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Verde

Reforestar: ¿una solución contra el cambio climático?

Conservar los bosques primarios y la gestión forestal son acciones tan necesarias o más como asegurarse de que las replantaciones se mantienen

Pinos pequeños en bandejas de germinación
Las replantaciones deben mantenerse para asegurarse de la supervivencia de los ejemplaresDreamstime

Enterrar biomasa en el suelo en condiciones de anoxia. Es la idea que tuvo la firma estadounidense Kodama Systems y que ha conseguido una financiación de más de seis millones de dólares de, entre otros, el fondo climático y tecnológico de Bill Gates. El servicio forestal de los EE UU, cuenta Forbes, también ha puesto dinero para ayudar a transportar la biomasa sobrante del raleo de árboles (cortar ejemplares para dejar a los mejores árboles de un bosque más sitio para desarrollarse) hasta bóvedas de madera donde se entierra la biomasa, «secuestrando el carbono durante siglos”» Algo que es habitual en gestión forestal como quitar biomasa (para evitar incendios, por ejemplo) encuentra en esta idea algo chocante, porque ¿para qué enterrar los árboles talados? Kodama asegura que es para evitar que se descompongan y emitan CO2, pero «si quieres fijar carbono de los árboles úsalos en papel, en construcción, en barricas. En cualquier producto que de dinero y no se queme, pero ¿enterrarlos? Lo lógico es que esa madera sustituya a los materiales y productos de origen fósil, no enterrarlos», afirma Patricia Gómez, gerente de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE).

«La madera muerta en el bosque es buena para la biodiversidad y ayuda a que mantener el agua más tiempo en el bosque, evita escorrentías. Su papel es básico en el entorno natural, pero también se puede secuestrar en un mueble. Aunque entierres la madera siempre va a haber algo de oxígeno y se va descomponer con lo que se vuelve a generar CO2», dice a su vez Jordi Vayreda, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf).

La información sobre el proyecto de Kodama, que publicara Forbes, unidas a las declaraciones sobre lo absurdo de plantar árboles que hiciera Bill Gates en una cumbre climática celebrada por The New York Times («Yo no planto árboles… ¿Somos la gente de ciencia o idiotas?») levantaron muchas ampollas hace unos meses y han puesto encima de la mesa un debate sobre las reforestaciones y los proyectos de compensación de emisiones. Resultan curiosas las declaraciones de Gates cuando el objetivo de Kodama, empresa que él financia, es precisamente plantar nuevos árboles y vender créditos de carbono a empresas que necesitan compensar lo que emiten. ¿Cómo han de ser los proyectos de reforestación para que realmente absorban CO2? ¿Son una buena solución para luchar contra el cambio climático? ¿Existe el peligro de que estos proyectos generen bosques uniformes solo con especies de crecimiento rápido? ¿Es peligroso entender un bosque solo por su valor como sumidero de carbono? «Es bueno tener de todo: bosques jóvenes, maduros, plantaciones. Los bosques maduros cumplen una función ecosistémica, pueden ser refugios de la biodiversidad, etc. Cuando se plantea una reforestación, hay que ver la finalidad del bosque para decidir qué especies plantar (las de crecimiento rápido como chopos o eucaliptos pueden ser interesantes para absorber carbono más rápido y hacer aprovechamiento industrial) y, sobre todo, no se nos puede olvidar que hay que hacer gestión forestal (desbroces, raleos…), también en los bosques maduros. Las dos acciones son necesarias», dice Patricia Gómez.

Desde el 2000

Lo cierto es que el mercado de carbono y los proyectos de reforestaciones se han convertido en una acción habitual del sector privado desde principios del 2000. Los bosques son junto al suelo y los océanos los grandes sumideros de carbono del planeta. El carbono se almacena a largo plazo en los árboles a través de la madera y en el suelo gracias a la vegetación. De forma natural se calcula que absorben el 29% de las emisiones antropogénicas, otro 26% lo retira el océano, y el otro 45% es el que se acumula en la atmósfera.

