Opinión
¿Estamos enfermos?
Sentí vergüenza. Una persona invidente se encontraba ayer en un semáforo, verde para los peatones, con claras muestras de no saber qué hacer, de necesitar ayuda para cruzar. Mientras no daba crédito a que decenas de personas pasaran a su lado sin mostrar atisbo de interés, quizá ni lo percibían aunque me cuesta creerlo, yo dudaba si dejar el coche en medio de la calzada, pasar el semáforo en rojo o esperar a que mudara a verde y, entonces, bajar a ayudarle. Cuando mi mente se ocupaba en estos pensamientos, una chica, de rasgos orientales y tecleando su celular, se detuvo, preguntó y cediendo su brazo le ayudó a coronar la cumbre de su dificultad.
La escena provocó en mí la sensación de que nuestra sociedad corre el riesgo real de enfermar. Será la globalización, la aceleración cotidiana, los móviles con sus correspondientes auriculares, la decadencia, o... sabe Dios qué. Lo cierto es que suceso como el referido demuestra flancos que requieren suturarlos con urgencia.
No quiero sustentarme en las creencias religiosas como la caridad, que debería regir nuestros actos, sino a los valores como la solidaridad, la honradez, la verdad, la sensibilidad... Para ello, es imprescindible una educación desde la infancia. Resulta curioso que fuera una joven llegada de Oriente la que diera una lección, callada lección, a todos nosotros. Por lo pronto, si me vuelve a suceder, dejaré el auto en la calzada, con o sin los intermitentes funcionando, y sentiré la felicidad de servir para algo.
Me vienen a la memoria aquellas palabras de Martin Luther King: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos». Así es la vida.
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