida. «Casi todos están en fase de experimentación. Los cañones sónicos se han usado de forma disuasoria contra los piratas en Somalia o para disolver manifestaciones. Aunque las que más perspectiva de futuro tienen son los láseres. Pueden tensionar los circuitos eléctricos e inhabilitar y paralizar el funcionamiento de los instrumentos del enemigo. La guerra ya no trata tanto de causar muertes, sino de provocar heridos e inutilizar infraestructuras, de manera que el enemigo esté ocupado y gaste dinero en reconstruir y atender a sus combatientes en lugar de pensar en el frente», explica Fernando Cocho, analista de inteligencia y riesgos a la seguridad nacional.

Lo estamos viendo en diferentes conflictos como el de Oriente Próximo. Israel dice haber probado con éxito esta tecnología láser. El Iron beam es su sistema de defensa antiaérea láser que se está incorporando como una nueva capa a la ya famosa Cúpula de Hierro, que cuenta también con sistemas convencionales como misiles tierra-aire. El láser emplea un sistema de fibra óptica para generar las pulsaciones y consigue la suficiente energía como para destruir una amenaza aérea incidiendo sobre ella unos cinco segundos. Su desarrollo, asegura el país, ha costado 1.000 millones de dólares.

Estados Unidos, también ha apostado por el desarrollo de la tecnología láser y actualmente cuenta con 31 proyectos en ejecución. En 2023, el Departamento de Defensa anunció que gastaría aproximadamente 1.000 millones de dólares al año en estas armas de energía dirigida. Uno de los proyectos más conocidos es Helios, del fabricante Lockheed Martin que ya se encuentra instalado en la proa del USS Preble de la Armada. Además, recientemente anunciaba la incorporación a su arsenal de un sistema de defensa llamado Leónidas. Un escudo de energía basado en microondas (energía de alta frecuencia también, pero menor que el láser, en el rango entre los 100 Mhz y los 40 Ghz) pensado para localizar y derribar drones y misiles detectados. Reino Unido también ha hecho público su propio desarrollo; DragonFire estará operativo en 2027 para defenderse de misiles o aeronaves no tripuladas por sólo 13 dólares el disparo.

Y es que el precio es una de las ventajas operativas de estas nuevas armas. Un misil convencional lanzado desde el Iron Dome israelí supone entre 40.000 y 50.000 euros por disparo. «El costo de los misiles de defensa antiaérea se ha convertido en un tema de gran interés en los círculos de defensa en los últimos años, a medida que los drones de bajo costo han demostrado su eficacia en los campos de batalla de Ucrania y en los ataques de los rebeldes hutíes contra buques comerciales y militares en el mar Rojo y el golfo de Adén. Los drones y cohetes de bajo costo han alterado el cálculo económico de la ofensiva y la defensa a favor de aquellos que utilizan grandes volúmenes de sistemas no tripulados y municiones baratas para abrumar las defensas aéreas y de misiles más sofisticadas», dice la CNN en un reportaje. Los ataques masivos con misiles los hemos visto también al inicio del actual conflicto en Gaza (así como el aprovechamiento de dispositivos electrónicos para atacar por parte de Israel en las recientes explosiones de beepers). «Las ventajas de estas armas son múltiples porque simplifica la logística pues no requiere suministros más allá de corriente eléctrica para dotar de energía al dispositivo y para enfriarlo, eliminar los residuos propios de la artillería (vainas metálicas) y, además, pueden atacar objetivos tanto físicos como lógicos, es decir, equipamiento electrónico o redes de comunicaciones por citar los dos ejemplos más comunes. También encontramos una ventaja adicional por la escasa preparación para prevenir este tipo de ataques, particularmente las microondas. Sin embargo, el coste aún es altísimo y la tecnología tiende a no licenciarse a otros países por suponer una ventaja competitiva. Además hay todavía muchos sistemas en pruebas y los ya disponibles no han sido suficientemente testados por lo general en el campo de batalla real. Pero como todos los avances en materia armamentística, si funciona (y esta tecnología parece que funciona) se acabará popularizando en todos los dominios del combate», comenta Juan Cayón Peña, rector de UDIT, Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología y miembro de la Academia de Artes y Ciencias Militares.

Uno de los problemas que presenta hoy en día él láser es que la lluvia, la niebla y el humo dispersan los haces de luz y disminuyen su eficacia. Fuera del uso militar, de hecho «se está estudiando para las comunicaciones de satélite con tierra, aunque falta trabajo porque la atmósfera atenúa mucho la señal con estas frecuencias tan altas. Es una tecnología con mucho futuro que ya se está utilizando para las comunicaciones entre satélites. Es útil porque estos almacenan mucha cantidad de información y a veces no tiene buena visibilidad con las estaciones de tierra por lo que lo manda a otro satélite», detalla Vicente Boria, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia y presidente de la comisión ejecutiva del Consorcio Espacial Valenciano (fomenta la investigación en el campo de la energía dirigida).

Además, recuerda el catedrático, cuando hablamos de energía dirigida, «hablamos de muchas aplicaciones industriales basadas en microondas o láser, por ejemplo la que usan los hornos microondas que calientan la comida porque remueven las moléculas de agua de su interior. La energía electromagnética si incide sobre el agua la calienta. También hablamos de teléfonos, de sistemas de ayuda a la navegación, como GPS o Galileo, información meteorológica que llega a través de imágenes satelitales, retransmisiones deportivas... El láser funciona a mayores frecuencias y permiten comunicaciones con muchísimo ancho de banda. En tierra lo usamos a través de los cables de fibra óptica y a nivel espacial, como se ha comentado, para comunicaciones entre satélites.