Opinión
Torra está a tiempo
Cuando vi al presidente de la Generalitat catalana aplaudir, junto a Felipe VI y a Pedro Sánchez, el paso de la delegación española en los Juegos Mediterráneos de Tarragona, dudé si se trataba de un acto de cortesía o significaba una cambio de actitud. Por más circunspecto que su rictus fuera, la batida de palmas fue reiterada en la ceremonia de inauguración. Su gesto contradecía a las radicales y desairadas manifestaciones de días anteriores. Quim Torra pareció sucumbir a la alegría emanada de la abanderada, la campeonísima Mireia Belmonte. Sea lo que fuere, deseo que el presidente catalán se convenza de una vez de que no tiene, que no existe más camino que la Constitución y la Ley. Cuanto más tarden en convencerse de que en ellas se basa la democracia y el Estado de Derecho, peor habrán cumplido con sus obligaciones.
El alejamiento del prófugo Puigdemont es inevitable. La complicidad de una institución como la Generalitat con un acusado de varios delitos es una traición a la institución y a millones de catalanes a los que también debe lealtad. A la larga, todas esas manifestaciones imposibles no pasarán de baladronadas ante la Historia. Es cierta la delantera tomada por los separatistas en los medios internacionales, con la influencia que ello ha supuesto hasta ahora. No lo han logrado, sin embargo, con los gobiernos de ningún país, como tampoco lo alcanzarán en el próximo viaje de Torra a Estados Unidos. No tiene sentido ir contra la racionalidad. No recuerdo dónde lo leí o escuché: «En la vida a veces hay que saber qué puentes cruzar y qué puentes quemar». Torra y sus mariachis deberían tenerlo claro. Aún está a tiempo. Así es la vida.
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