Opinión
Soy capaz
A raíz de conocer al hermano de unos amigos en Wisconsin decidí que la gente con SD eran ángeles de vacaciones en la Tierra. Seres eternamente niños pues conservan la inocencia y la frescura que, el resto, solemos perder con el tiempo y las arrugas. Obviamente, el síndrome de Down no produce en todos el mismo resultado. Empero, está genial que se les enseñe a ser independientes. El valerse por sí mismos aumenta la autoestima y refuerza la confianza en uno mismo, ingredientes muy importantes para una psique sana y feliz. Aunque la felicidad sea consustancial a ellos –al menos en los que yo conozco así es–, no está de más animarles a aprender cosas que les permitan elegir qué tipo de vida quieren tener y qué grado de autonomía. He conocido a personas con SD excepcionales –José Omar Dávila, director de orquesta; Pablo Pineda, el primer licenciado europeo... Y otros anónimos que se esfuerzan como otros jóvenes de su edad–. Todos tenemos un libro de instrucciones en nuestro interior que debemos encontrar y aprender a interpretar para sacarle partido. A esta tarea, ayuda mucho el que crean en nosotros y que nos animen a creer en nosotros mismos, a sentirnos valiosos. El sentirnos y sabernos útiles nos da vida. La madre de José Omar Dávila habla con verdadera devoción de él y se siente afortunada de tenerle por hijo, por eso siempre le trataron como a alguien maravilloso. Si a una persona se la trata como una inútil y se lo cree, en ello se convertirá. Lo contrario también es cierto. Mejor hagamos pasteles de independencia y ensaladas de confianza para conseguir la meta que nos propongamos. ¡Bienvenidos a la cocina de la vida!
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