Opinión
Los Obama repiten
Nobles, bohemios exquisitos, playboys ociosos, líderes y jugadores internacionales señalaron las mecas españolas del estío. Edgar Neville escribió –en ese redescubriento de un país que por el Ministerio de Turismo procreaba bikinis y por el de Información los proscribía en el cine– que a la vida habíamos venido a veranear. El imperio del Sol y sus agasajos ha dejado buena literatura del placer. Hoy, los medios tratamos esta práctica respetuosa del veraneo como una sucesión de frivolidades. Mientras, el largo y cálido verano oficial ha ido menguando, constreñido en unas semanas de agosto, interrumpido por otro ritmo digital que va borrando del mapa los lugares secretos.
Ya casi todo es Benidorm y hay anuncios ministeriales de madrugada y a la hora de la siesta. Por eso, la confirmación de unas nuevas vacaciones españolas de Barack y Michelle Obama, hijas felices y brillantes incluidas, es un parpadeo nostálgico. No son los del anterior presidente norteamericano, los tiempos del ex presidente De Gaulle, quien atravesó con su Citröen Tiburón el país de Norte a Sur para acabar de dictarse sus memorias. Pero los Obama, por sus maneras exquisitas, su actitud respetuosa, han mantenido a la Prensa americana de su parte: impecables en ese juego de esgrima y navaja que es el alto poder. Ante la decadencia imperial de Nerón oxigenado, los empleados del gran hotel Villa Padierna de Benahavís todavía recuerdan la delicadeza de la anterior emperatriz mundial. Todo sea por vivir un buen verano que, efectivamente, es a lo que habíamos venido.
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