Para Jaime Martínez Valderrama, investigador de la Universidad de Alicante y de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC: «lo primero es conservar. Hay una fiebre por reforestar, pero tenemos que tener en cuenta que lo primero es conservar los bosques que hay, sobre todo los primarios. En Europa compramos muchas materias primas en otros continentes a costa de deforestar grandes bosques primarios, en el Amazonas, por ejemplo. Lo más importante es conservar estas masas, porque son las que mejor funcionan para capturar carbono. Los grandes depósitos de CO2 están en el suelo, cuando hay cambios de uso y se quitan bosques, ese carbono va a las atmósfera. Casi la mitad del carbono no viene de quemar combustibles fósiles, sino de ese cambio de uso del suelo. Así que la agricultura ha generado casi la mitad de las emisiones. Por otro lado, establecer un bosque tarda mucho tiempo. Se considera que un bosque está ya fijando carbono al cabo de cien años que es el tiempo de vida medio del carbono en la atmósfera. La reforestación a gran escala se hace desde el año 2000, así que hasta el 2100 no veremos si todo esto está funcionando o no».

El mercado de carbono es voluntario. Existen calculadoras que determinan el volumen de CO2 que fijará un proyecto de reforestación en función de las especies que se vayan a plantar y de otros parámetros como la situación de los bosques, la densidad por hectárea, etc. «No estamos muy convencidos de este método y vemos que se produce una burbuja de negocio para empresas que se dedican a proyectos y que deciden el terreno de actuación, las especies, calculan el carbono que se absorberá y venden los créditos, pero luego encuentras todo tipo de empresas; algunas serias y otras que ¿realmente hacen seguimiento de los ejemplares?», se pregunta Patricia Gómez.

Según una investigación llevada a cabo hace un año por The Guardian, el semanario alemán Die Zeit y la organización de periodismo de investigación Source Material, más del 90% de las compensaciones de carbono de selva tropical realizadas por el mayor certificador no tienen valor, es decir, que no representan reducciones genuinas de carbono. «Lo primero que hay que tener es una visión global de los proyectos de créditos de carbono: la mayoría están ligados a bosques tropicales y en teoría se destinan a proyectos de evitación, es decir que su objetivo es evitar que desaparezca las masas forestales. Sin embargo, en la mayor parte de los casos no pueden demostrar el secuestro de carbono ni que no se está deforestando. Además, algunas de las zonas en las que se realizan estos proyectos ya están protegidas por otras figuras y, en muchos casos, se generan problemas de titularidad de la tierra. La mayoría de créditos están ligados a esto. Sin embargo, desde 2021 vemos que se han reducido hasta en cinco veces el volumen de mercado de carbono», explica Marcel Llavero-Pasquina, coordinador del Atlas Global de Justicia Ambiental (EJAtlas.org), e investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB).

Créditos por gestión

Para Jordi Vayreda, investigador del Creaf, también lo primero es conservar, luego preocuparse de la gestión forestal de bosques maduros y reforestar « sobre todo en casos de erosión del suelo, pero aquí hablamos de recuperar vegetación en general. En ese caso sí son interesantes estos proyectos. Si estas acciones se hacen por temas de cambio climático habría que auditarlos bien, porque algunos parecen poco serios a veces. Por otro lado, en España por ejemplo, se gestiona solamente el 30% de la masa forestal así que parece que tiene más sentido invertir el dinero en bosques que ya existen. Además, ¿por qué invertir en nuevas plantaciones cuando la capacidad de regenerarse de los bosques de forma natural es alta? Y por último, no se entiende por qué en una plantación se puede calcular el CO2 que se absorberá y en un proyecto de gestión (raleos, desbroces...) no se puede hacer lo mismo y ligar los créditos de carbono a proyectos destinados a la gestión», afirma el investigador.

Bosques variados

Los bosques maduros y diversos tienen ventajas no solo como refugio para la biodiversidad, etc., también son más resilientes. Así lo afirma un reciente estudio en Nature Climate Change (en el que ha participado el Creaf y el CSIC) donde se explica que los bosques más diversos son menos sensibles al aumento de la temperatura y que la biodiversidad protege los bosques de una salida de las hojas prematura. «El estudio ha comprobado que los bosques biodiversos tienen árboles con raíces más profundas que pueden acceder a nutrientes y agua a más profundidad. Por otro lado, un bosque más biodiverso que genere más materia orgánica será capaz de fijar más carbono de la atmósfera. De hecho, en estos bosques aumenta la relación entre carbono y nitrógeno, por lo que las plantas, ante la falta de nitrógeno, destinan más carbono al crecimiento de las raíces y frenan la salida de las hojas», concluye esta reciente publicación.