Opinión
Trazabilidad
En el siglo segundo, Luciano de Samósata –el gran antidogmático– escribió «El descreído». Esa narración la leyó Goethe varios siglos después y le provocó, en 1767, la idea para «El aprendiz de brujo». Cien años más tarde, el músico Paul Dukas descubrió el poema de Goethe y le pareció una historia divertida y de interés. La usó como inspiración y, basándose en ella, compuso en 1867 un scherzo que se hizo muy famoso por su gracia musical. En 1940, un cineasta interesado en las posibilidades de una nueva técnica –los dibujos animados– pensó que el famoso scherzo de Dukas (que le gustaba mucho) podía servir para ilustrar una película experimental que estaba haciendo. Así, Walt Disney convirtió al ratón Mickey en el protagonista de la historia y fue de esta guisa cómo quedó grabada la invención de Luciano en la retina de miles de espectadores.
Hasta aquí es donde podemos rastrear la trazabilidad (bonita palabra de nuevo uso) de la historia ejemplar del aprendiz de brujo. Básicamente, lo que cuenta es cómo un tipo, sin mucha preparación para ello, invoca a espíritus y pensamientos mágicos para intentar que le hagan de balde el trabajo que a él le toca. Luego, como podía preverse, no puede controlarlos. Los espectros convocados desobedecen y se fortalecen hasta provocar el desastre.
La trazabilidad de la leyenda está absolutamente de actualidad en nuestro país. Un Sánchez decide alentar una manifestación en el centro de Barcelona y se le va de las manos, llevándolo a la cárcel. Otro Sánchez piensa que puede ser presidente con el voto de fuerzas que significan para la democracia algo totalmente opuesto a lo que él quiere representar y termina esclavo de ellas.
Ahora parece que hay una tendencia en el Gobierno a dar a entender que el próximo juicio de los golpistas se reduce a un simple problema de discrepancias entre el separatismo y los criterios de la Justicia. Otro trazo más en la leyenda del aprendiz de brujo, pues no se puede jugar a la equidistancia entre la justicia independiente y los espectros del fanatismo antidemocrático. Sobre todo, porque la justicia será siempre quien, precisamente, deberá defendernos de esos espectros.
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