Bulos y mentiras
Todavía recordamos cuando la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ordenó retirar del Diario de Sesiones del 27 de mayo del 2020 las palabras que pronunció la diputada popular Cayetana Álvarez de Toledo para referirse a Pablo Iglesias como “hijo de un terrorista”. El 21 de noviembre de 2018, Ana Pastor, la entonces presidenta, tras expulsar del pleno a Gabriel Rufián por su comportamiento, ordenaba también retirar del Diario de Sesiones las palabras “golpista” y “fascista” pronunciadas por los diputados del Partido Popular y de Ciudadanos para referirse al diputado de ERC. Y a continuación en un emotivo discurso afirmaba que retiraría esas palabras porque las consideraba un insulto inaceptable en la “casa de la palabra” que es el Congreso de los Diputados y que el Diario de Sesiones, no lo leerán, hoy, ni mañana, sino dentro de cien años.
Pues bien, no han pasado ni cien años desde que el 6 de mayo de 1936, Juan Antonio Gamazo, diputado monárquico, tomaba la palabra en el Congreso para dejar constancia en el Diario de Sesiones de unos acontecimientos que no tuvieron eco en la Prensa por la censura. El 4 de mayo de 1936 se hizo correr el bulo en Madrid, concretamente en la barriada de Cuatro Caminos, que religiosos y mujeres católicas estaban repartiendo “caramelos envenenados” entre los niños. Vamos, lo más normal del mundo. Pero la cuestión es que lamentablemente la historia no era nueva. Ya en 1834 se había difundido también la mentira de que los monjes envenenaban las fuentes para matar a las personas y poder quedarse así con sus posesiones. Una vez más el fanatismo y la ignorancia se daban la mano.
Evidentemente no hubo noticia de niño muerto por envenenamiento pero, por el contrario, como consecuencia de esta falsedad, sí que tenemos registrados los altercados que hoy podemos leer en aquel diario de sesiones y que por su interés reproducimos a continuación:
“Decía yo ayer, y repetía el Sr. Calvo Sotelo, que España vive en la anarquía y en el desorden y que estamos en plena barbarie, y yo quiero señores Diputados, relataros los hechos ocurridos en Madrid en un solo día, en un día nada anormal, en un día vulgar, corriente, por la pasión desencadenada de las multitudes, a las cuales no podemos atribuirlas la causa fundamental de sus errores, porque es evidente que no todas las personas tienen la cultura y la mesura debida; pero es preciso que la autoridad, desde su puesto, mantenga con su prestigio la normalidad de función de la vida de un Estado”.
Palabras que bien podrían aplicarse a los sucesos que hemos visto recientemente en las manifestaciones de apoyo a Pablo Hasél en Madrid y Barcelona, y que terminaron con saqueos, robos, barricadas, incluso prendiendo fuego a un furgón policial después de varios días de protestas bajo el beneplácito y la no condena del ya ex vicepresidente Pablo Iglesias. El señor conde de Gamazo se preguntaba en su intervención, si alguien de verdad podía creerse que elevando al presidente del Gobierno al primer puesto de la República, que ni había condenado, ni supo controlar el orden en las calles de Madrid, podría devolverse la tranquilidad al pueblo español.
Intento de asalto en el convento de Franciscanos, a primera hora de la tarde del día 4; incendio del colegio de niños de San Vicente de Paúl (…). Después de las tres y media, incendio en la iglesia de San Sebastián; en la iglesia de Raimundo Lulio prendieron la puerta (…); los encargados de los surtidores de gasolina en las proximidades de los Cuatros Caminos piden auxilio a la Dirección general de Seguridad porque las turbas arrebatan, por la violencia, la gasolina de sus aparatos. (…). En la iglesia de las Comendadoras de la plaza de Chamberí, incendio de las puertas (…). Barriada de Tetuán. Incendio de la iglesia situada en la calle de Garibaldi (…) para no haceros tan monótona la lectura de esto, he de decir que me extraña que todos estos datos, que yo tengo recogidos de las galeradas de los periódicos censurados, aparecen clara, tranquila y profusamente en un periódico de Bilbao, adonde, sin duda, no alcanza la censura.
El diputado siguió relatando los incendios provocados como el del colegio de Nuestra Señora del Pilar en el que las monjas que tuvieron que salir por los balcones. El apaleamiento de una mujer de cuarenta y ocho años, doña Fernanda Brunet que murió en la calle Joaquín Costa. El disparo en la mano a un guardia civil que estaba controlando las carreteras. Una mujer que iba al convento de las carmelitas de la calle Ponzano a visitar a su hija y que al grito de: ¡envenenadora!, la rompieron la mano y golpearon la cabeza, haciéndola perder un ojo. Otro supuesto grupo de envenenadoras, quince mujeres que se dedicaban a la docencia, fueron golpeadas y arrastradas por las calles por el mero hecho de ser católicas. La misma suerte corrieron cuatro monjas del Patronato de enfermos.
En los últimos días hemos oído decir a Pablo Iglesias que dejaba el Gobierno para combatir el fascismo, pero lo cierto es que las últimas palabras de aquella intervención del conde de Gamazo resuenan como si hubieran sido pronunciadas hoy por primera vez: “Combatís al fascismo, os duele el fascismo, y yo os digo que el fascismo lo creáis vosotros”.