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El secreto para acabar con el plástico que esconden las anémonas
Un equipo de científicos españoles consigue transformar la proteína que le sirve a las anémonas para defenderse en una nanopartícula biológica que devora plástico

En el Everest, en el fondo del mar o en la placenta de las embarazadas. El plástico ha conseguido colarse en todas partes y se ha convertido en uno de los grandes problemas medioambientales de este siglo. Y eso que se trata de un material joven. La era del plástico comenzó en 1907, en los años 20 se desarrolló el polietileno y, desde entonces, han ido apareciendo nuevos compuestos, desde el famoso PET de las botellas hasta los plásticos biodegradables. “Pongamos números: cada año producimos alrededor de 430 millones de toneladas de plásticos y más de 52 millones terminan contaminando el medio ambiente de forma visible. De ellos, casi un millón de toneladas se descompone en partículas diminutas, invisibles al ojo humano, que logran dispersarse incluso en los lugares más remotos del planeta”, explica Manuel Ferrer Martínez, profesor de investigación en el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica (ICP) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ferrer ha impartido en la Fundación Ramón Areces una conferencia -organizada con la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM)- sobre "Cómo se pueden eliminar las partículas de plástico utilizando nanopartículas biológicas".
Ferre recordó durante su ponencia que estando hace un tiempo de expedición por el Mediterráneo, el capitán del barco en el que se encontraba, aficionado a la pesca, creyó que estaba tirando de un atún cuando lo que en realidad había "picado" era un fardo de polímeros situado a gran profundidad. “Como no se veía, pensamos que era un atún grande”, comentó. El problema añadido de los plásticos es, precisamente ese, que muchos de ellos no se ven. Los materiales se terminan degradando y formando microplásticos o nanoplásticos de tamaño menor a una micra, “realmente muy pequeños”, que terminan en cualquier lugar, en el fondo del mar y en la tierra, pero también en el aire y en aguas depuradas y potables y de aquí a la cadena alimentaria. “La acumulación en el cuerpo humano tiene relación directa con enfermedades como el ictus o el cáncer, además de enfermedades degenerativas”, dijo y detalló cómo el reducido tamaño de estas partículas poliméricas hacen que se escapen a los sistemas de filtrado de depuradoras y potabilizadoras de agua.
El mar como inspiración
El mismo mar que arrojó ese fardo de plástico de sus entrañas les ha dado, a él y al extenso grupo de científicos que ha colaborado en esta investigación (la Universidad Complutense o el Centro de Supercomputación de Barcelona, entre otros), la clave para mejorar los sistemas de recuperación y reciclado actuales y poder filtrar y eliminar el plástico PET. El secreto está en las anémonas y su sistema defensivo. Estos organismos cuentan con “unas proteínas que forman poros en el tejido de los animales con los que tienen contacto”, explicó. La capacidad natural de estos organismos para formar poros ha servido de base para investigar y, aplicando modelados moleculares e inteligencia artificial, han transformado esta proteína en nanopartículas biológicas con capacidad de cortar y degradar material plástico.
Entre las ventajas de su descubrimiento figura que la degradación se consigue a temperatura ambiente o el hecho de que no importe el color que tenga el PET. “En los procesos acutales, para reciclar este material primero se tritura, luego se funde y se vuelve a formar una botella. El problema es que con este método de reciclaje solo se consigue salvar el 37% del plástico. Sin embargo, mediante una tecnología enzimática como esta podríamos reciclar todo independientemente del color, porque se podría separar mediante un proceso químico convencional lo que es la parte colorante, entre comillas, y luego los componentes del plástico", puntualizó.
Las posibilidades se abren ahora para esta solución son varias. Por ejemplo, desarrollar nuevos reactores para plantas depuradoras donde se integren estas nanopartículas biológicas impidiendo de forma definitiva que el PET pase al agua y a la cadena alimentaria. Para ello el equipo se enfrenta a la tarea de escalar la tecnología para industrializarla. También abre la puerta a seguir investigando para acabar con otros residuos plásticos como el poliuretano habitual en la industria del automóvil o el poliéster que compone el 75% del textil que vestimos. “Si nos fijamos en la cantidad de enzimas que se han reportado, que se han caracterizado y que se utilizan para la degradación del plástico, vemos que hay como un centenar de ellas capaces de degradar polímeros y que principalmente se usan para plásticos tipo PET", concluyó.
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