Opinión

Un camelo

El presidente del Gobierno conoce la imposibilidad de sacar adelante su propuesta de eliminar los aforamientos. Ni era su propósito al anunciarlo. Su objetivo se centraba en inventar algo para contrarrestar el grave problema de su tesis doctoral. Reconozco que ha sido una gran idea. Los políticos han sido obligados debatir sobre el tema y, en líneas generales, los ciudadanos acogemos con simpatía suprimir privilegios a los protagonistas de la cosa pública, y el aforamiento así es considerado.

Pedro Sánchez, al propagar urbi et orbi la iniciativa, sabía muy bien las reacciones, el rechazo que iba a encontrar. Unos por defecto, como la izquierda radical y los separatistas. Otros, por defecto, al considerar inoportuno abrir el melón de la reforma constitucional sin consenso mayoritario. Ni puede afrontar las exigencias de Podemos y de los independentistas, ni tiene las mayorías parlamentarias que las leyes exigen. En definitiva, un camelo, pero a pesar de ello lo mantendrá para saciar su objetivo. Su problema es más grave porque afecta a todos. La charlatanería y los tics populistas cada día más evidentes pueden llevarnos a un callejón de tinieblas. El día de su entrevista en La Sexta con Ana Pastor, Rogelio y yo nos preguntábamos respecto a su corbata morada: ¿asume un papel de nazareno o se trata de un guiño a Podemos, enseña clara del populismo? Y esto último es muy serio. La Historia demuestra la deriva del populismo. Como dijo Vargas Llosa, «el populismo es el camino de la autodestrucción de la democracia». Lo vemos en Venezuela, el sistema al que nos quieren conducir Pablo Iglesias y los suyos. Ojalá no sea la tentación de Sánchez. Así es la vida.