Opinión
Para ETA, sólo un camino
Contemplo con tristeza, demasiada, cómo se desarrollan los acontecimientos en torno al final de ETA, con la impresión de terminar de forma ignominiosa para las víctimas y, por tanto, para los españoles de bien. La discrepancia entre las palabras del presidente Rajoy y las de su homólogo Íñigo Urkullu me hacen temer lo peor. El primero: «No hubo ni habrá impunidad para ETA. Los crímenes se seguirán investigando, sus delitos se seguirán juzgando y las condenas se seguirán cumpliendo». Para el segundo «se ha abierto la puerta a que se produzca un acercamiento de presos etarras a las cárceles vascas» y Rajoy, aseguró, se había mostrado sensible a esa opción en sus conversaciones. ¿A quién creer? La experiencia me recomienda cautela. Mi corazón invita a dar por buenas las palabras de Rajoy. Mi cabeza siembra la duda.
Lo cierto es que ETA ha puesto en escena una nueva pantomima. Como siempre, burlándose de los ciudadanos y vejándonos de entrada con el protagonismo principal de uno de los terroristas más crueles de su historia. Ni una concesión a los asesinados ni a sus familias. Ni una colaboración con las Fuerzas de Seguridad del Estado ni con la Justicia para desvelar los 358 asesinados que restan por resolver. Ni la entrega de las armas con los que fueron cometidos. Eso sí, apoyados por una banda de «desfaenados conmilitones» (sic José María García) y por algunos partidos cuyo objetivo es romper la unidad de España.
Con su escenificación, ETA quiere poner el contador a cero, «aquí no ha pasado nada», a pesar de haberse disuelto a la fuerza, no por voluntad propia. Han sido derrotados y pretenden divulgar un empate. Como si se tratara de un partido amistoso. No, su actividad ha sido muy grave, trágica. Pedid perdón, poneos a disposición de la Justicia para ayudarle a hacer su trabajo y, después, hablaremos. Así es la vida.
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